La suerte est¨¢ echada
J. J. P?REZ BENLLOCH
La ¨²nica encuesta cierta es el escrutinio, repiten estos d¨ªas los socialistas, procurando que no se les note demasiado la cara que ponen de Pero Grullo. Y uno, a modo de consuelo o autoconsuelo, conviene que as¨ª es, claro. Pero la verdad, resulta dif¨ªcil soslayar la impresi¨®n de que, en esta ocasi¨®n, los demosc¨®picos, casi un¨¢nimes, han decretado ya el veredicto de las urnas, propicio al PP. Las tres jornadas que quedan de campa?a no autorizan a pensar en una prodigiosa hecatombe -que no otra cosa ser¨ªa- del partido gobernante. En otras palabras, la suerte est¨¢ echada.
Aunque quiz¨¢ sea prematuro buscarle los tres pies al gato de la derrota, parece obvio que estaba prescrita por la consabida ley del p¨¦ndulo. O sea, que no era llegado todav¨ªa el momento de darle la vuelta a la tortilla. Y esta ley, a nuestro entender, ha pesado como una losa especialmente en el ¨¢nimo de los candidatos socialistas a quienes, sin escatimarles la voluntad y el ardimiento que derrochan, les hemos vistos faltos de convicci¨®n y, sobre todo, de argumentos. Algunos observadores duchos en estas lides diagnostican que la campa?a de la izquierda, bien porque se haya querido o porque as¨ª ha cuajado, no ha llegado a calentarse lo suficiente para movilizar a su clientela potencial y desarmar a los adversarios.
La circunscripci¨®n de Valencia confirma lo apuntado. La campa?a rebulle, pero no hierve, lo que sin duda favorece a las huestes del presidente Zaplana, instituido en el verdadero candidato. A sus constatadas habilidades dial¨¦cticas e incluso histri¨®nicas no se ha opuesto m¨¢s que la descalificaci¨®n sumaria, lo que es parco municionamiento. Y lo que es m¨¢s notorio: un candidato como el n¨²mero uno de la lista popular, tan suave como inane -decimos de Francisco Camps- puede salir hasta airoso cuando, a estas horas, ya deber¨ªa estar electoralmente crucificado. Verdad es que el mozo rehuye salir a los medios -dicho en t¨¦rminos taurinos- y acaso por consigna rehuye toda confrontaci¨®n, pero a nadie se le escapa su endeblez ret¨®rica y vacuidad pol¨ªtica. Sin embargo, se le ha dejado en barbecho.
Queda por jugar la ¨²ltima carta del debate televisivo, del que nada sabemos cuando escribimos estas l¨ªneas. Pero esa es una carta marcada en tanto que ni es debate ni nada que se le parezca. Pero es que, aun cuando excepcionalmente se debatiese, ser¨ªa raro que incidiese en una audiencia harta de ver bustos parlantes y a menudo tronados. ?Bonita manera de galvanizar el vasto censo de los abstencionistas y decepcionados con marchamo de izquierda!
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