Pesos rigurosamente vigilados
JAVIER MINA
La urna est¨¢ echada. Otros dir¨¢n la suerte, pero depender¨¢ de lo que salga de esa caja donde, como dir¨ªa un cursi, se cristaliza la democracia. Aunque lo m¨¢s probable es que todos salgan ganando por aquello de que todo es seg¨²n el cristal con que se mire. Se trata de las eternas leyes de la ¨®ptica electoral y sus jornadas de reflexi¨®n, de refracci¨®n o bifocales de ah¨ª que, por mucho que parezcan dirigirse al ojo, se dirijan a la boca imponiendo silencio: el d¨ªa de los comicios s¨®lo pueden hablar las papeletas y, el anterior, la masa cerebral, que no es que hable sino que, por falta de costumbre, mete ruido al reflexionar. Pues bien como no soy una papeleta ni quiero engordar tampoco la lista de desafueros me ce?ir¨¦ a hablarles del engorde, ya saben, ese acto cuyas consecuencias no quedan reflejadas en las urnas sino en los espejos.
Resulta que un informe norteamericano afirma que el n¨²mero de obesos iguala en el mundo al de hambrientos. Vamos, que desnutridos y gordos van empatados. Lo grande est¨¢ en que el empate se produce en el interior de cada mundo, si preferimos considerar de este modo a ese dislate llamado civilizado o Primero y al horror llamado Tercero. As¨ª, el porcentaje de ni?os obesos en USA iguala al de desnutridos, situaci¨®n que se repite en algunos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo como Colombia o Brasil donde cuentan con un porcentaje de obesos del 41% y del 36% respectivamente que igualar¨ªa -o superar¨ªa ligeramente- al de hambrientos. De acuerdo con esto, la soluci¨®n no podr¨ªa ser m¨¢s f¨¢cil, ya que bastar¨ªa con que cada comil¨®n sentara en su mesa a un muerto de hambre para que ambos quedasen en un t¨¦rmino medio saludable. En caso de que al tripero le diera reparo comer junto al pobre, podr¨ªa alimentar, con la comida excedente, una red de distribuci¨®n que, al ser local -si la igualdad se da a escala mundial y nacional, ?por qu¨¦ no iba a darse a nivel municipal?-, resultar¨ªa tirada.
Incluso la misma proximidad podr¨ªa servir de acicate, ya que adoptar a un fam¨¦lico cercano y ver c¨®mo mejora gracias a aquello de lo que uno se priva constituir¨ªa un est¨ªmulo eficac¨ªsimo. El intercambio de tickets de b¨¢scula y fotos peri¨®dicas o, en pa¨ªses con menos recursos, el cruzarse por la calle, resultar¨ªan determinantes para mantener abiertas las expectativas m¨¢s halag¨¹e?as. El problema es que no salen las cuentas. Por ejemplo, en ?frica. ?De d¨®nde iba a sacar gordos si s¨®lo tiene espectros? Desde luego no creo que ah¨ª sirviera engordar hasta la obesidad a la mitad de la poblaci¨®n para que luego pusiera sus ganas de adelgazar -esto s¨ª que lo hacemos bien, pues conseguimos incluso que se culpabilicen- a contribuci¨®n de los desnutridos. Pero no conviene desmayar, se trata de echarle, como tanto se repite por aqu¨ª, imaginaci¨®n, pues el citado informe habla de que el hambre no lo es siempre por falta de alimentos (?lo sabr¨¢n las productoras de transg¨¦nicos con esa filfa de que sus car¨ªsimas y est¨¦riles semillas acabar¨¢n con el hambre mundial?), pues con educar a las madres y mejorar el acceso a la salud se reducir¨ªa en un 75% la subalimentaci¨®n infantil.
Lo que sea, con tal de acabar con semejante lacra. Claro que entonces volver¨ªa a la palestra el problema de la superpoblaci¨®n y tendr¨ªamos que inventarnos guerras y otras cat¨¢strofes para que la propia Tierra no sucumbiera al sobrepeso. Pero ya estudiar¨ªamos el tema llegado el caso, porque cuanto menos pobre se es menos se procrea. Entre tanto, habr¨ªa que apostar por la distensi¨®n para no llegar al extremo que llegaron Bernard Shaw -bajito y delgado- y Chesterton -enorme y gord¨ªsimo- cuando el primero le dijo al segundo, y eso que ambos eran ingleses y escritores, que de estar tan gordo como ¨¦l se ahorcar¨ªa, a lo que el fatibomba contest¨® socarr¨®n: "Si alguna vez decido colgarme, le utilizar¨¦ a usted como cuerda". Y es que no corren buenos tiempos para los gordos (para los desnutridos ni corren). Cuentan, por no salir de los comicios (y bebicios), que V¨ªctor Hugo odiaba tanto a los gordos que en el Parlamento votaba lo contrario que un gordo que ten¨ªa en-frente. Pero antes hab¨ªa escrito Los Miserables.
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