Fascismo
Necesitamos palabras para definir y definirnos, para expresar el pensamiento y hacerlo comprensible, para comunicarnos. Las palabras pueden vestirnos, pero tambi¨¦n nos desnudan, demuestran qui¨¦nes somos. Ser puede ser un sin¨®nimo de vivir, y vivir es condici¨®n indispensable para poder desarrollar cualquier tipo de lenguaje. Las armas son un instrumento que elimina la vida, en un sentido amplio y en un sentido cotidiano; rompen cualquier posibilidad de comunicaci¨®n. Quien utiliza las armas no puede considerarse un ser humano: es un asesino fr¨ªo y calculador; se afirma a s¨ª mismo mediante el miedo de los dem¨¢s y el desprecio hacia sus vidas; cuando intenta argumentar sus asesinatos en un contexto pol¨ªtico evidencia su condici¨®n fascista.No podemos resignarnos a la violencia, contemplar con distancia la muerte ajena, puesto que rompe una existencia paralela a la nuestra, una vida cotidiana llena de posibilidades, rodeada de afectos que, a su vez, ser¨¢n sometidos a un dolor sin argumentaci¨®n posible.
Las palabras no pueden sustituir a la vida, pero s¨ª pueden provocar la muerte. El silencio c¨®mplice, la hipocres¨ªa, las medias palabras de ciertos pol¨ªticos tambi¨¦n disparan en la nuca, detonan explosivos con metralla. Militar o pol¨ªtico, mec¨¢nico o abogado, transe¨²nte o ni?o, no pueden ser culpabilizados por morir; son cientos de v¨ªctimas ausentes por la fuerza de sus casas, de sus familias, de una posible vida cotidiana. No puede haber raz¨®n humana que lo justifique, ni Estado que pueda garantizar una m¨ªnima libertad sobre esas bases. Ellos ya no pueden hablar; nosotros, contra el fascismo, tenemos la obligaci¨®n de hacerlo.- . .
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