BIOLOG?A Evoluci¨®n Los cient¨ªficos miden el alto coste del sexo
El sexo es un asunto costoso. Es algo m¨¢s que flores, veladas extravagantes, facturas del colegio y divorcio; el sexo puede costar la vida y destruir especies enteras. De hecho, el sexo es tan costoso que algunos bi¨®logos, desde la perspectiva de la evoluci¨®n, se han preguntado c¨®mo es que tantas especies pueden afrontar un lujo tan peligroso, o incluso c¨®mo pudo evolucionar. Un equipo de investigadores brit¨¢nicos ofrece una explicaci¨®n en la revista Nature.
Cuando los bi¨®logos hablan de sexo, se refieren a la reproducci¨®n sexual y la comparan con la estrategia alternativa de la reproducci¨®n asexual, es decir, sencillamente hacer clones de uno mismo. Ante esto, la reproducci¨®n asexual parece una estrategia mejor para la propagaci¨®n de una especie, ya que cada individuo puede clonarse a s¨ª mismo tanto como quiera, mientras que en las especies sexuales s¨®lo las hembras tienen cr¨ªas. Los machos son insignificantes y las hembras tienen que hacer el doble de trabajo que los individuos de una especie asexual para mantener el n¨²mero de miembros de la suya.En principio, las especies asexuales deber¨ªan barrer a las sexuales. Sin embargo, las especies sexuales est¨¢n por todas partes, no se extinguen por la presi¨®n de los clones reproductivamente m¨¢s eficaces de las asexuales.
La explicaci¨®n habitual es que la variaci¨®n de las especies sexuales supera el coste de los machos. Los clones se parecen demasiado unos a otros, mientras que el sexo mezcla los genes de los progenitores y mantiene la variedad gen¨¦tica de las cr¨ªas, de manera que las especies conservan la flexibilidad tan ¨²til para la adaptaci¨®n ante los cambios de circunstancias.
Pero hay un problema: la variaci¨®n es una inversi¨®n que madura, proporcionando ventajas, tras muchas generaciones, mientras que el coste de los machos es inmediato. Las especies asexuales ganar¨ªan mucho antes de que la variabilidad gen¨¦tica de las especies sexuales tenga oportunidad de demostrar sus ventajas.
Patrick Doncaster y colegas, (Universidad de Southhampton, Reino Unido) han abordado el dilema observando c¨®mo compiten especies sexuales y asexuales en un entorno con recursos limitados. Ellos han modelizado en ordenador una situaci¨®n en que las especies sexuales y asexuales compiten por los mismos recursos. Las segundas cr¨ªan m¨¢s que las primeras y acaparan m¨¢s recursos. La perspectiva convencional dir¨ªa que las especies asexuales acabar¨ªan barriendo a las sexuales. Pero no sucede as¨ª.
La ventaja reproductiva de las especies asexuales no es tan grande como los bi¨®logos hab¨ªan imaginado debido, primero, a la monoton¨ªa de los clones. Cada individuo cl¨®nico se parece mucho a otro, de manera que tienden a competir entre s¨ª por los recursos mucho m¨¢s intensamente que los miembros de las especies sexuales. Segundo, los clones tienden a tener preferencias mucho m¨¢s espec¨ªficas que los individuos de las especies sexuales. Inversamente, dado que los individuos de reproducci¨®n sexual son variados, ellos compiten menos intensamente entre s¨ª y pueden explotar un rango mucho m¨¢s amplio de recursos.
As¨ª, las especies asexuales no conducen inevitablemente a las sexuales a la extinci¨®n, sino que los dos grupos alcanzan un equilibrio en que la mayor capacidad de reproducci¨®n de las especies asexuales se contrarresta por su propia monoton¨ªa.
? Nature News Service.
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