Un responso para Chiquillo
Jos¨¦ Mar¨ªa Chiquillo es el ¨²ltimo esp¨¦cimen en peligro de extinci¨®n de Uni¨®n Valenciana. Anda, por ello, a la gre?a con el candidato del PP Francisco Camps, aunque el ex consejero tiene el cr¨¢neo muy deforestado para estos embates. Chiquillo es hombre electoralmente muerto desde que Eduardo Zaplana despej¨® la duda de qu¨¦ le conven¨ªa m¨¢s, si potenciar al partido que fund¨® el difunto como apoyo ortop¨¦dico o demolerlo para levantar la mayor¨ªa absoluta sobre sus escombros.Estos d¨ªas va delante de una jaur¨ªa con los belfos sopl¨¢ndole el cogote, a punto de roerle el pescuezo. No hay que darle vueltas: Jos¨¦ Mar¨ªa Chiquillo est¨¢ dise?ado para ir en Vespino. La Naturaleza se da a menudo esta clase de caprichos sin pedirle disculpas a nadie. El hombre hizo los objetos como adaptaci¨®n a su morfolog¨ªa, pero hay cuerpos que invierten esta regla. Parecen hechos a partir de la forma del objeto, como prolongaci¨®n. Es el caso de Chiquillo. Encaja con naturalidad con las piernas a horcajadas en el sill¨ªn de un Vespino y cerrado en garras sobre el manillar, trazando una silueta afilada, a punto de salir en una estampida que se produce con mayor velocidad en su mente que en su veh¨ªculo.
Se le podr¨ªa encontrar sin casco, con su pelo tachonado y su cara de navajita, en cualquier sem¨¢foro con el disco en rojo tratando de contener, no sin dificultad, la impaciencia. D¨¢ndole juego a la mu?eca con acelerones de gas y los ojos a punto de salt¨¢rsele como en una r¨¢faga de metralleta. Demasiado nervioso para la ¨²ltima carrera que corre estos d¨ªas y demasiado nervioso para cualquier carrera. La sonrisa g¨®tica de Francisco Camps es la piedra contra la que se romper¨¢ la crisma.
Sali¨® del anonimato cuando Vicente Gonz¨¢lez Lizondo dej¨® de ser "la voz de Valencia en Madrid", gracioso t¨ªtulo que se arrog¨® con la impunidad de un capataz de latifundio. Aunque este joven abogado de Sumac¨¤rcer no consigui¨® del todo sacar la cabeza, porque se ha pasado las legislaturas tras un pilar de la ¨²ltima fila de bancos del Congreso de los Diputados. Lizondo logr¨® salir de all¨ª con una naranja en la mano, como si fuera un Hamlet de regad¨ªo, declamando un victimismo muy c¨ªtrico, que le report¨® ping¨¹es beneficios parlamentarios. Chiquillo, en cambio, nunca consigui¨® igualar esta representaci¨®n, aunque en estos d¨ªas tambi¨¦n interpreta en cierto modo a Shakespeare. Se juega el ser o no ser de su partido, el fin de una especie que ha buscado acomodo en el PP.
En sus escasas intervenciones parlamentarias siempre se apost¨® en la tribuna de oradores con la pose de un motorista de 49 cent¨ªmetros c¨²bicos dispuesto a levantar la rueda delantera y ganarle la salida en el sem¨¢foro a jinetes que cabalgaban vertiginosos proyectiles japoneses. Pero siempre fue cazado a los pocos metros, lo que le provoc¨® r¨¦plicas despachadas con abundante convulsi¨®n, como salidas de un tubo de escape con el silenciador desga?itado, que complac¨ªan discretamente a una clientela muy adicta al docudrama n¨¢vel de Lizondo.
Pero eso fue mucho antes de darse la leche.
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