Desde Marruecos
Andaba yo el otro d¨ªa con mi mujer callejeando por Rabat, cuando nos abord¨® un muchacho y nos hizo una pregunta no del todo imprevisible: "?Qu¨¦ pasar¨ªa si unos marroqu¨ªes les dieran ahora una paliza?". No us¨® ni mucho menos un tono amenazador o atropellado, sino un correcto y apacible espa?ol, como dando a entender incluso con deferencia que esa posibilidad, aparte de gratuita, estaba muy lejos de producirse. El muchacho result¨® ser un amable ciudadano de Rabat que hab¨ªa trabajado de camarero en M¨¢laga. Me agrad¨® departir con ¨¦l un buen rato, mientras nos tom¨¢bamos un t¨¦ con hierbabuena, sobre el todav¨ªa reciente vandalismo xen¨®fobo de El Ejido.Conviv¨ª con ese episodio fugaz durante toda mi estancia en Marruecos. El Instituto Cervantes me hab¨ªa organizado unas conferencias en los centros espa?oles universitarios de Rabat, Casablanca, Fez y Tetu¨¢n y todas ellas coincidieron con manifestaciones de protesta contra las atroces jornadas vividas en las pr¨®speras tierras almerienses. No hab¨ªa actitudes violentas por parte de los manifestantes, simplemente coreaban consignas en defensa de los jornaleros marroqu¨ªes perseguidos, discriminados, despreciados. Las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos, la ¨ªndole general de las conversaciones, ciertos indicios callejeros, remit¨ªan con reiterados ¨¦nfasis a esos desmanes racistas. ?C¨®mo no transmitir a quienquiera que fuese mi bochorno?
Comparto la opini¨®n de que toda esa mara?a de brutalidades surgidas en El Ejido es asunto complejo y afectado por una larga acumulaci¨®n de fraudes, atropellos, abusos. La tensi¨®n almacenada dio sus frutos podridos, y seguir¨¢ d¨¢ndolos si los remedios no pasan de ser parches. Bien es verdad que el enriquecimiento r¨¢pido suele propiciar la r¨¢pida estulticia. Y m¨¢s si ese enriquecimiento se ha sustentado en una mano de obra abaratada y denigrada por los peores lastres de una inmigraci¨®n que cuenta con la ventaja adicional de su ilegalidad. Hasta en Marruecos, donde las autoridades no parecen vigilar demasiado a quienes huyen de una vida miserable con riesgo de la suya, la respuesta al odio y la venganza desencadenados en El Ejido -la "caza del moro", seg¨²n le¨ª m¨¢s de una vez- se ha centrado en muy elocuentes y un¨¢nimes reclamaciones de una justicia irrevocable.
Le Matin, un peri¨®dico marroqu¨ª en lengua francesa, reproduc¨ªa el jueves pasado un titular excesivo aparecido en otros medios: "Los momentos m¨¢s siniestros de la historia moderna de Andaluc¨ªa". As¨ª, textualmente, sin paliativos. Si lo menciono es para subrayar ese soterrado eco, no s¨¦ si ambiguo o hip¨®crita, que alcanza a veces la intolerancia y el fanatismo en ciertos ¨¢mbitos culturales. Algo que no deber¨ªan de olvidar ni esos expertos en limpieza ¨¦tnica, tipo alcalde de El Ejido, ni esos chapuceros int¨¦rpretes oficiales de una Ley de Extranjer¨ªa que no votaron. Y ya se sabe que la mejor Ley de Extranjer¨ªa es la que no existe, entre otras cosas porque cada vez habr¨¢ m¨¢s magreb¨ªes -m¨¢s extranjeros- que vengan a trabajar a Espa?a. Desde Marruecos incluso se ve m¨¢s claro que eso es lo que va a ocurrir.
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