Indicadores m¨¢s que econ¨®micos
IMANOL ZUBERO
Hace unos d¨ªas se conoci¨® el intento de un ciudadano, todav¨ªa an¨®nimo, que al parecer pretend¨ªa subastar uno de sus ri?ones a trav¨¦s de Internet aprovechando para ello la p¨¢gina de la firma Aucland, propietaria de un servicio de subastas on line. Precisamente fue la empresa la que descubri¨® y denunci¨® el intento. Seg¨²n explicaba el gerente de la empresa en Espa?a, disponen de una especie de lista negra de productos que no pueden ser objeto de compra-venta, de manera que si aparece alguno de esos productos un programa de control avisa del hecho al personal encargado del control de la p¨¢gina web. As¨ª ocurri¨® con la oferta del ri?¨®n: estando prohibida la compra o venta de ¨®rganos, los responsables de Aucland denunciaron los hechos a la Guardia Civil. Aparentemente, un ¨¦xito de la ¨¦tica de los negocios. ?Por Dios, vender un ri?¨®n! ?Inadmisible! "Por fortuna, no hubo ninguna puja", explicaba aliviado el responsable de la empresa.
Pero resulta que esa misma empresa est¨¢ haciendo publicidad de sus actividades con un anuncio televisivo en el que se ve a unos bomberos que corren junto a una casa en llamas con una red protectora mientras varias personas se asoman a las ventanas pidiendo desesperadamente ayuda. Lo que ocurre es que todas esas personas amenazadas por el fuego gritan cantidades de dinero: cuatro mil, cinco mil, veinte mil. Est¨¢n pujando por los servicios de los bomberos. Finalmente, cuando parece que uno de los vecinos a superado a los dem¨¢s con su oferta, los bomberos se colocan bajo su ventana para que salte. Pero cuando ya ha saltado por la ventana otro vecino mejora la oferta y los bomberos se retiran. El lema del anuncio de la empresa Aucland: "Todo se compra. Es cuesti¨®n de precio". Por lo visto no hay nada que se parezca a una lista negra de im¨¢genes en televisi¨®n y lo que es un insulto al valor de la vida se hace pasar por un ingenioso chiste.
Leo en este diario que durante el a?o pasado el "barrio chino" de Par¨ªs est¨¢ experimentando un curioso cambio. En n¨²mero creciente, locales y edificios del viejo barrio de Sentier, tradicional mercado del sexo y cobijo de peque?os talleres ilegales de confecci¨®n que ocupan a inmigrantes paquistan¨ªes, mauritanos y turcos, est¨¢n siendo ocupados por empresas de inform¨¢tica impulsadas por j¨®venes emprendedores atra¨ªdos por los bajos alquileres de una zona, por lo dem¨¢s, absolutamente c¨¦ntrica. El corresponsal de este diario en Par¨ªs, Jos¨¦ Luis Barber¨ªa, no se resiste a establecer una comparaci¨®n entre las viejas y las nuevas actividades comerciales desarrolladas en el barrio: "Los j¨®venes inform¨¢ticos han descubierto en el bullicio callejero de Santier, en la crepitante vida del barrio, un chorro de inspiraci¨®n que circula muy bien por sus venas preparadas para el tr¨¢fico vertiginoso de ideas y proyectos. Al fin y al cabo, los principios que sustentan la competitiva industria de la confecci¨®n en le Santier: la inmediatez, la capacidad de reacci¨®n y la flexibilidad, son los mismos que rigen el mundo de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n". Me extra?a que el periodista no desarrolle otras similitudes, menos po¨¦ticas tal vez, pero no menos ciertas, entre la nueva econom¨ªa informacional y esa otra econom¨ªa informal, la econom¨ªa del sexo comprado tambi¨¦n practicada en el viejo barrio: me refiero a la reducci¨®n de la persona a mercanc¨ªa, a la proliferaci¨®n de v¨ªnculos exclusivamente contractuales, a la inexistencia de relaciones profundas y duraderas, a la persecuci¨®n de la satisfacci¨®n inmediata. Seguro que Zola no hubiese dejado pasar la ocasi¨®n.
El soci¨®logo Richard Sennet ha escrito un libro titulado La corrosi¨®n del car¨¢cter, en el que analiza las negativas consecuencias que la nueva organizaci¨®n del trabajo y la econom¨ªa tienen para la vida personal, familiar y social de las personas. El lema del turbocapitalismo actual es, seg¨²n Sennett, "nada a largo plazo". Lo que dice que puede pasar ya est¨¢ ocurriendo. S¨®lo hay que seguir las noticias econ¨®micas.
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