Qu¨¦ hay debajo
Cuando est¨¢s en Fez, est¨¢s hace cien a?os en esa misma ciudad; cuando est¨¢s en Par¨ªs, Baudelaire a¨²n no ha muerto, ni Paul Verlaine, ni Arthur Rimbaud; si caminas por Lisboa, los vendedores de seguros s¨®lo son vendedores de seguros por fuera, pero por dentro son Fernando Pessoa; en Venecia, el agua es siempre id¨¦ntica a s¨ª misma y, por lo tanto, la mujer o el hombre que la escuchan, sean quienes sean, son siempre la misma mujer y el mismo hombre. Todo eso ocurre en Escaparate de venenos, el ¨²ltimo libro de poemas de Felipe Ben¨ªtez Reyes, un lugar en donde todo es la segunda parte de algo, donde las personas, los objetos y las ciudades se derrumban y vuelven a levantarse usando como material sus propias ruinas. ?Qu¨¦ hay debajo de las cosas?, puede uno preguntarse mientras anda por una ciudad como Madrid. ?Qu¨¦ fueron antes las piedras de ese edificio? ?Qu¨¦ hubo en ese solar donde ahora hay un restaurante o una sucursal bancaria? A veces no lo sabemos, pero otras veces s¨ª.Sabemos, por ejemplo, que en el cerro de los Batallones, un descampado en el que van a construir una planta de residuos industriales, hubo seres prehist¨®ricos y tal vez se escondan yacimientos arqueol¨®gicos. Sabemos que quedar¨¢n ah¨ª, bajo el vertedero, bajo las naves llenas de petr¨®leo o neum¨¢ticos, ocultos para siempre. Sabemos, tambi¨¦n, que hace unos d¨ªas un coche se golpe¨® contra la escalera de unos salones recreativos de Alcorc¨®n y que al partirse los pelda?os se descubri¨® que no eran pelda?os sino l¨¢pidas, restos de unas tumbas en donde est¨¢n escritos los nombres de personas muertas a finales del siglo XIX, muertas en 1885, en 1888, en 1890... Es un suceso extra?o, igual al que se invent¨® Camilo Jos¨¦ Cela en su obra La colmena, donde los clientes del caf¨¦ en el que ocurre la mayor parte de la historia tambi¨¦n descubr¨ªan que los m¨¢rmoles de los veladores eran en realidad losas, fragmentos de sepulcros.
Sab¨ªamos que Diego Vel¨¢zquez est¨¢ enterrado bajo el asfalto de la plaza de Ramales y ahora tambi¨¦n sabemos que hay algo bajo La condesa de Chinch¨®n, el cuadro de Goya que acaba de a?adirse al Museo del Prado, porque al hacerle una radiograf¨ªa se han descubierto otras dos figuras emboscadas tras la de la mujer ingenua y pelirroja que se coge dulcemente las manos, se gira hacia su izquierda, va vestida de blanco, parece cohibida en su peque?o sill¨®n, aparta los ojos de nosotros y hay un cierto sonrojo en su piel muy p¨¢lida, igual que si intuyese que su retrato va a ser una obra ¨²nica y ya sintiera caer sobre s¨ª las miradas de los millones de espectadores que vamos a contemplarla en el futuro, a observarla de arriba abajo, desvergonzadamente, sin perder un s¨®lo detalle. Sabemos que la condesa estaba casada con Godoy, que usaba un anillo peque?o y otro grande, que ten¨ªa un humilde sombrero de plumas verdes. Pero ?qu¨¦ sabemos de esas dos siluetas que hay debajo de ella, que est¨¢n en su interior como si fuesen hombres con los que la condesa estaba so?ando mientras posaba para Goya? Porque las figuras embozadas pertenecen a dos hombres y tienen el aspecto fragmentario de los sue?os o las pesadillas: se ven dos cabezas, unas manos, unas piernas, un sable. Los expertos dicen que pueden ser el duque de Alba, tal vez el propio Godoy. ?Y si fuera otra cosa, algo que demostrara una conspiraci¨®n, un terrible secreto, un amor prohibido? Qu¨¦ apasionante la condesa de Chinch¨®n y qu¨¦ apasionantes los misterios que encubre.
Todo es ello mismo y y nunca es s¨®lo eso. Dentro de una silla hay un ¨¢rbol talado, dentro de una botella de agua hay un r¨ªo. Dentro de una ciudad hay siempre otra ciudad perdida, un mundo que se alza sobre otro mundo que ha ca¨ªdo. Es raro, cuando lo piensas de esa manera, cuando caminas sobre la plaza de Ramales y al mismo tiempo sobre Vel¨¢zquez, cuando contemplas un cuadro de Goya que son tres cuadros de Goya.
La vida est¨¢ hecha de cosas que son distintas y son intercambiables. Miro este d¨ªa de Madrid y es exacto a otro d¨ªa en Amsterdam en el que estaba el poeta Felipe Ben¨ªtez Reyes y dijo: "C¨®mo desciende el fr¨ªo, lentamente,/ al modo de un cuchillo rococ¨®/ que corta una gran tarta/ nupcial.../ En esta calle,/ c¨®mo desciende, mira,/ el fr¨ªo, y cae al agua/ con una lentitud de mariposa/ que muere en pleno vuelo"
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.