Tiempo de decisiones
El nuevo milenio, concepto tal vez excesivamente utilizado para referirse al momento en el que se producen grandes transformaciones, llega -en el contexto de Oriente Pr¨®ximo- acompa?ado de una verdadera esperanza de paz. As¨ª lo han decidido los dirigentes de los pa¨ªses de la regi¨®n con el total apoyo internacional. Es tiempo de grandes decisiones y de mostrar visi¨®n, valent¨ªa y voluntad pol¨ªtica. Es hora de poner punto y final a un proceso con m¨¢s de ocho a?os de antig¨¹edad y de cerrar el ciclo hist¨®rico empezado en Madrid en octubre de 1991. Es el momento para que Europa demuestre su madurez pol¨ªtica y contribuya con ideas y recursos a que este proyecto de paz final se alcance.Inauguramos tambi¨¦n el milenio con el establecimiento de unos ambiciosos mecanismos para que Europa se dote de una verdadera pol¨ªtica exterior y de defensa com¨²n. Hemos tomado, en este sentido, decisiones que tambi¨¦n tienen un car¨¢cter hist¨®rico. Ahora, con esa misma visi¨®n, hemos de responder a ese "d¨¦ficit de Europa" que existe hasta ahora en el Levante, sabiendo hacer buen uso del nuevo marco institucional europeo.
Y es que sin este empe?o y concurso europeos ser¨¢ muy dif¨ªcil superar las dificultades a que nos vamos a enfrentar en esta, quiero creer, ¨²ltima fase. Los ciudadanos de Europa estamos llamados igualmente a reflexionar sobre esa responsabilidad que exige tanto un necesario impulso pol¨ªtico como una sustancial contribuci¨®n financiera. A la hora de debatir las prioridades del futuro presupuesto comunitario, el Mediterr¨¢neo y Oriente Pr¨®ximo no pueden quedar relegados a un segundo plano.
Dicho compromiso europeo es tanto m¨¢s urgente cuanto que se ha establecido un marco temporal claro para la paz. La Uni¨®n Europea ya propuso en su Declaraci¨®n de Berl¨ªn una fecha tentativa para que palestinos e israel¨ªes pudieran avanzar y concluir un acuerdo decisivo que dirimiese las principales cuestiones pendientes, incluyendo la cuesti¨®n del Estado palestino. Posteriormente, dicha propuesta se ha reforzado con la promesa del primer ministro Barak de hacer la paz con Siria, abandonar el L¨ªbano antes de julio de este a?o y con la firma del acuerdo de Sharm el Sheikh, por el cual palestinos e israel¨ªes se comprometen a concluir un acuerdo marco sobre el estatuto permanente en febrero pr¨®ximo y hacerlo definitivo en septiembre.
Algunos se preguntar¨¢n si no estaremos ante el tradicional escenario medio-oriental de los ¨²ltimos a?os, interminables conversaciones, m¨²ltiples iniciativas que al final no llegan a resolver definitivamente los contenciosos. Creo sinceramente que ¨¦ste no es el caso y que estos meses pueden ser definitivos. El proceso de paz se ha caracterizado en los ¨²ltimos a?os por su interinidad y su ralentizaci¨®n, por acuerdos siempre susceptibles de ser reinterpretados y renegociados. Sin embargo, el cambio pol¨ªtico en Israel ha propiciado una nueva fase, que tanto esperaba y auspiciaba la comunidad internacional, en la que por fin la paz podr¨ªa estar al alcance de la mano.
En la banda palestina, el acuerdo de Sharm el Sheikh ha permitido que se emprendan seriamente negociaciones sobre el estatuto permanente, sobre los principios y reglas que deben permitir la convivencia entre Israel y el futuro Estado palestino. En la banda sirio-libanesa, la apertura en Washington de negociaciones entre Siria e Israel -que esperamos sea seguida muy pronto por L¨ªbano- inicia un proceso que deseamos sea irreversible. Se est¨¢n tratando las cuestiones m¨¢s dif¨ªciles en ambos casos. En la banda palestina: fronteras, agua, refugiados, relaciones econ¨®micas y Jerusal¨¦n; en la banda siria: la devoluci¨®n del Gol¨¢n, un acuerdo que garantice la total seguridad de Israel, la normalizaci¨®n de relaciones y tambi¨¦n el agua. Cada paso suscita dudas, reacciones adversas, fuertes presiones de los sectores opuestos a la paz.
La Uni¨®n Europea -los europeos- tiene en esta fase final una enorme responsabilidad. Tanto por el importante esfuerzo diplom¨¢tico realizado en los ¨²ltimos a?os como por la relevancia de lo que est¨¢ en juego. M¨²ltiples razones nos obligan, a mi juicio, a tomar m¨¢s que nunca conciencia de esa responsabilidad. Europa tiene el deber de contribuir directa o indirectamente al esfuerzo por alcanzar unos acuerdos que definitivamente asienten la paz en Oriente Pr¨®ximo, y as¨ª lo est¨¢ haciendo.
?Puede la Uni¨®n Europea ausentarse o alejarse de este momento determinante del proceso de paz? ?Cu¨¢l ser¨ªa el precio de tal decisi¨®n? La estabilidad de toda la regi¨®n depende de la solidez del resultado del proceso. Para la Uni¨®n, s¨®lo ese motivo ser¨ªa m¨¢s que suficiente, en una zona tan vital para sus intereses . Pero, adem¨¢s, todo el proyecto euromediterr¨¢neo est¨¢ en juego. Los grandes desaf¨ªos que se plantean en esta zona -que tan pr¨®ximos resultan a un pa¨ªs como Espa?a-, como la inestabilidad pol¨ªtica, la disparidad econ¨®mica con sus dram¨¢ticas manifestaciones de pobreza e inmigraci¨®n, o fen¨®menos desestabilizadores como el terrorismo, el tr¨¢fico de drogas, etc¨¦tera, nos obligan a una involucraci¨®n m¨¢s activa.
Europa no hizo frente com¨²n al comienzo de la crisis de la ex Yugoslavia. Aquella ruptura del consenso a¨²n se recuerda hoy como uno de los peores momentos por los que ha pasado el proyecto europeo. La inexistencia de una posici¨®n com¨²n hizo d¨¦bil nuestro potencial para propiciar soluciones, y los resultados, a pesar de los enormes esfuerzos realizados posteriormente, est¨¢n a la vista. Es una lecci¨®n que la Uni¨®n Europea no debe olvidar.
Hay quien piensa, dentro y fuera de Europa, que el proceso de paz de Oriente Pr¨®ximo continuar¨ªa su marcha inalterable sin esa presencia europea, que nuestra misi¨®n es simplemente de acompa?amiento. Estas voces est¨¢n, a mi juicio, profundamente equivocadas. Nuestra ausencia en estas negociaciones convertir¨ªa los futuros acuerdos en proyectos de muy dif¨ªcil desarrollo, y as¨ª lo han puesto de manifiesto las partes, los Estados Unidos y la Federaci¨®n Rusa. Si Europa se apartase de esta fase se estar¨ªa alejando de la posibilidad de contribuir a modelar una nueva realidad internacional que le va a afectar inevitablemente. Dicha afirmaci¨®n debe referirse espec¨ªficamente tambi¨¦n a Espa?a, que puede y debe realizar una aportaci¨®n muy relevante.
Es el momento de las grandes decisiones: en Oriente Pr¨®ximo, porque, a pesar de las previsibles crisis, ¨¦ste debe ser el a?o de la paz; en la Uni¨®n Europea, porque de nuestra voluntad de decidir dependen ¨¢reas cruciales de nuestro propio futuro. Dif¨ªcil prop¨®sito, en una Europa que en ocasiones parece querer refugiarse una actitud c¨®moda, una actitud que, parafraseando a Unamuno, podr¨ªa ser la de "que se ocupen ellos". Una Europa que a veces muestra una querencia por las zonas grises y la indecisi¨®n, lo que s¨®lo genera ambig¨¹edad e inmovilismo.
No debemos rendirnos a la evidencia unipolar en el complejo mundo del nuevo milenio, en donde, parad¨®jicamente, con frecuencia, las evidencias se transforman en espejismos. Tenemos una responsabilidad hist¨®rica ante nosotros y un plazo muy definido para ejercerla. Hag¨¢moslo antes de que nos despertemos ante una nueva realidad en Oriente Pr¨®ximo que condicionar¨¢ ineludiblemente a Europa sin que, nos guste o no, podamos modificarla y nos hagan pagar "el precio de la paz" sin haber ni siquiera participado en su formulaci¨®n.
Miguel ?ngel Moratinos es el enviado especial de la Uni¨®n Europea para el proceso de paz de Oriente Pr¨®ximo.
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