Las esperanzas generadas por el golpe militar se ven frustradas en Pakist¨¢n
La euforia que sigui¨® al golpe militar en Pakist¨¢n, hace casi cinco meses, y la esperanza de que un general sensato podr¨ªa dar la vuelta a este pa¨ªs corrupto y virtualmente en bancarrota han dejado paso a un sentimiento pesimista de que nada ha cambiado y al temor a una nueva guerra con India. La Casa Blanca se plantea si aprovechar el pr¨®ximo viaje del presidente Clinton a India para visitar a los dirigentes militares de Pakist¨¢n y darles el sello de legitimidad que necesitan.
Aunque es pronto para juzgar su actuaci¨®n, el jefe del Ej¨¦rcito de Pakist¨¢n, Pervez Musharraf, no ha hecho todav¨ªa las cosas que el Gobierno estadounidense considera prioritarias: explicar su plan para reinstaurar la democracia y tomar medidas en¨¦rgicas contra un grupo isl¨¢mico fundamentalista al que EEUU ha puesto en su lista de organizaciones terroristas. Y, en una decisi¨®n que dice mucho del cauteloso estilo de gobierno del general, no ha firmado el tratado de prohibici¨®n de armas nucleares. Su ministro de Asuntos Exteriores, Abdul Sattar, se ha pronunciado a su favor, pero el nuevo Gobierno ha decidido no ratificarlo por miedo a irritar a los partidos pol¨ªticos isl¨¢micos. En una entrevista, Sattar se preguntaba por qu¨¦ el nuevo Gobierno deb¨ªa pagar el precio pol¨ªtico de firmarlo cuando el Senado de Estados Unidos hab¨ªa votado contra el tratado. "Las ventajas de firmarlo son inciertas y las desventajas de la oposici¨®n pol¨ªtica en casa son concretas", a?adi¨®.Estos razonamientos para justificar la falta de acci¨®n, o su retraso, han frustrado a quienes pensaron que los militares gobernar¨ªan con la r¨¢pida decisi¨®n con la que derrocaron al primer ministro Nawaz Sharif. Mientras Musharraf se presenta a s¨ª mismo como la ant¨ªtesis de un pol¨ªtico, su Gobierno ha puesto especial atenci¨®n en cuidar ciertos distritos electorales. Mientras arrestaba a 90 personas, incluidos hombres de negocios, bajo cargos de falta de pago de pr¨¦stamos bancarios, no ha perseguido a oficiales o jueces por cargos de corrupci¨®n. Los funcionarios se han dado cuenta de que los militares y la judicatura tienen sus propios sistemas de medir la responsabilidad. Los militares no tienen apetito para investigaciones propias y no quieren distanciarse de los jueces que ven casos que desaf¨ªan la constitucionalidad del golpe militar.
El Gobierno tambi¨¦n ha sido cauteloso en su pol¨ªtica econ¨®mica. Musharraf dijo que gravar¨ªa los ingresos agr¨ªcolas de los terratenientes feudales que siempre hab¨ªan escapado a estos pagos y que ampliar¨ªa los impuestos comerciales para que alcanzaran a los vendedores al por menor. Pero en vez de hacerlo directamente, su ministro de Finanzas, Shaukat Aziz, un antiguo alto ejecutivo de Citibank, dice que ha usado los ¨²ltimos meses para desarrollar el nuevo sistema de impuestos y ganar una mayor aceptaci¨®n entre aquellos que tendr¨¢n que pagarlos el pr¨®ximo julio, cuando comience el nuevo ejercicio presupuestario. "Estamos cambiando la cultura de una sociedad en la que a nadie le gusta pagar impuestos y en la que evitarlos es una pr¨¢ctica habitual", dice Aziz.
En la esfera pol¨ªtica, el Gobierno dice que dar¨¢ un primer paso de vuelta a la democracia con elecciones locales que se celebrar¨¢n a finales de a?o, pero no ha ofrecido ning¨²n calendario para unas elecciones generales. "Est¨¢n hablando de devolver el poder a las instituciones locales cuando no tenemos ni un Parlamento", dice Asma Jehangir, un abogado y l¨ªder pro derechos humanos cuyo padre fue un miembro del Parlamento que pas¨® cuatro a?os en prisi¨®n bajo los dos Gobiernos militares anteriores. "Es un chiste. ?C¨®mo puedes tener libertad al nivel m¨¢s bajo cuando no hay libertad en ning¨²n sitio?".
La impacencia por el lento camino del cambio es tangible, no s¨®lo entre los intelectuales sino tambi¨¦n entre los pobres. La gente que dio la bienvenida a la promesa del general de que har¨ªa lo que Sharif no consigui¨® -gravar a los ricos, castigar a los corruptos, revivir la econom¨ªa y construir una democracia "real"- aseguran ahora que no hay ninguna diferencia. Abdul Halim, un sastre de Peshawar que se ha saltado el desayuno y el almuerzo para que su mujer y sus seis hijos puedan comer, es pesimista. "Es el cuarto general y todav¨ªa no hemos logrado una vida mejor", afirma. A pesar de su desilusi¨®n, espera que Clinton viaje al pa¨ªs. "Quiz¨¢s ¨¦l pueda parar la guerra entre India y Pakist¨¢n".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.