Entre el rojo sangre y el azul telediario
![Miguel Gonz¨¢lez](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fddbddc3c-c44a-42bd-92a6-bfe243bd41e4.jpg?auth=884052354661878081b5abb0f7daf07371836e0609c3f6a734727284d2699e83&width=100&height=100&smart=true)
Mi¨¦rcoles 8 de marzo. Barcelona. Palacio Nacional de Montju?c. Aznar se apoya sobre el atril, ligeramente recostado, y se encara con una se?ora. "?Has sido t¨²?", le espeta. Ella asiente, asumiendo la autor¨ªa del piropo. "T¨®mate algo", sonr¨ªe satisfecho, antes de darse la vuelta y retomar el discurso.Unas 500 personas rodean al candidato por la espalda, acomodadas en gradas, al estilo del teatro griego. Recuerdan el coro de la tragedia cl¨¢sica, un personaje colectivo que interpela al h¨¦roe, aunque en esta obra s¨®lo caben buenos augurios.
Desde donde est¨¢ emplazada la prensa no se entienden con claridad sus comentarios. Aznar s¨ª los escucha y puede elegir cu¨¢les atiende y cu¨¢les pasa por alto. En ocasiones, les manda callar, con un gesto imperativo de la mano. Otras veces se enreda en un di¨¢logo interminable, como cuando relata su visita a Terrasa y desde todos los rincones le piden a voces que acuda a un sinf¨ªn de pueblos de Catalu?a.
Oportunamente, un ciudadano de color negro est¨¢ sentando detr¨¢s del orador. Poco h¨¢bil debe ser el c¨¢mara para no captar ese plano que le regala, aplaudiendo mientras el presidente proclama que los inmigrantes deben beneficiarse de la riqueza que contribuyen a crear. Aunque quiz¨¢, queda la duda, no se refiera a esos inmigrantes, sino a ?ngel, de 77 a?os, natural de Almadenejos (Ciudad Real), o a Palmira, 72 a?os, de La Carolina (Ja¨¦n), votantes desde siempre del PP, antes AP, en Catalu?a.
Pero no es f¨¢cil evitar, entre tanto actor improvisado, que una voz disonante se salga del gui¨®n. Ocurre hacia el final, cuando un seguidor le pregunta ingenuamente por qu¨¦ los organizadores del acto le han arrebatado su bandera espa?ola.
Esta vez, el comentario lo escucha todo el auditorio. Durante unos segundos, la genta mira a su alrededor y comprueba que no hay en el recinto ni una ense?a espa?ola, ni una senyera catalana, s¨®lo banderolas blancas, con las siglas del partido y la gaviota, del tama?o de un folio, que las manos agitan r¨ªtmicamente cada vez que resuena la sinton¨ªa de campa?a.
El candidato resta importancia al incidente, alega que hay muchas formas de expresar los sentimientos y reconduce la atenci¨®n hacia otros derroteros.
Lo de las banderas y pancartas -hay una que elogia la "onradez" de Aznar y ¨¦l la disculpa cordialmente: "la intenci¨®n es buena, aunque falta una hache"- es un asunto de la mayor importancia.
A fin de cuentas, el escenario no es s¨®lo la tribuna de los oradores. El escenario, o mejor dicho el plat¨®, es el sal¨®n oval de este palacio modernista, m¨¢s propio para un baile de ¨¦poca que para un mitin, donde 2.000 personas se acomodan en sillas de pl¨¢stico.
Para que el espect¨¢culo resulte vistoso no basta que los discursos sean breves, directos, chispeantes -un bien escaso en esta campa?a-, hace falta que los figurantes, todo el p¨²blico, acompa?en con su entusiasmo. Porque los verdaderos espectadores, que no se cuentan por miles sino por millones, est¨¢n en sus casas, c¨®modamente sentados frente al televisor.
Los asistentes no acaban de asimilar esta idea y se quejan, en alg¨²n momento incluso airadamente, de que una densa fila de c¨¢maras, alzada sobre una plataforma, les oculte por completo la visi¨®n del candidato.
Con un tercio del p¨²blico a la espalda del orador y el resto tras una muralla de tr¨ªpodes y focos, s¨®lo los cargos del partido y periodistas pueden ver el rostro a Aznar cuando advierte de que volver¨¢n "los a?os tristes, negros y tenebrosos" si llega a ganar el PSOE.
Las notas del himno electoral, que puntean como fondo sus ¨²ltimas palabras, presagian que el acto se acaba y es la ocasi¨®n de acercarse al l¨ªder para pedirle un aut¨®grafo, darle la mano, tocarlo. Porque ¨¦se es el ¨²nico privilegio de los asistentes: unos pocos podr¨¢n presumir de haber sentido su cercan¨ªa f¨ªsica, aunque sea a trav¨¦s de las vallas que cierran el pasillo por el que se marcha.
Los anuncios del PSOE muestran a Joaqu¨ªn Almunia repartiendo saludos y abrazos a la gente. Pero el candidato socialista es un hombre t¨ªmido al que el 9 de marzo en Barcelona ni siquiera arrancaron de su silla los boleros del gitano catal¨¢n Moncho. Y eso que hasta su mujer, Milagros Candela, se atrevi¨® a ensayar unos pasos de baile con Pasqual Maragall.
Uno adivina a Almunia azorado mientras los teloneros, los candidatos locales que le preceden en el uso de la palabra, le abruman con una cascada de elogios que rozan la adulaci¨®n. Uno de los recursos m¨¢s comunes entre los mitineros de todos los partidos es dirigirse directamente al l¨ªder, relegando a todos los dem¨¢s presentes a la condici¨®n de meros testigos de un supuesto di¨¢logo ¨ªntimo.
Si en la escenograf¨ªa del PP predomina el fr¨ªo azul¨®n, s¨®lo por casualidad coincidente con el tono de los telediarios, seg¨²n la Junta Electoral, en los m¨ªtines del PSOE manda el rojo, el color caliente de la sangre, como recordaba el jueves el rockero Loquillo. La derecha tiene la cartera, vino a decir, pero el coraz¨®n est¨¢ a la izquierda.
Cuando una multitud de m¨¢s de 15.000 personas llena el Palau Sant Jordi -desmintiendo a quienes auguraban un desastre de sillas vac¨ªas- los recursos de marketing sobran. En Barcelona, Almunia no se subi¨® al escenario -como Aznar ha tomado por costumbre y ¨¦l mismo ha hecho alguna vez- a un grupo de adolescentes, informalmente sentados en el suelo y escolarmente atentos a sus explicaciones, para demostrar que la juventud le acompa?a. Los j¨®venes estaban en la cancha, jaleando con sus gritos, coreando consignas, cantando y brincando, y su presencia bullanguera era patente.
Tampoco se proyect¨® en Barcelona el v¨ªdeo biogr¨¢fico que el PSOE ha paseado por Espa?a para presentar a un Almunia en blanco y negro, con aire de Che Guevara y m¨²sica de Violeta Parra. Por fortuna. No hubiera tenido ninguna posibilidad de competir con el corto en favor de los socialistas protagonizado por Antonio Banderas.
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