La 'larga marcha' independentista El presidente electo de Taiwan modera su discurso hacia Pek¨ªn
Su discurso se ha matizado. Sus modales se hacen pragm¨¢ticos y sus llamamientos buscan consensos. ?Vuelven al redil los chicos terribles de la pol¨ªtica taiwanesa que han conquistado ahora el poder? ?Se han convertido a la prudencia hasta el punto de hacerse aceptables para Pek¨ªn? Si hacemos caso de la sucesi¨®n de declaraciones del presidente electo,Chen Shui-bian, dan pie a ello.Chen no ha ahorrado esfuerzos para desmarcarse de la plataforma de su partido que incluye expresamente el objetivo de proclamar la R¨¦p¨²blica de Taiwan, es decir, la independencia de la isla. Desde el primer momento de su elecci¨®n se ha presentado como el "d¨¦cimo presidente de la Rep¨²blica de China", una forma de asociarse a la herencia del nacionalismo que est¨¢ en los cimientos del derrotado Partido Nacionalista Chino (Kuomintang).
Sin embargo, Pek¨ªn desconf¨ªa. Chen "no es sincero", dicen los expertos chinos en temas taiwaneses. Creen que as¨ª lo demuestran sus afirmaciones contradictorias a tenor de la audiencia que tenga delante. En la euforia de las concentraciones electorales no duda en adular la sensibilidad independentista de sus tropas. En privado puede ser m¨¢s ortodoxo.
Detr¨¢s suyo hay todo un pasado: la historia de un movimiento reivindicativo taiwan¨¦s, poderoso en las capas isle?as y levantado como un estandarte frente a un Kuomintang percibido como extranjero, continental. Desde la llegada del Partido Nacionalista a la isla en 1945, al d¨ªa siguiente de la derrota de los japoneses -cuya presencia colonial dur¨® 50 a?os-, las relaciones se degradaron entre los dos grupos: los insulares (chinos instalados desde hac¨ªa siglos en la isla) y los continentales de Chiang Kai-Chek, que llegaron huyendo del avance de las tropas comunistas.
Los continentales desembarcaron como libertadores. Pero no fueron recibidos como tales. Sus modales groseros y corruptos exasperaron a los taiwaneses originarios. Los insulares no se resistieron a la comparaci¨®n entre los japoneses expulsados y los nacionalistas: "Se fueron los perros, han llegado los cerdos", dijeron entonces. No fue necesario que pasara demasiado tiempo para que el choque cultural entre los dos grupos se convirtiera en enfrentamiento. El 28 de febrero de 1947 se produjo un levantemiento local que fue salvajemente reprimido por los nacionalistas.
El movimiento independentista isle?o surge de esta tragedia. Pero el despertar contestatario de los taiwaneses no se centra s¨®lo en la reivindicaci¨®n de la independencia. El movimiento reclama ante todo la democratizaci¨®n de una isla sojuzgada por la dictadura del Kuomintang. Tal fue al gran anhelo de los dangwai, los sin partido, candidatos en listas individuales que empezaron a presentarse en los a?os setenta en elecciones locales.
El aut¨¦ntico cambio se produjo al d¨ªa siguiente de la ruptura de relaciones diplom¨¢ticas entre Washington y Taipei, a comienzos de 1979. Ante el creciente peligro de una absorci¨®n de la isla por la China comunista, fermenta la reivindicaci¨®n de la autodeterminaci¨®n, de la que se har¨¢n eco los animadores de la revista Formosa durante los disturbios de Kaoshiung (en el sur de la isla) en diciembre de 1979, momento clave en el que el ideal de la democracia es relegado por el de la independencia. En este clima de ebullici¨®n pol¨ªtica, la Iglesia presbiteriana juega un papel clave al elaborar una "teolog¨ªa del terror", que asimila de forma mesi¨¢nica la emancipaci¨®n de los taiwaneses a la marcha hacia la tierra prometida.
La creaci¨®n en 1986 del Partido Dem¨®crata Progresista (DPP) es la culminaci¨®n de esos a?os febriles. Nacido de una doble tradici¨®n (democratizaci¨®n, autodeterminaci¨®n), el DPP no cesar¨¢ de vacilar entre esos dos polos de su identidad pol¨ªtica. En medio de esa ambig¨¹edad se enfrentan dos facciones: Formosa, moderada, que da prioridad a la democracia, y Nueva Corriente, radical, que se orienta decididamente hacia la independencia. Chen Shui-bian no pertenece a ninguna las dos. Oscila entre ambas.
Fue Chen quien redact¨® la sulfurosa cl¨¢usula de la carta del DPP que precononiza la "fundaci¨®n de una Rep¨²blica de Taiwan soberana e independiente". Pero cuando en 1994 se convierte en alcalde de Taipei, es decir, cuando inicia la marcha hacia la conquista del poder supremo, su tono se suaviza. Chen no es a¨²n el jefe de su partido, pero comparte la tesis de la direcci¨®n, seg¨²n la cual, y dado que Taiwan disfruta ya de una independencia de hecho, no es necesario proclamar su independencia de derecho. Este giro provoca la c¨®lera de los radicales, que abandonan el DPP para crear el Partido de la Fundaci¨®n de la Naci¨®n. Pero estos disidentes, muy minoritarios, no logran modificar la evoluci¨®n centrista del DPP.
Tras combatir en un principio a los elementos moderados de la direcci¨®n, partidarios de una alianza con con el Kuomintang sobre el problema de la identidad taiwanesa, Chen acaba siendo un maestro consumado del arte de la maniobra, demostrando que es m¨¢s tacticista que ide¨®logo. Hijo de campesinos pobres, es un apasionado de la acci¨®n concreta que nunca se encontr¨® a gusto en las discusiones te¨®ricas.
Su renuncia a la proclamaci¨®n de la independencia muestra m¨¢s su realismo que su duplicidad. Por eso Pek¨ªn debe darle cr¨¦dito. En caso contrario, una actitud altanera y desafiante pod¨ªa despertar los demonios de la psyque taiwanesa: la alergia profunda al continente.
? Le Monde/ EL PA?S
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