Augusto Ib¨¢?ez, 'Tit¨ªn'
Por cacofon¨ªa le recordar¨ªa a Tint¨ªn a una parte de la generaci¨®n que asiste a los frontones. Pero no; si acaso comparte un aire pizpireto, aunque m¨¢s proclive a la listeza que al aire intelectualoide del personaje de Herg¨¦. Augusto Ib¨¢?ez Sacrist¨¢n (Tricio, 1969) es la revoluci¨®n, pero en tarro peque?o, ¨¦sa que afecta a algo tan familiar como el estrecho mundo de la pelota, muy tendido a la tradici¨®n y al ambiente domiciliario.Pues bien, hete aqu¨ª que aquel gasolinero de La Rioja, que amamantaba dep¨®sitos de combustible, se convirti¨® en el pelotari mejor pagado de la historia, sobrepasando incluso a muchos de los reyes midas del deporte, los futbolistas que juegan con el pie cubierto por una bota que se lleva todos los golpes sin rechistar. Oficialmente, la conversi¨®n econ¨®mica de un honrado trabajador, indesmayable, en un honrado y millonario trabajador, indesmayable, vino de la mano de la crisis m¨¢s importante que ha vivido el mundo de los frontones. Un episodio ya resuelto con demasiadas zonas oscuras e hilos visibles, que convirti¨® a Tit¨ªn en el punto de referencia. Todos salieron ganando con ¨¦l.
Dec¨ªa un aficionado de pro que Tit¨ªn no acababa de convencerle del todo porque "barre demasiado los frontones". Ciertamente, el encargado de la limpieza est¨¢ encantado con ¨¦l. Tit¨ªn juega, golpea, corre y vuela. Probablemente se trate del pelotari con mejores condiciones f¨ªsicas. Tiene unas piernas prodigiosas que han convertido en habitual una jugada excepcional: introducir la mano entre los escasos mil¨ªmetros que separan la pelota y el suelo. M¨¢s de una vez Tit¨ªn ha resuelto esa suerte con un tanto a?adido: su rival se quedaba, entre confiado e imp¨¢vido, asistiendo al lance.
S¨ª, el encargado de la limpieza puede ser su primer seguidor. Pero hay m¨¢s. Augusto Ib¨¢?ez se ha convertido en el emblema m¨¢s sublime de La Rioja. Sus manos mueven multitudes, muy por encima, otra vez, del Logro?¨¦s (casi cerrado por derribo). Los frontonces tambi¨¦n lo agradecen: Tit¨ªn, La Rioja y los riojanos han volteado el esp¨ªritu tradicional de esos recintos sagrados, y de paso amamantan el combustible de las apuestas, porque La Rioja va bien.
Probablemente, si Tit¨ªn no existiera tendr¨ªan que haberle inventado. Junto con Juli¨¢n Retegi, el pelotari m¨¢s sobresaliente de casi toda la historia de este deporte, sobrellevando la cuarentena con toda la dignidad del mundo, pero con la dureza de este juego, Tit¨ªn ha sido la respuesta moral y deportiva. Todo deporte reclama un punto de referencia. La falta de un l¨ªder abre los campeonatos, pero su presencia los dinamiza en mayor medida.
No es extra?o, entonces, que las paredes del Front¨®n Ogueta guarden todos y cada uno de los pelotazos que dieron Retegi y Tit¨ªn en aquella final del campeonato del Cuatro y Medio que concluy¨® 22-21, a favor del ilustre navarro. Aquel d¨ªa, y probablemente s¨®lo aquel d¨ªa, la pelota adquiri¨® todo su esplendor: una lucha ¨¦pica, una disputa entre la sabidur¨ªa de Retegi y la habilidad rompedora de Tit¨ªn, un laberinto de pasiones en los asientos del front¨®n, un conglomerado de gritos y c¨¢nticos, un r¨ªo de dinero volando por los aires.
Artesan¨ªa pura
Tit¨ªn se proclam¨® la pasada semana campe¨®n del Mano Parejas. Era un duelo hermoso entre el pelotari de Tricio y el delantero guipuzcoano Unanue, un jugador en un estado de forma espl¨¦ndido. Tit¨ªn gan¨®. Cuando los micr¨®fonos reclamaron al campe¨®n, Tit¨ªn habl¨® de su compa?ero Lasa: "?se es el verdadero campe¨®n. Yo he hecho de todo, bueno y malo". Lasa lo hab¨ªa hecho todo bien.
Augusto Iba?ez tiene pinta de buen muchacho, de esos que se entregan y que se enfadan consigo mismo m¨¢s que con los dem¨¢s. Cada vez que barre el front¨®n est¨¢ barriendo su propia rabia por haber estado mal colocado, por no adivinar el juego. En el fondo, Tit¨ªn sabe que su juego depende mucho de los zagueros: cuanto m¨¢s pegue aquel, m¨¢s demoledor ser¨¢ su gancho. Porque lo suyo es rematar, sacar el manual de instrucciones del buen delantero y aplicarlo a todos los lados de la pared.
Y el p¨²blico vibra con el sobrino del pelotari sacrist¨¢n, que adem¨¢s ha aprendido a jugar a bote, y en el mano a mano, aunque la proliferaci¨®n de partidos acaban por convertir esas manos callosas en un mapamundi. Callos de un trabajador manual en un deporte ancestral. Artesan¨ªa pura.
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