Vuelve Fukuyama VICENTE VERD?
Una oleada de reconstrucci¨®n moral se estar¨ªa extendiendo en estos momentos por todo Occidente. En contra de las patentes desigualdades sociales, en contraposici¨®n a las superexplotaciones de emigrantes, en contrapeso al ego¨ªsmo hiperindividualista, Francis Fukuyama, el autor de El fin de la historia, sostiene que ha comenzado el tiempo de la regeneraci¨®n. El libro donde enarbola esta tesis, reci¨¦n traducido por Ediciones B, se llama La gran ruptura y arranca desde los famosos a?os sesenta, cuando se registr¨® una quiebra general. La gran ruptura; o la gran reconstrucci¨®n podr¨ªa titularse la obra. Este ensayo de Fukuyama puede leerse bien como la denuncia del derrumbe de capital social que desencadenaron los sesenta o bien como el porvenir que ya amanece con el siglo XXI. Los a?os sesenta marcaron un giro en el sistema capitalista y, de la misma manera que en el siglo XIX se pas¨® de un capitalismo agrario a un capitalismo industrial, a mitad del siglo XX se deriv¨® del capitalismo de producci¨®n al capitalismo de la informaci¨®n. En ese trance, la mujer se incorpora masivamente al trabajo, la libertad sexual se favorece mediante la p¨ªldora, la familia se disgrega, la disciplina se relaja en las escuelas y en las dem¨¢s instituciones aumenta la criminalidad, la tasa de divorcios, el consumo de drogas, la exigencia de la satisfacci¨®n o el placer inmediatos frente a la virtud del sacrificio de la espera.
A ese conjunto de factores que definir¨ªan un cambio de ¨¦poca lo llama Fukuyama La gran ruptura. Una ruptura que se manifiesta con una degradaci¨®n del sentimiento colectivo, un aumento de la desconfianza en los otros, una p¨¦rdida de lealtad o fidelidad, un olvido religioso, un descr¨¦dito de la jerarqu¨ªa y un amplio relativismo moral. Pero, se pregunta Fukuyama, ?ha terminado para siempre el antiguo orden? Cualquiera podr¨ªa diagnosticar que siendo ahora otro tiempo, surgir¨¢ un orden diferente y nuevo, acaso todav¨ªa desconocido, acaso incipiente y sin clara determinaci¨®n. Pero, para Fukuyama, fiel a su afici¨®n por rebobinar la historia, ser¨¢ pr¨¢cticamente el mismo orden antiguo el que regresa, revestido de algunas variantes, pero sustantivamente de igual condici¨®n.
Los ¨²ltimos datos sobre la sociedad norteamericana vienen a sustentar su fe. All¨ª la tasa de delincuencia se ha reducido en m¨¢s de un 15% desde la cifra m¨¢xima a comienzos de los noventa; la tasa de divorcios ya no alcanza la cima de principios de los ochenta y el porcentaje de nacimientos de hijos de madres solteras ha dejado de aumentar. Pero adem¨¢s -y esto le parece igualmente positivo al autor- el n¨²mero de beneficiarios de la seguridad social, fuente de abulia y crimen a su juicio, ha disminuido notablemente desde las reformas de 1996. En conclusi¨®n, las cosas recobran su viejo cauce.
Es verdad, reconoce Fukuyama, que el sexo no es lo que era y ser¨ªa muy ingenuo suponer que regresar¨¢ la preceptiva victoriana, pero la religi¨®n va viento en popa en su contempor¨¢neo revival. No es esta religi¨®n la creencia dogm¨¢tica y en¨¦rgica del pasado, pero s¨ª una religi¨®n que cumple su misi¨®n de vincular a la comunidad y patrocinar acciones espirituales y ben¨¦ficas. No es pues cierto, va concluyendo Fukuyama, que el denostado capitalismo neoliberal reciente contribuya a la disgregaci¨®n de las sociedades sino al rev¨¦s. Gracias al capitalismo neoliberal se reintegra el perdido "capital social" y se atiende, por ejemplo, a la eviterna demanda humana de confianza en el otro. As¨ª, en los negocios modernos reaparece la ¨¦tica de la empresa o del comerciante, cuya actuaci¨®n honorable no necesitar¨¢ responder a un requerimiento virtuoso sino sencillamente al inter¨¦s por fidelizar a la clientela. El funcionamiento neoliberal se revela as¨ª como un creador autom¨¢tico e inagotable de trama moral, ajust¨¢ndose como una segunda piel a la naturaleza de la especie. ?Puede pues concebirse una invenci¨®n superior? ?Es o no es el fin de la Historia?
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