Un nuevo intento de confesionalizar la pol¨ªtica
El secretario general de la Conferencia Episcopal de la Iglesia cat¨®lica espa?ola presentaba recientemente ante los medios de comunicaci¨®n una nota de los obispos ante las elecciones del 12 de marzo para orientar el voto de los cat¨®licos y de cuantos ciudadanos y ciudadanas quisieran escucharlos. Empezar¨¦ por decir que la intervenci¨®n de los diferentes colectivos religiosos ante acontecimientos de especial relevancia p¨²blica, as¨ª como la presencia de los cristianos y cristianas en la vida pol¨ªtica y social, en ning¨²n caso debe considerarse una injerencia. Se trata, m¨¢s bien, de una exigencia irrenunciable de la fe, que no puede verse recluida en la esfera de lo privado. Por eso me parece leg¨ªtimo el que los obispos se pronuncien ante las pr¨®ximas elecciones. ?Ojal¨¢ hicieran lo mismo los diferentes movimientos cristianos de base, tan pujantes hoy en la Iglesia y la sociedad, as¨ª como otras confesiones religiosas, que cada vez est¨¢n m¨¢s presentes en el panorama sociocultural de nuestro pa¨ªs!Los obispos han aprovechado la ocasi¨®n -o mejor, la oportunidad- de las elecciones para condenar la regulaci¨®n comercial y el uso de la p¨ªldora RU-486, al que califican de crimen y consideran tan inmoral como el recurso al aborto por medios quir¨²rgicos. Mezclan, a su vez, los aspectos morales con los estrictamente m¨¦dicos, sobre los que tambi¨¦n opinan afirmando contundentemente que "comporta riesgos graves para la mujer".
La nota de los obispos cat¨®licos sobre las elecciones tiene aspectos muy positivos que no podemos pasar por alto, pues constituyen un importante referente en el ¨¢mbito social. Considera el acto de votar una obligaci¨®n, am¨¦n de un derecho c¨ªvico y constitucional. Muestra cierta sensibilidad hacia algunos sectores marginados de nuestra sociedad ("pobres, inmigrantes, enfermos, ancianos que viven solos, etc¨¦tera"). Recuerda las obligaciones de nuestro pa¨ªs para con los pa¨ªses subdesarrollados por razones de solidaridad.
Si ¨¦se fuera el enfoque fundamental de la nota, no habr¨ªa nada que objetar. Pero creo que no lo es. A los obispos -y, sobre todo, a su fiel portavoz- les ha traicionado el subconsciente y, en plena ¨¦poca de secularizaci¨®n -valorada positivamente como uno de los signos de los tiempos por el Concilio VaticanoII-, han vuelto a apelar a criterios confesionales para juzgar -y condenar- la realidad pol¨ªtica y la situaci¨®n ¨¦tica de la sociedad, sin dejar t¨ªtere con cabeza.
Los obispos se sit¨²an por encima de la pol¨ªtica y se autoproclaman jueces de los partidos pol¨ªticos y de las leyes emanadas del Parlamento. En relaci¨®n con el aborto y la regularizaci¨®n comercial de la p¨ªldora RU-486, acusan a la autoridad de "connivencia con un desorden moral tan grave". Reclaman la abolici¨®n de leyes que no se corresponden con sus principios religiosos. Apelan a la responsabilidad de la sociedad para no abandonar a su suerte a la madre tentada de abortar poniendo en sus manos "un arma mort¨ªfera". De esa manera, se intenta convertir a toda la sociedad en detective y vigilante del cumplimiento de las normas morales cat¨®licas, interpretadas al modo episcopal. Parecen haberse olvidado que, desde hace casi cinco lustros, Espa?a es un Estado laico.
Con esa actitud neoconfesional, los obispos retroceden a ¨¦pocas que cre¨ªamos superadas e intentan imponer sus criterios morales no s¨®lo a los cat¨®licos, sino al resto de la ciudadan¨ªa, a los legisladores y a los gobernantes, y, en definitiva, al Estado. Estamos ante una nueva edici¨®n corregida y aumentada del modelo de cristiandad. Y, a las puertas del sigloXXI, eso constituye, en el mejor de los casos, un anacronismo y, en el peor, una falta de respeto al Estado no confesional, a la autonom¨ªa de la pol¨ªtica, a la libertad de conciencia de cada persona y al pluralismo religioso de los creyentes.
El juicio de los obispos no puede ser m¨¢s sombr¨ªo. En la presentaci¨®n de la nota sobre las elecciones a la prensa, el secretario de la Conferencia Episcopal recurri¨® al Evangelio como arma arrrojadiza contra los partidos pol¨ªticos, llegando a aseverar que ninguno de ellos "se adecua plenamente al Evangelio". Reaparece aqu¨ª la tesis neoconfesional de Juan PabloII formulada en su enc¨ªclica Centesimus annus, de 1991: "Como entonces , hay que repetir que no existe verdadera soluci¨®n para la 'cuesti¨®n social' fuera del Evangelio y que, por otra parte, las 'cosas nuevas' pueden hallar en ¨¦l su propio espacio de verdad y el debido planteamiento moral" (n.5).
Estamos ante la demonizaci¨®n de los partidos pol¨ªticos y ante una deslegitimaci¨®n -al menos indirecta- de la democracia. Con ello, el portavoz episcopal -obispo ¨¦l tambi¨¦n- empujaba a los cat¨®licos a la abstenci¨®n como actitud m¨¢s acorde con su an¨¢lisis catastrofista, negando la afirmaci¨®n primera de la nota de los obispos de que votar es un derecho y una obligaci¨®n. ?Una contradicci¨®n en toda regla!
Pero en pol¨ªtica, como en otros campos de la actividad humana, la maldad admite grados. Y los jerarcas cat¨®licos creen que debe optarse por el bien posible o, en palabras de su secretario, por el "mal menor". Ese mal menor parecen ser los partidos que, aunque d¨ªscolos en algunos aspectos morales, coinciden con los criterios de la Iglesia en temas como la familia, la sexualidad, etc¨¦tera. Tales partidos suelen ser, a decir verdad, los m¨¢s conservadores desde el punto de vista social y pol¨ªtico. ?Ser¨¢ a ellos a quienes se invita a votar a los cat¨®licos? Si as¨ª fuera, volver¨ªamos a la vieja identificaci¨®n entre conservadurismo pol¨ªtico y cristianismo. ?En qu¨¦ queda, entonces, la innovadora teor¨ªa del pluralismo pol¨ªtico de los cristianos, expuesta por el papa PabloVI en la Octogesima adveniens (a?o 1971), seg¨²n la cual "una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes" (n.50)?
Los obispos espa?oles creen seguir detentando el monopolio de la definici¨®n de lo verdadero y lo falso. Consideran el matrimonio monog¨¢mico y estable como el ¨²nico verdadero, y, en consecuencia, excluyen de la participaci¨®n de la eucarist¨ªa a las personas cat¨®licas divorciadas que se han vuelto a casar. Entienden los valores morales y las creencias religiosas como base del verdadero progreso. Pero esos valores no son los de la ¨¦tica civil, que tienen su origen en los derechos humanos, ni los de la ¨¦tica mundial de que habla Hans K¨¹ng, ni los de ¨¦tica dial¨®gica de Habermas. Son los de la moral de una determinada confesi¨®n, la "cat¨®lica", y, seg¨²n su propia interpretaci¨®n, que no es compartida por todos los miembros de esa religi¨®n.
Los obispos no dicen una sola palabra cr¨ªtica contra el neoliberalismo. Ni siquiera lo citan, cuando, a juicio del obispo espa?ol en el Mato Grosso (Brasil) Pedro Casald¨¢liga, es "el pecado mortal, la blasfemia y la extrema herej¨ªa de nuestro tiempo". M¨¢s a¨²n, yo dir¨ªa que es la venganza de los ricos contra los pobres, porque no s¨®lo ha sumido a las mayor¨ªas populares del Tercer Mundo y a amplios sectores del Primer Mundo en la marginaci¨®n, sino que les ha robado la esperanza y ha creado en ellos una actitud de fatalismo y desmovilizaci¨®n. El neoliberalismo s¨ª que es incompatible con el Evangelio.
Tras un cuarto de siglo de democracia en nuestro pa¨ªs, treinta y cinco a?os despu¨¦s del Concilio VaticanoII y dos mil a?os de cristianismo, me parece que los obispos cat¨®licos espa?oles no han logrado aprender tres lecciones b¨¢sicas: la primera, que las realidades temporales -entre ellas, la pol¨ªtica- son aut¨®nomas y no precisan de tutela religiosa alguna para tener sentido; la segunda, que la incompatibilidad que establece el Evangelio no es entre Dios y el sexo, sino entre Dios y el dinero (convertido en ¨ªdolo); la tercera, el ejercicio de la democracia en el seno de la propia Iglesia cat¨®lica. Espero que a lo largo del sigloXXI consigan aprenderlas: si es a principios de siglo, mejor que al final.
Juan-Jos¨¦ Tamayo es te¨®logo.
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