Una exposici¨®n demuestra que Cristo es el personaje m¨¢s retratado del arte occidental La National Gallery de Londres acerca el misterio de la uni¨®n de lo divino y lo humano
Cualquier occidental podr¨ªa describir el rostro de Cristo: las facciones alargadas, una media melena casta?a y una barba no muy larga. El Nuevo Testamento no incluye una sola descripci¨®n de su aspecto personal, pero la imaginaci¨®n de los artistas ha sido asimilada por el espectador como si de un retrato del natural se tratara. La National Gallery de Londres ha reunido una selecci¨®n de la faz del Salvador a trav¨¦s del tiempo, que demuestra c¨®mo la pintura, desde las tablas flamencas a Dal¨ª, ha humanizado su presencia sin traicionar sus aspectos teol¨®gicos.
La apertura misma de la exhibici¨®n, titulada Mirando la Salvaci¨®n, resume las dificultades superadas por los pintores que han abordado la figura de Jesucristo. Un grabado de Theodore Galle recibe al visitante. Extra¨ªdo del libro El verdadero cristiano, firmado en 1603 en Amsterdam por Johann David, presenta al Nazareno en plena Pasi¨®n posando para la posteridad. Los artistas que le rodean copian a toda prisa a tan ins¨®lito modelo, conscientes de que s¨®lo les ha concedido un instante extraordinario. A falta del personaje aut¨¦ntico, el rostro m¨¢s retratado del arte occidental ha evolucionado desde la simbolog¨ªa del pez utilizada por los primeros cristianos, el pescador de hombres, a las dos primeras letras que forman su nombre en griego XP (Khristos) equivalentes al hebreo Mes¨ªas. La met¨¢fora del buen pastor ha llegado a Londres desde el propio Museo Vaticano en forma de peque?a escultura de m¨¢rmol. Fechada a finales del siglo III o principios del IV de nuestra era, presenta a un joven cargando con su oveja, por la que ser¨¢ capaz de dar la vida. El sufrimiento que ello conllevar¨¢ no se refleja a¨²n en el rostro del muchacho romano, algo que el pintor espa?ol Francisco de Zurbar¨¢n consigue de la forma m¨¢s austera.
Tragedia griega
Su famoso Agnus Dei (1635-1640), un cordero con las patas atadas sobre una losa, solo e indefenso en espera del sacrificio, dar¨¢ paso con el tiempo al Cristo humanizado. En cierto modo, el que mejor acerca al creyente a la Redenci¨®n. Con todo, el emocionado recogimiento que Zurbar¨¢n deja traslucir en su cordero pascual s¨®lo es igualado por otro artista espa?ol, Bartolom¨¦ Esteban Murillo, del que la galer¨ªa brit¨¢nica ha escogido El Ni?o Jes¨²s descansando sobre la Cruz (1670).
Para un pintor del que no se espera el retrato crudo y sangriento del camino al Calvario, comparado por el cr¨ªtico brit¨¢nico Richard Cork con "una tragedia griega por su dolorosa lentitud", Murillo consigue sintetizar en el lienzo el misterio de la cristiandad. Su Ni?o parece dormir ajeno al futuro, pero lo hace sobre una cruz hecha a medida. Es m¨¢s, bajo su brazo derecho descansa una calavera, pegada a un cuerpo tan indefenso como el del cordero de Zurbar¨¢n. Para un p¨²blico contempor¨¢neo, la evidencia de la mortalidad y la promesa posterior del Cielo del pintor tal vez resulten demasiado pedag¨®gicas. Como si fuera una clase de religi¨®n. La dulzura de facciones del durmiente y el evidente cuidado con que ha sido distribuida la escena, "evita que acabe convirti¨¦ndose en un serm¨®n", seg¨²n Cork.
Aunque la exhibici¨®n s¨®lo incluye 79 objetos en total, la intensidad de algunos hace que el p¨²blico la recorra con m¨¢s calma de lo habitual. En la sala que refleja de manera directa el sufrimiento de la Pasi¨®n, llama la atenci¨®n otro lienzo de Zurbar¨¢n, El velo de Santa Ver¨®nica (1635).
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