Profesores pol¨ªticos
Cuando ten¨ªa catorce a?os tuve una profesora a la que debo la lecci¨®n magistral de la curiosidad y del di¨¢logo. Es decir, una profesora pol¨ªtica. Lleg¨® al colegio cuando el curso, 1? de BUP, ya hab¨ªa comenzado, y sucedi¨® por azar, pues ven¨ªa en sustituci¨®n de otra. La nueva profesora era seria, exigente y nos daba Lengua Espa?ola, asignatura que disgustaba a la mayor¨ªa de mis compa?eras. Casi toda la clase suspendi¨® su primer examen; entr¨® con mal pie. Pero, al poco tiempo, esta profesora rara nos pasaba novelas de Montserrat Roig o de Ana Mar¨ªa Moix, importantes novedades entonces de una literatura catalana que, en Madrid y a nuestra edad, hubiera resultado muy dif¨ªcil que lleg¨¢ramos a conocer. Est¨¢bamos en un colegio de monjas y de ni?as pijas y hab¨ªa mucha facha, pero ella habr¨ªa expulsado de clase a quien se atreviera a formular una consigna que instara, por ejemplo, a los enanos a hablar en castellano. Me consta que muchas de mis compa?eras guardan de ella un recuerdo importante. Bien mirado, un recuerdo pol¨ªtico.Conozco muy bien a una profesora que imparte actualmente un curso sobre el teatro romano de Shakespeare en la Universidad de Alcal¨¢. Me ha contado que el primer d¨ªa de clase asistieron alrededor de once alumnos. El segundo d¨ªa, la ma?ana de un viernes soleado, el n¨²mero se redujo a siete. Ahora tiene tres alumnos (todos, por cierto, mayores que ella), que acuden puntuales e incondicionales a sus clases. Escuch¨¢ndole explicar c¨®mo las prepara, c¨®mo plantea los temas y los relaciona con el mundo, puedo imaginar c¨®mo disfrutan los tres alumnos de la pasi¨®n con la que mi amiga lee con ellos a Shakespeare. Bien mirado, una pasi¨®n pol¨ªtica, una profesora pol¨ªtica.
El colegio mayor Isabel de Espa?a, de Madrid, es gestionado por tres mujeres, profesoras, que ocupan desde hace a?os su tiempo y sus recursos en organizar all¨ª, por ejemplo, encuentros po¨¦ticos. En la Ciudad Universitaria, la noche se hace m¨¢s amplia que en el centro, porque la soledad y el silencio son propicios para que se apoye lo oscuro, y nadie sospechar¨ªa que tras la luces del remoto edificio de un colegio mayor se produce algunas veces la manifestaci¨®n de un af¨¢n de belleza y de conocimiento conducido apenas por el entusiasmo suficiente de tres profesoras. Bien mirado, un entusiasmo y un af¨¢n pol¨ªticos.
En uno de estos encuentros po¨¦ticos, el ¨²ltimo celebrado hasta el momento, un profesor de franc¨¦s presentaba a una jovenc¨ªsima poeta que hab¨ªa sido alumna suya en un instituto p¨²blico de Vallecas. No s¨®lo ha seguido, el profesor, los pasos literarios de la joven poeta, sino que con ¨¦l lleg¨® hasta all¨ª a escucharla un buen grupo de alumnos voluntarios e ilusionados que, en realidad, segu¨ªan sus pasos, los de ¨¦l. Puedo asegurar que a las nueve de la noche no es muy apetecible irse hasta la oscura Ciudad Universitaria a escuchar a poetas, a no ser que hayas tenido el privilegio de que un profesor educara tu gusto. Bien mirado, un gusto pol¨ªtico. Bien mirado, un profesor pol¨ªtico.
Es f¨¢cil suponer por qu¨¦ se deprimen, m¨¢s que los profesionales de otros gremios, los profesores. Son malos tiempos para la l¨ªrica y para un saber que requiera m¨¢s tiempo que el que dura el sonido de un click en el rat¨®n electr¨®nico. Los profesores se enfrentan a un sistema educativo aberrante y de masters, a un alumnado en masa y sin alicientes, a unas pruebas objetivas, a unos padres estresados, a una sociedad que respeta m¨¢s al bruto enriquecido que al maestro. Nada parece apoyar la enorme responsabilidad, la m¨¢s seria y trascendente, que los profesores tienen en sus manos. La educaci¨®n es una responsabilidad pol¨ªtica. Por eso se deprimen. Pero si los pol¨ªticos de profesi¨®n, los empresarios, los globalizadores, los padres y los brutos no se ocupan de transmitir a los alumnos otro valor, otro placer que no sea el del dinero, rogamos a los profesores que empiecen a remontar el des¨¢nimo y rescaten de s¨ª aquello que alg¨²n d¨ªa les apasion¨®. Para dos, para tres de sus alumnos. Rogamos a los profesores que se vuelvan pol¨ªticos, como la que nos daba novelas catalanas, como la que desentra?a el concepto de poder en el teatro de Shakespeare, como las que incluyen a poetas en los presupuestos de su gesti¨®n, como el que acompa?a a sus alumnos a un remoto recital. Profesores pol¨ªticos.
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