La hora de las responsabilidades
"No quiero saber nada en este momento, ni de ellos ni de los otros". Arzalluz se ha parapetado en el dolor para no afrontar el enorme fracaso que el asesinato del socialista Fernando Buesa representa para la estrategia en la que ha embarcado al PNV. Mientras su fiel Egibar se atrincheraba en la doctrina de siempre, afirmando que la v¨ªa de Lizarra hab¨ªa dado frutos (obsceno sarcasmo ante dos cad¨¢veres), el nacionalista Joseba Arregi, cr¨ªtico con la l¨ªnea oficial, reconoc¨ªa sin paliativos que su partido se ha metido en un callej¨®n.ETA tendi¨® una trampa al PNV y ¨¦ste no es capaz de salirse de ella. Se acabaron las dilaciones: o rectifican o ser¨¢ imposible seguir atribuy¨¦ndoles el prejuicio de buenas intenciones. En l¨®gica democr¨¢tica, los dirigentes que entramparon al PNV en esa v¨ªa sin salida deber¨ªan poner sus cargos a disposici¨®n del partido, que es el modo en que se asumen las enormes responsabilidades pol¨ªticas.
Roto el acuerdo parlamentario con EH, el Gobierno vasco carece de mayor¨ªa. Su respaldo de 27 diputados sobre 75 es menor que el que ahora mismo tendr¨ªa una eventual alianza del PP y el PSOE, por ejemplo (30). El lehendakari deber¨¢ intentar poner en marcha los mecanismos pol¨ªticos para construir una nueva mayor¨ªa capaz de afrontar desde la unidad democr¨¢tica la delicada situaci¨®n actual. Pero ser¨ªa absurdo tratar de hacer compatible una alianza con las fuerzas constitucionalistas-autonomistas y el mantenimiento del pacto antiautonomista de Lizarra.
La pol¨ªtica vasca ha estado dominada desde 1998 por la estrategia de frente nacionalista que se segu¨ªa del giro ideol¨®gico hacia la superaci¨®n del Estatuto de Gernika. A esa estrategia respond¨ªa el acuerdo parlamentario que asociaba a EH al Gobierno de Ibarretxe. Ha sido necesario un segundo atentado, y que los muertos sean ya tres, para que el lehendakari diera por roto ese pacto. El tercer socio, Eusko Alkartasuna, insinu¨® ayer que romper¨ªa con Lizarra si HB no se desmarcaba claramente de ETA. Pero ¨¦sa es una amenaza que ya hicieron antes, sin que de ella se siguiera decisi¨®n alguna. As¨ª pues, Lizarra sigue vigente, y a Egibar le parece bien. Uno de los motivos alegados por el frente negociador del PNV para dar el giro al soberanismo fue que urg¨ªa "hacer visible la mayor¨ªa nacionalista que la existencia de la violencia hace imposible". Tal vez ahora haya que hacer visible la minor¨ªa nacionalista existente sin el refuerzo de los violentos.
Si el PNV quiere seguir gobernando mediante acuerdos con los socialistas o los populares, tendr¨¢ que cambiar de pol¨ªtica. No de ideolog¨ªa, no de ideales. Simplemente, actuar con criterios democr¨¢ticos: sin plegarse a las coacciones de ETA-HB, comprometi¨¦ndose a acabar con la impunidad de los que aplican la "persecuci¨®n social" del disidente; reconociendo que no todos los vascos son nacionalistas, y obrando en consecuencia. En otras palabras, volviendo a su pol¨ªtica de los ¨²ltimos 70 a?os, y no a esta reciente reca¨ªda en el aranismo primitivo.
La primera exigencia que los dem¨®cratas deben hacer al PNV y a EA es que rompan de una vez con Lizarra. Un pacto que ha resultado ser una trampa para atraer a los nacionalistas no violentos al campo radical, con el pretexto de la paz, para dejarles luego a la intemperie: sin la paz y con compromisos como el de no pactar con los partidos "que tienen como objetivo la construcci¨®n de Espa?a y la destrucci¨®n de Euskal Herria", como textualmente dec¨ªa el documento que, seg¨²n ETA, firmaron PNV y EA.
Lo que hasta ahora se hab¨ªa evitado, una fractura irreparable entre las dos mitades de la poblaci¨®n, la nacionalista y la que no comparte esa emoci¨®n, est¨¢ cuajando. Ahora: con los nacionalistas comprometidos -por sus palabras imprudentes, pero tambi¨¦n por hechos como la participaci¨®n en Udalbiltza- en una v¨ªa de dif¨ªcil retroceso; y con los partidos no nacionalistas presionados por sus bases para que rompan toda relaci¨®n con los de Arzalluz. Lo peor que podr¨ªa hacer el PNV es repetir el error cometido en relaci¨®n a la manifestaci¨®n del s¨¢bado en San Sebasti¨¢n y despreciar el significado profundo de quienes ayer expresaron ante el lehendakari, en el funeral de Vitoria, su hartazgo con tanta equidistancia y tanta impunidad.
Es la hora de la responsabilidad. La sociedad vasca no quiere que nadie imponga su soluci¨®n a todos los dem¨¢s, ni nacionalistas ni no nacionalistas. Lo ha dicho en infinidad de ocasiones, por medio del voto. Hay que recomponer mayor¨ªas y alianzas. Y si no hay grandeza suficiente para conseguir una nueva mayor¨ªa habr¨¢ que apelar a las urnas, como corresponde a una democracia.
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