El derrumbe del partido de Kohl deja a Schr?der sin oposici¨®n en Alemania
El destino sonr¨ªe al canciller federal, Gerhard Schr?der, y ¨¦se es, parad¨®jicamente, el mayor peligro para el canciller. La falta de oposici¨®n puede llevarle a minimizar los problemas de su propio partido centenario y a olvidar que el SPD (el partido socialdem¨®crata) necesita renovarse tanto como la CDU, y que Alemania y Europa precisan nuevas ideas y nuevas visiones para suplir el vac¨ªo dejado por Helmut Kohl.
En 1999, el SPD perd¨ªa una elecci¨®n regional tras otra -hasta un total de cinco- y los barones socialdem¨®cratas pensaban ya en sustituir al canciller por otra figura "m¨¢s s¨®lida". En aquella ¨¦poca, bastaba que Oskar Lafontaine, el expresidente del SPD y exministro de Hacienda, anunciara la aparici¨®n de sus memorias para que los dirigentes del partido se echaran a temblar por la estabilidad de la organizaci¨®n. En la imagen de Schr?der todo parec¨ªa inadecuado para la pol¨ªtica del Gobierno, desde su cara ropa italiana hasta el puro cubano.La crisis en la que se debate la CDU da tiempo ahora al canciller para fumar relajadamente su habano hasta altas horas de la noche en compa?¨ªa de los periodistas paisanos con los que gusta de conversar. Ante Schr?der se extiende un escenario vac¨ªo, que ¨¦l puede moldear a su antojo, seg¨²n un veterano observador alem¨¢n. A primera vista, el canciller pr¨¢cticamente puede gobernar con el piloto autom¨¢tico en el futuro pr¨®ximo, e incluso prepararse para ganar las elecciones en el 2002 y permanecer en el poder durante dos mandatos, mientras la CDU lame sus heridas y muestra si es capaz de sobrevivir a Helmut Kohl.
Si se except¨²a la lucha contra el desempleo, que Schr?der considera el tema clave de su mandato, los otros grandes asuntos de esta legislatura est¨¢n m¨¢s o menos encauzados, lo cual no significa que no puedan surgir divergencias o imprevistos. La reforma fiscal est¨¢ en marcha y tiene la tendencia que desea el empresariado, aunque ¨¦ste quisiera ver una reducci¨®n m¨¢s radical de los impuestos y de la complicada normativa vigente. La ley de ciudadan¨ªa, en vigor desde enero, ha sido un paso importante para superar la anticuada legislaci¨®n, que se remontaba a 1913. La ley no va tan lejos como quisiera el partido de Los Verdes, los socios menores del Gobierno, pero prepara a Alemania para una sociedad pluricultural.
Schr?der tiene que cumplir con las promesas de abandonar la energ¨ªa nuclear en Alemania y de reducir el paro. En la energ¨ªa nuclear, el Gobierno sigue apostando por el consenso con los productores de energ¨ªa y ¨¦stos han aceptado ya que van a tener que tratar con un Ejecutivo rojiverde y que no tienen a sus espaldas a un poderoso partido de oposici¨®n. En el asunto del paro no ha habido ning¨²n progreso sustancial, pese a las declaraciones triunfalistas del Gobierno y la coyuntura econ¨®mica favorable (los expertos vaticinan entre un 2,5% y un 3% de crecimiento econ¨®mico para este a?o).
Sindicatos y verdes
El ministro de trabajo, Walter Riester, sigue negociando con la patronal y los sindicatos para buscar un concepto de jubilaci¨®n anticipada que mejore el mercado de trabajo y no lastre m¨¢s las arcas p¨²blicas.
La falta de una oposici¨®n fuerte ha eliminado la presi¨®n sobre Schr?der y tambi¨¦n el debate sobre los temas pol¨¦micos en el seno de la coalici¨®n y dentro del SPD, afirman medios socialdem¨®cratas, que lamentan la falta de nuevos planteamientos, sobre todo en lo que se refiere a la lucha contra el paro. En las relaciones de Schr?der con el partido, los cabos est¨¢n atados. El jefe de la canciller¨ªa, Frank-Walter Steinmeier; el secretario general del SPD, Frank M¨¹ntefering; el jefe de grupo parlamentario, Peter Struck, y el portavoz del Gobierno, Uwe-Karsten Heye, forman un equipo rodado, que se re¨²ne regularmente. Lejana parece la ¨¦poca en que Lafontaine, en el partido, y Bodo Hombach, en la canciller¨ªa, hac¨ªan la guerra entre bastidores.
Las relaciones entre el SPD y los verdes son tolerables, aunque el proyecto de suministrar tanques alemanes a Turqu¨ªa constituye un conflicto potencial importante. Schr?der ha pospuesto la visita oficial que deb¨ªa realizar a Ankara para m¨¢s adelante, porque no quiere que ¨¦sta se vea bajo el prisma de la venta de los carros de combate. Los verdes pueden as¨ª probar suerte en las elecciones de Schleswig-Holstein a final de mes y celebrar sin sobresaltos su congreso en marzo. La alianza con el SPD y consentimiento a la intervenci¨®n militar de la OTAN en Kosovo han debilitado a los verdes. La opini¨®n p¨²blica asocia este partido a cuestiones poco populares, como el impuesto ecol¨®gico y el encarecimiento de la gasolina.
La posici¨®n de los verdes como partido menor de coalici¨®n puede verse incluso amenazada por un reforzamiento de los liberales del FDP, si este partido se distancia de la CDU.
Sin oposici¨®n fuerte, Schr?der puede perder el sentido de finalidad que necesita para guiar a Alemania en esta nueva ¨¦poca marcada de la globalizaci¨®n. El lenguaje pol¨ªticamente correcto que Schr?der emplea ya en temas europeos no basta para suplir el vac¨ªo que ha dejado Helmut Kohl. Para las nuevas ideas que necesitan el SPD, la pol¨ªtica alemana y la pol¨ªtica europea no basta con dejarse mecer en la cresta de la ola creada por la tormenta de la CDU.
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