Una victoria indiscutible superfluamente ensuciada JAVIER PRADERA
A diferencia de las convocatorias de 1993 y 1996, las encuestas no se equivocaron esta vez en contra del PP sino a su favor: la pregonada diferencia de cinco puntos y de una mayor¨ªa relativa en torno a 170 esca?os ha dejado paso a una distancia de diez puntos y a una mayor¨ªa absoluta de 183 esca?os (aunque el incremento de votos solo haya sido de 200.000). Esa victoria ha quedado superfluamente ensuciada por la usurera estrategia de una campa?a electoral dise?ada para evitar el mas m¨ªnimo riesgo a su candidato a la presidencia del Gobierno aun a costa de hacerle incumplir sus anteriores promesas. La decisi¨®n tomada por Aznar de rehuir los debates con los dem¨¢s candidatos y de negarse incluso a conceder entrevistas a medios de comunicaci¨®n escritos, radiof¨®nicos y televisos independientes seguramente ha velado sus dulces sue?os pero tambi¨¦n ha privado a los votantes de su derecho a disponer de la mejor informaci¨®n posible sobre las cuestiones disputadas en estos comicios.Los populares optaron por enfriar el clima pre-electoral en la seguridad de que el adormecimiento de la sensibilidad ciudadana servir¨ªa para obstaculizar la movilizaci¨®n de la izquierda; los estrategas de la campa?a parecieron descartar de antemano la posibilidad de que esos frustrados debates y esas fallidas entrevistas deparasen al presidente del Gobierno la oportunidad de ganar nuevos votos mediante su capacidad de argumentaci¨®n y raciocinio. El descenso de la participaci¨®n en siete puntos confirma el acierto t¨¦cnico de esa estrategia; ahora bien, los ardides maquiavelianos al servicio de las conveniencias partidistas pueden agredir -como en este caso- los valores del sistema democr¨¢tico: de aqu¨ª en adelante, la institucionalizaci¨®n de los debates televisivos entre los candidatos a la presidencia del gobierno con posibilidades reales de alzarse con la victoria deber¨ªan convertirse en un uso pol¨ªtico vinculante ante la opini¨®n p¨²blica.
Abstracci¨®n hecha de ese chafarrin¨®n superfluo en la gen¨¦sis de su indiscutible ¨¦xito, Aznar ha recibido el premio electoral del que le hab¨ªan hecho acreedor los logros obtenidos por su gobierno durante los pasados cuatro a?os sobre todo en el terreno de la pol¨ªtica econ¨®mica. Los hechos han dado la raz¨®n al presidente del Gobierno en lo que respecta a su decisi¨®n de agotar su mandato y no disolver la legislatura antes de su vencimiento: la lluvia fina de la prosperidad y la reducci¨®n de los impuestos no solo ha calado en el electorado sino que se ha convertido en un chaparr¨®n de votos. La mayor¨ªa absoluta permitir¨¢ al PP gobernar en solitario sin necesidad de contar con la benevolencia de los nacionalistas catalanes, vascos y canarios; todav¨ªa mas importante ser¨¢ que sus 183 diputados le permitir¨¢n -y obligar¨¢n- a cumplir todos los compromisos de su programa electoral desgranados durante las ¨²timas semanas con admirable prodigalidad.
Al rese?ar un partido de f¨²tbol terminado con un abultado tanteador, los cronistas deportivos dudan entre elogiar exclusivamente el buen juego del equipo ganador o echar tambi¨¦n la culpa a la alineaci¨®n, al entrenador o a los errores t¨¢cticos del once derrotado. Los socialistas no s¨®lo han quedado ampliamente descolgados de los populares (a 58 diputados de distancia) sino que han sufrido una impresionante sangr¨ªa de casi dos millones de votos. La fr¨ªvola tentativa de convertir a Almunia en el chivo expiatorio de la derrota del PSOE no s¨®lo ser¨ªa injusta en t¨¦rminos personales sino que servir¨ªa a los socialistas de coartada para seguir mecidos en el autoenga?o: la ejemplar dimisi¨®n de Almunia como secretario general la misma noche de la derrota ha mostrado su talante moral para estar a la altura de los acontecimientos y su capacidad pol¨ªtica para comprender las profundas ra¨ªces del deterioro de su partido. Parece evidente que los socialistas necesitan una renovaci¨®n -no s¨®lo generacional- de su fatigado banquillo: tambi¨¦n el Real Madrid se vi¨® obligado a jubilar a la quinta del Buitre cuando aquellos grandes jugadores que le hab¨ªan dado varios campeonatos acumularon demasiado plomo en las piernas. Del aire mortecino, oscuro y autista del PSOE en esta convocatoria no ha tenido la culpa Joaqu¨ªn Almunia (obligado contra sus deseos a sustituir al dimitido Borrell como candidato presidencial) sino unas listas confeccionadas con pautas semejantes a los criterios para escoger jugadores -correosos, leales y pundonorosos- aplicados por Javier Clemente en sus tiempos de seleccionador nacional; no es f¨¢cil que la burda manipulaci¨®n de Televisi¨®n Espa?ola a favor del Gobierno pueda despertar de verdad la sincera indignaci¨®n de los ciudadanos cuando los denunciantes de esos abusos son las personas que ordenaron ese mismo trabajo sucio en la ¨¦poca socialista.
Si malas han resultado las elecciones para el PSOE, todav¨ªa peores han sido para IU, que ha perdido mas de la mitad de sus esca?os y votos. No parece que el pacto pre-electoral de la izquierda haya sido el factor decisivo de ese fracaso: si las dos formaciones hubieran marchado por separado su suerte habr¨ªa sido probablemente peor. Desde la victoria por mayor¨ªa absoluta del PSOE en 1982, el remozamiento demogr¨¢fico (mas de la mitad de los ciudadanos del 2000 no ten¨ªan en 1977 edad para votar) y las transformaciones econ¨®micas y sociales producidas en la Espa?a democr¨¢tica durante estos a?os tal vez hayan desplazado el centro de gravedad del electorado hacia una zona pol¨ªtica e ideol¨®gica mas templada y pragm¨¢tica.
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