Anamnesis y 'efecto Lourdes'
He podido leer en varios peri¨®dicos europeos distintas opiniones de ilustres juristas que, si desde un punto de vista ¨¦tico y pol¨ªtico comentan con pesar la decisi¨®n del ministro brit¨¢nico Straw de devolver al general Pinochet a Chile por motivos de salud, la juzgan al mismo tiempo un acto de civilizaci¨®n jur¨ªdica, puesto que, con independencia de los cr¨ªmenes que un individuo haya cometido, ¨¦ste no puede ser juzgado si sus condiciones ps¨ªquicas y f¨ªsicas no son tales como para consentir un proceso en el cual pueda defenderse adecuadamente.Incluso podr¨ªa decirse m¨¢s: que este acto de "civilizaci¨®n jur¨ªdica" es un aut¨¦ntico bofet¨®n moral, no s¨®lo frente a un pa¨ªs que no ha querido procesar al dictador cuando su salud era perfecta, sino, sobre todo, como parang¨®n con la escasa "civilizaci¨®n jur¨ªdica" de la que el general Pinochet hizo gala durante su golpe militar y a lo largo de los a?os de su dictadura. Como si ¨¦l se hubiera preocupado alguna vez de preguntar a sus prisioneros cu¨¢l era su estado de salud: no hab¨ªa certificado m¨¦dico que valiera. Es cierto que los suyos eran juicios sumarios, celebrados no con c¨®digo alguno, sino con el pelot¨®n de ejecuci¨®n o con los instrumentos de tortura. Pero incluso as¨ª, ?vamos, hombre!, es que ni una sola vez expres¨® el general Pinochet, por ejemplo, la m¨¢s m¨ªnima preocupaci¨®n por un anciano arrastrado al estadio de Santiago, ni se le oy¨® decir: "Disculpe, se?ora, ?est¨¢ usted en estado interesante?, pues entonces torturarla podr¨ªa comportar complicaciones para su embarazo". Ni se le ocurri¨® algo semejante. Y hacerle notar con un gesto de "civilizaci¨®n jur¨ªdica" nuestra superioridad, podr¨ªa revelarse, no s¨®lo de enorme elegancia, sino tambi¨¦n de notable eficacia did¨¢ctica. El m¨¦todo Montessori de educar con el buen ejemplo podr¨ªa dar sus frutos.
Pero, aparte de estas consideraciones referidas a la conclusi¨®n del asunto, tal vez lo m¨¢s oportuno sea que nos detengamos en las motivaciones que han llevado a ella. Puesto que el ministro brit¨¢nico ha tomado su decisi¨®n en base a un informe m¨¦dico, y puesto que un resumen de los puntos principales de ¨¦ste apareci¨® publicado en EL PA?S del pasado 17 de febrero con el t¨ªtulo de "Da?os en el cerebro", quisiera detenerme a comentarlo. El informe, firmado por dos m¨¦dicos de medicina general, J. Grimley-Evans y M. J. Denham, y por la neuropsic¨®loga Mar¨ªa Wilke, consta de cuatro secciones: 1. Examen m¨¦dico, 2. Estado f¨ªsico, 3. Estado mental y 4. Pron¨®stico. La primera secci¨®n contiene un breve pr¨®logo descriptivo en el que leemos: "El senador Pinochet lleg¨® en una silla de ruedas y fue entrevistado desde la cama. Tiene una leve sordera, pero es capaz de mantener una conversaci¨®n con su aud¨ªfono conectado. Estaba alerta y cooperante, pero se cansaba con facilidad. Su voz era baja y mon¨®tona en el tono. Su habla era neutral. En el apartado A de esta primera secci¨®n, llamada "Cerebraci¨®n", los m¨¦dicos escriben: "Mostr¨® lentitud de comprensi¨®n y dificultad en comprender instrucciones complejas". El apartado B se refiere a la puntuaci¨®n intelectiva, y en ¨¦l el estado mental del general Pinochet recibe una valoraci¨®n de 23 puntos sobre 30. Por ¨²ltimo, el apartado C, es decir, el "estado an¨ªmico", reza: "Ninguna evidencia de depresi¨®n. Sentido del humor intacto". En la segunda secci¨®n, es decir, en el "Estado f¨ªsico", se nos dice: "Actualmente, el senador Pinochet ser¨ªa capaz de asistir al juicio, pero los efectos de las dolencias cardiovasculares han aumentado a pesar del tratamiento id¨®neo". En la secci¨®n tercera, es decir, en el "Estado mental", los m¨¦dicos aseguran, por el contrario, que, bajo este aspecto, el senador Pinochet no est¨¢ en condiciones de soportar un juicio, entre otras cosas, por el siguiente motivo: "Fallos de memoria para acontecimientos remotos y recientes". En la secci¨®n final, que propone un "Pron¨®stico" que a su manera es un diagn¨®stico, los m¨¦dicos concluyen que "el estr¨¦s (...) que probablemente ocasionar¨ªa un juicio provoca reacciones fisiol¨®gicas que podr¨ªan acelerar el progreso de la dolencia vascular". Los honestos m¨¦dicos admiten a continuaci¨®n que han sido "informados" de que el senador Pinochet "mostr¨® en el pasado una capacidad personal notable para superar el estr¨¦s", raz¨®n por la que declaran no estar capacitados "para emitir una opini¨®n concluyente sobre los efectos que el juicio en curso tendr¨ªa sobre la salud" del paciente. La observaci¨®n conclusiva es la siguiente: "No existe evidencia alguna de que el senador Pinochet est¨¦ intentando falsear incapacidad alguna". (Todas las cursivas son m¨ªas).
En su escrupulosa relaci¨®n, los honestos m¨¦dicos brit¨¢nicos han dejado de lado, sin embargo, una parte capital de todo examen m¨¦dico que se precie. En la tradici¨®n hipocr¨¢tica, que es la base de nuestra medicina, al igual que los derechos de las personas son la base de nuestra civilizaci¨®n jur¨ªdica, los m¨¦dicos, para llegar a un diagn¨®stico serio deben someter al paciente a una anamnesis. ?Qu¨¦ es la anamnesis? Cualquier diccionario de medicina nos aclarar¨¢ que se trata de una parte del examen cl¨ªnico que re¨²ne todos los datos personales, hereditarios y familiares del enfermo, incluyendo condiciones de vida, costumbres y enfermedades padecidas por ¨¦ste. Y se a?ade que "la anamnesis familiar, la anamnesis fisiol¨®gica y la anamnesis patol¨®gica remota son esenciales para la resoluci¨®n del problema del diagn¨®stico". As¨ª, por ejemplo, si un m¨¦dico visita a un paciente con s¨ªntomas patol¨®gicos de par¨¢lisis acompa?ados por una progresiva manifestaci¨®n de chocheo, se preocupar¨¢ por averiguar si en su familia ha habido casos de s¨ªfilis. O si el propio enfermo ha podido frecuentar prost¨ªbulos en su juventud, porque una s¨ªfilis mal curada y soterrada puede llevar a la demencia y a la par¨¢lisis. El informe m¨¦dico brit¨¢nico, por el contrario, considera al general Pinochet como una criatura ca¨ªda desde Marte que, encontr¨¢ndose por casualidad en Londres, ha comenzado a mostrar s¨ªntomas patol¨®gicos. Su primera observaci¨®n, en la secci¨®n primera, al evidenciar un total desconocimiento del pasado del general, puede incluso resultar grotesca. ?ste, nos dicen, se mostr¨® alerta y cooperante. Como si no hubieran sido ¨¦stas las principales caracter¨ªsticas que permitieron al general Pinochet llevar a cabo su sangriento golpe de Estado. Alerta, o mejor dicho alert¨ªsimo, para imponer en el momento oportuno las reglas fascistas que un Gobierno democr¨¢tico leg¨ªtimo hab¨ªa eliminado de Chile (o para "defender a su propio pa¨ªs del comunismo", seg¨²n una lectura distinta), Pinochet fue, sin duda, un magn¨ªfico cooperador. Ya no es ning¨²n misterio, porque ha sido revelado recientemente por los archivos estatales norteamericanos, que su capacidad de cooperaci¨®n con la CIA y con las multinacionales estadounidenses
que hab¨ªan perdido en Chile sus privilegios econ¨®micos result¨® fundamental. Fue una condici¨®n indispensable para la aniquilaci¨®n de la democracia chilena. Pero tambi¨¦n el apartado A, es decir, la llamada "Cerebraci¨®n", definida por su dificultad en comprender instrucciones complejas, forma parte indudablemente de su anamnesis, es decir, de su pasado. Incluso forma parte de su soma, lo tiene impreso en el rostro y no puede ser disimulada por ning¨²n disfraz. Es m¨¢s que evidente que Pinochet nunca ha sido capaz de recibir instrucciones que no fueran elementales. Por ejemplo: "General, es el momento de bombardear el Palacio presidencial". O bien: "General, a los prisioneros del estadio de Santiago que los fusilen al amanecer". Pinochet colgaba el tel¨¦fono con satisfacci¨®n: lo hab¨ªa entendido.
Y no sorprende, desde luego (apartado C: "Estado an¨ªmico"), la observaci¨®n de los m¨¦dicos de que no manifiesta ninguna evidencia de depresi¨®n y de que sigue manteniendo su sentido del humor intacto. ?Pero cu¨¢ndo se ha visto, en toda la historia del siglo XX, a un verdugo deprimido? La depresi¨®n corresponde a las v¨ªctimas, como nos ha ense?ado Primo Levi, debido al tormento, a la verg¨¹enza y al recuerdo de la violencia sufrida. Los verdugos de los campos de concentraci¨®n y de otras masacres, desde Eichmann hasta Priebke, jam¨¢s han demostrado desaz¨®n alguna, porque ello supone dolor, contrici¨®n, remordimiento. Pero no cabe duda de que el sentido del humor del dictador chileno ha permanecido intacto, probablemente en la amplia acepci¨®n entre el luto y la idiotez que Breton atribuy¨® al humor negro. Y no cabe tampoco duda de que otro aspecto destacado por los m¨¦dicos brit¨¢nicos, es decir, la capacidad en el pasado del general Pinochet de superar el estr¨¦s, es exacto. Debe de ser muy estresante masacrar a un pueblo y torturar a miles de personas, y Pinochet ha demostrado poder superar estas pruebas con una incre¨ªble lozan¨ªa, a la que un juicio hubiera podido afectar peligrosamente.
Pero si los m¨¦dicos brit¨¢nicos, al descuidar la anamnesis, han omitido la historia personal de la patolog¨ªa de Pinochet, el ministro Jack Straw, al decidir no entregarlo a Espa?a, ha realizado un gesto de omisi¨®n frente a la historia. Como justamente ha observado Antonio Cassese en La Repubblica del 4 de marzo, "el juicio no hubiera tenido como finalidad principal la de llevar a penas de detenci¨®n, lo que para un acusado de su edad hubiera podido resultar contrario a los principios de nuestra civilizaci¨®n. El juicio hubiera servido, adem¨¢s de para hacer justicia a las v¨ªctimas y a los supervivientes, sobre todo para iluminar una p¨¢gina oscura y tr¨¢gica de la historia chilena. Habr¨ªa sido, por lo tanto, de enorme inter¨¦s ¨¦tico e hist¨®rico". Pero quiz¨¢ la mejor prueba de la escasa fiabilidad de un diagn¨®stico carente de anamnesis la ha proporcionado el propio Pinochet, quien, tras presentarse en silla de ruedas ante los doctores de Straw (dispuest¨ªsimos a creer que no estaba simulando su aparente debilidad), en cuanto baj¨® del avi¨®n salt¨® de su silla de ruedas para abrazar a los generales que lo estaban esperando. Y su gallard¨ªa se despert¨® de sopet¨®n al o¨ªr las marchas militares funestas y al ver sus amados fusiles ametralladores que los soldados presentes esgrim¨ªan amenazadoramente contra Chile, contra Europa, contra el Mundo. Y la memoria, esa que a los supervivientes de sus masacres o a los parientes de sus v¨ªctimas provocar¨¢ para siempre angustiosos insomnios, le volvi¨® de repente. Levant¨® un brazo y sonri¨® con satisfacci¨®n.
Una de dos: o los m¨¦dicos brit¨¢nicos no supieron comprender que para quien fue capaz de simular fidelidad a una Constituci¨®n y a un jefe de Gobierno para traicionarlos salvajemente, era un juego de ni?os fingir frente a tres batas blancas, o bien la visi¨®n de sus adoradas armas, el ruido de las balas al entrar en el cargador y las hileras de botas que lo esperaban provocaron en ¨¦l ese regenerador efecto psicosom¨¢tico que los psiquiatras denominan efecto Lourdes, que puede llevar incluso a la repentina cura de los casos m¨¢s desesperados. La neuropsic¨®loga Mar¨ªa Wike y el ministro de M¨ªster Blair tienen un excelente motivo de reflexi¨®n.
Antonio Tabucchi es escritor italiano Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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