Como Pedro por su casa
Me pongo a escribir este art¨ªculo sobre Pacheco, enciendo el ordenador, y ya est¨¢, a los dos minutos se mueve por la pantalla como Pedro por su casa, como Pedro por su Andaluc¨ªa libre, como Pedro por su Espa?a desorientada y por su Humanidad un poco descompuesta a causa del neoliberalismo. En cuanto me descuido provoca una pataleta judicial en los verbos, encabeza una crisis partidista y una reunificaci¨®n en los adverbios, consigue colocar una concejal¨ªa andalucista en cada complemento directo y una consejer¨ªa de turismo en cada pronombre posesivo. Aunque sufre en la mirada un magma de rec¨®ndita timidez, supera el tartamudeo del alma con la fuerza de ser jerezano y con la experiencia infinita de llevar m¨¢s de 20 a?os de alcalde. Resulta comprensible que Pedro Pacheco suela ponerse como una moto y que viva la realidad velozmente, como Pedro por su circuito, tratando a los dem¨¢s como un asfalto neutro, una pista recalentada para cambiar de marcha, frenar o acelerar.?Qui¨¦n si no?, rezaba su ¨²ltima propaganda electoral. Pacheco naci¨® en Jerez, en una primavera franquista de 1949, cuando los campos se llenaban naturalmente, no por folclore rociero, de se?oritos a caballo, y en los caserones de la ciudad fermentaba el orgullo clasista con m¨¢s grados de Andaluc¨ªa, una madre perfecta para la autoridad y el vinagre. Pedro Pacheco no es un se?orito andaluz, ni por su origen ni por su ideolog¨ªa, pero hay en la clase media jerezana una tendencia atmosf¨¦rica a imitar las maneras del se?orito, a vivir en la representaci¨®n del orgullo, y eso se le nota a nuestro personaje en la distancia altiva de sus ojos, en la seguridad populista de su sonrisa y en su corte de pelo. Sobre la ropa no vamos a hablar, porque cada cual puede arreglarse como quiera, y m¨¢s en campa?a electoral, cuando todos los pol¨ªticos recuerdan a los militares y a los curas vestidos de paisano. Pero si alguien se fija en la desorientaci¨®n de algunas corbatas de Pedro Pacheco, podr¨¢ calcular mejor la objetividad de sus or¨ªgenes.
Adem¨¢s de haber nacido en Jerez, este alcalde lleva m¨¢s de 20 a?os de alcalde, en un pa¨ªs de tradici¨®n lopesca y calderoniana. Los alcaldes mandan mucho, se sienten leones en sus dominios y son capaces de darle con la vara de mando a cualquier rey lujurioso que se ponga por delante. Y es que el t¨¢lamo de las alcald¨ªas parece lugar propicio para abandonarse a la er¨®tica del poder, sobre todo si se cuenta en el cuerpo electoral con la mayor¨ªa absoluta, porque los alcaldes van por los ayuntamientos como Pedro por su casa, con m¨¢s libertad que un ministro, rodeados de una corte respetuosa de funcionarios y ch¨®feres, haciendo favores a los vecinos, preocup¨¢ndose por la salud de alguna abuela que lo ve¨ªa jugar de ni?o o derribando el chal¨¦ del famoso prepotente que se atrevi¨® a pasarse de la raya urban¨ªstica y quiso ser m¨¢s chulo que un alcalde. Adem¨¢s de abogado, experto en fincas y cooperativas, Pacheco es diplomado en urbanismo, y eso lo aprovech¨® para convertirse en el definitivo due?o de Jerez a costa de Bert¨ªn Osborne.
As¨ª las cosas y las casas, que deben ponerse en su sitio, resulta l¨®gico que el alcalde de Jerez se ponga tambi¨¦n como una moto, en su circuito personal de la pol¨ªtica, la gesti¨®n y el orgullo. Cuando los gobernadores civiles, los delegados del Gobierno, los jueces o los l¨ªderes de su propio partido, figuras que van pasando ante la eternidad popular de la alcald¨ªa jerezana, se atreven a llevarle la contraria, Pedro Pacheco acelera y expulsa por el tubo de escape una denuncia sobre el cachondeo jur¨ªdico, sobre las chorizadas de los enemigos o sobre las traiciones ideol¨®gicas de los amigos. Y siempre consigue salir airoso, salvar la curva de la inhabilitaci¨®n, porque los tribunales supremos y los azares del andalucismo acaban por devolverlo a la pole position.
La apuesta personal m¨¢s arriesgada de Pedro Pacheco fue la fundaci¨®n en 1993 del Partido Andaluz de Progreso, despu¨¦s de que el Comit¨¦ de Disciplina del PA decidiera expulsarlo por sus malas relaciones con la pol¨ªtica de Alejandro Rojas-Marcos. Pero fue un salto mortal con red, un peligro muy seguro, porque la debilidad del andalucismo no pod¨ªa permitirse el lujo de prescindir de este alcalde. Al a?o siguiente, despu¨¦s del pacto electoral PA-PAP, era elegido portavoz del grupo parlamentario andalucista, y hoy es su flamante y deslenguado candidato a la presidencia de la Junta. Las cosas en su sitio: ¨¦l sabe defender muy bien lo suyo, como confiesa impunemente en los carteles de esta campa?a. El lema Defiende lo tuyo, tiene una inevitable segunda parte: "Como yo defiendo lo m¨ªo". Incluso una tercera: "A los otros que les zurzan". La verdad es que suena a ego¨ªsmo, a preocupaci¨®n interesada, a insolidaridad, a esa vieja pregunta de los funcionarios mendicantes en la vor¨¢gine de los turnos partidistas de la Restauraci¨®n: "?Y de lo m¨ªo qu¨¦?".
Aunque el carisma de Pedro Pacheco se entienda como una broma de la historia jerezana, sus adversarios pol¨ªticos har¨¢n muy mal en tom¨¢rselo a broma. Puede critic¨¢rsele su caudillaje populista y su fara¨®nico orgullo municipal, pero es cierto que ha conseguido sacar a Jerez de la decrepitud con el pragmatismo economicista de un promotor certero. Y cuando leo sus entrevistas y oigo sus perlas de campa?a, intuyo que Pedro Pacheco conoce mejor que nadie los pegajosos y conspirativos hilos de ara?a por los que debe moverse el andalucismo para adquirir cada vez m¨¢s protagonismo en el caser¨®n arruinado de la pol¨ªtica espa?ola.
Como todo candidato electoral, Pacheco hace demagogia, afirma y niega en el conocimiento absoluto de que las urnas son una aduana temporal entre las promesas y la utilidad. En las elecciones pasadas se mantuvo hasta el ¨²ltimo d¨ªa de campa?a contrario a un pacto de Gobierno con el PSOE, para convertirse a la ma?ana siguiente en uno de sus defensores m¨¢s apasionados. Este Spiderman verdiblanco sabe que debe utilizar el laberinto de los pactos, los huecos de la gobernabilidad municipal y auton¨®mica, para reforzar las estructuras de su propio partido y repartir sueldos burocr¨¢ticos entre sus militantes. El principal enemigo es ahora IU, porque un pacto en la izquierda puede debilitar al PA en su rentable inter¨¦s por la gobernabilidad andaluza. Dentro de poco, sin embargo, el enemigo real ser¨¢ el PSOE, porque la tarea ¨²ltima de los andalucistas supone aspirar a romper la imagen de partido estatal andaluz que consigui¨® fabricarse el PSOE en el refer¨¦ndum sobre la autonom¨ªa. A Pedro Pacheco le conviene evocar imaginariamente, con preocupaciones sociales blandas, la "s" que los andalucistas le quitaron en 1984 a su partido. Encabeza as¨ª, a diferencia de los catalanes y los vascos, un nacionalismo progresista, propio de clases medias reci¨¦n llegadas al dinero.
Y como ha demostrado que sabe defender lo suyo, estoy convencido de que conseguir¨¢ llegar hasta donde los dem¨¢s le dejen.
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