Cuando de las paredes nac¨ªan flores IMMA MONS?
?rase una vez una casa donde se tomaba caf¨¦. El anfitri¨®n: un promotor de sue?os vehemente y apasionado (como debe ser todo promotor), y con tremendo carisma (lo que ayuda mucho cuando se trata de promover sue?os). La anfitriona: pura cordialidad, contagiosa ilusi¨®n. Los invitados: amigos dedicados a la pintura, a la fotograf¨ªa, al teatro. Corr¨ªa el a?o 1968, a?o emblem¨¢tico en el contexto cultural europeo, a?o ideal para so?ar sue?os de luz desde la oscuridad de una ciudad de provincias ahogada en la inopia de la dictadura. La ciudad era Lleida. Los anfitriones, el matrimonio Magre-Ferran. Los amigos, Ton Sirera, ?ngel Jov¨¦, J. M. Riu, R. Maria Puig, J. Gig¨®.Veamos los sue?os. ?ngel Jov¨¦ lleg¨® un d¨ªa a tomar caf¨¦ con un libro que le publicaba Lumen cuyo t¨ªtulo era: Petit homenatge a la flor de paret, un curioso libro objeto en donde el autor extra¨ªa toda la magia de las flores que empapelaban las paredes de su infancia. Entusiasmado, Magre pens¨® en habilitar una sala en uno de los centros de L'Alliance Fran?aise que ¨¦l regentaba, con el exclusivo fin de exponer el libro. L'Alliance estaba entonces situada en pisos de olores singulares y mosaicos entra?ables. Acceder a ellos era un viaje al cielo, tras la ascensi¨®n sombr¨ªa por vetustas escaleras. Toda una met¨¢fora, aquellas escaleras.
As¨ª naci¨® la Petite Galerie, un espacio art¨ªstico que no pod¨ªa ser m¨¢s humilde. Ni siquiera aspiraba a tener continuidad. Y sin embargo, la tuvo. Enfrent¨¢ndose a problemas de censura, en un clima de apertura hacia todas las vanguardias, se convirti¨® en un lugar para el arte de talante informal y alternativo, un experimento sin precedentes en nuestro pa¨ªs. All¨ª tuvo lugar la primera exposici¨®n de arte conceptual de Catalu?a, la primera muestra de poes¨ªa concreta, las exposiciones de Leandre Crist¨°fol y los primeros pasos de artistas por entonces a¨²n desconocidos. No eran s¨®lo exposiciones: conferencias, tertulias, una atm¨®sfera de confianza en la potencia del arte y de las ideas.
El Centro de Arte Santa M¨®nica rinde ahora homenaje a este experimento, conmovedor por la simplicidad de sus or¨ªgenes y por sus planteamientos utopistas, que se mantuvieron hasta el final. Los que hemos abrigado sue?os art¨ªsticos de cualquier ¨ªndole sabemos cu¨¢n hermosas son estas etapas (las del sue?o) en comparaci¨®n con el sue?o realizado (libro publicado, cuadro comercializado). Entre una etapa y otra se interpone algo gordo, pesado, insoslayable: el mercado, esa cosa fatal. Hay un antes y un despu¨¦s del mercado. La P. G. no tuvo un "despu¨¦s", ¨¦sa es parte de su belleza; fue sue?o desde el principio hasta el fin, en el sentido de que jam¨¢s sufri¨® la menor contaminaci¨®n mercantil. El sue?o se sustent¨® enteramente del bolsillo, esfuerzo y entusiasmo del matrimonio Magre-Ferran y del de sus dos asesores: Jov¨¦ y Coma-Estadella. Ninguno de ellos cobr¨® jam¨¢s un duro por la labor (desde pintar paredes a colocar gu¨ªas, desde invitar a comer a los artistas hasta realizar un alfabeto con gomas de borrar para imprimir los cat¨¢logos). Hubo tambi¨¦n otros apoyos desinteresados de amigos de los Magre, como el de Pierre Deffontaines, por entonces director del Instituto Franc¨¦s, o el del cr¨ªtico Alexandre Cirici.
En 1976 se dio por finalizado el experimento. Por entonces, ya no se tomaban aquellos caf¨¦s de donde tantas iniciativas hab¨ªan surgido. Jaume Magre explicaba as¨ª el final de la P. G.: "Ens an¨¤vem acostant als moments en qu¨¨ la gent ja entenia que aquests esfor?os potser s'havien de cobrar. Entr¨¤vem en una altra ¨¨poca". M¨¢s pintoresco resulta el comentario de Coma-Estadella entrevistado por F. Vil¨¤: "Avui et poses a pensar i dius: 'S¨ª que n'¨¦rem, de capdeconys'. Per¨° aquella era la nostra ¨¨poca. Avui no li expliquis a cap jove tot aix¨°. Al final ja ens deien a la cara: 'Quins idealistes!".
Ya no hay quien sostenga la utop¨ªa de que el arte har¨¢ el mundo m¨¢s libre y m¨¢s sabio y mejor (no porque no pueda hacerlo, que podr¨ªa, sino porque los m¨¦todos para imped¨ªrselo son cada vez m¨¢s refinados). Sin embargo, estoy segura de que al apasionado promotor de sue?os, donde quiera que se encuentre (y se encuentra, por ejemplo, en las vidas de todos los que le quisimos), le gustar¨ªa pensar que s¨ª existe en este mismo momento una de esas casas donde se conversa sin m¨¢s inter¨¦s que dar relieve a la vida, sin m¨¢s material que la palabra entusiasta, sin siquiera saber que se est¨¢ resistiendo a algo gordo, pesado y fatal. Una casa donde, entre amigos que tejen sue?os de luz, se est¨¢ tomando caf¨¦.
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