La Rosa Blanca PEDRO ZARRALUKI
A veces recordamos que a?os atr¨¢s coleccion¨¢bamos sobres de az¨²car, posavasos o cajas de cerillas, y nos preguntamos ad¨®nde diablos fue a parar aquella colecci¨®n. Lo normal es acabar tirando, olvidando en un trastero o malvendiendo las cosas que hemos ido acumulando a lo largo del tiempo. Lo raro, lo inmensamente raro, es que acabemos dedic¨¢ndoles nuestra vida y busc¨¢ndoles un emplazamiento, hartos de entregar a oscuros almacenes el producto cada vez m¨¢s desmesurado de nuestros infatigables esfuerzos.Coleccionar es un arte absurdo y genial que se acaba convirtiendo, si la desidia no lo remedia, en una lucha personal contra la entrop¨ªa. Por ello, porque una colecci¨®n es una forma extra?a y personal de abrir una parcela de orden en el caos, s¨®lo un gran coleccionista es capaz, como Colette, de regalar La Rosa Blanca -un pisapapeles valios¨ªsimo que hasta aquel momento estaba destinado a acompa?arla en su ata¨²d- a Truman Capote el d¨ªa en que ¨¦ste se present¨® en su casa. Marcar¨ªa as¨ª para siempre, demediando el esfuerzo de toda su vida, el futuro del gran escritor sure?o.
Si Truman Capote descubri¨® a Colette y a su propio destino en el Par¨ªs de mediados de siglo, Barcelona deber¨ªa descubrir ahora a Rafael Tous. Conoc¨ª a este hombre en Metr¨°nom, su emblem¨¢tico local de la calle Fusina. Llevaba una cazadora de cuero negro bastante ins¨®lita que en un principio, con cierta maldad, identifiqu¨¦ como una instalaci¨®n juvenil de car¨¢cter port¨¢til. No tardar¨ªa en descubrir que se trataba en realidad del emblema de una vitalidad irrefrenable. Nada m¨¢s presentarme, comenz¨® a hablar y hablando me acompa?¨® a su despacho, donde estuvimos una hora larga bebiendo agua y conversando.
Rafael Tous es un empresario textil, coleccionista con recursos, que dio sus primeros pasos adquiriendo pintura impresionista. Un buen d¨ªa comprendi¨® que aquello no era lo suyo y, tras vender todos los cuadros, empez¨® a comprar obras de Josep Guinovart, el Equipo Cr¨®nica y otros artistas contempor¨¢neos. En sus viajes de negocios por Europa y Estados Unidos descubri¨® el arte conceptual. Su colecci¨®n se abrir¨ªa de inmediato a Antoni Muntadas, a Carlos Pazos o a Francesc Torres. Hasta que, llevado por el deseo de ense?ar su colecci¨®n y de continuar ampli¨¢ndola, inaugur¨® la primera galer¨ªa Metr¨°nom de la calle de Berlin¨¨s, de la que se dijo que era tan marginal que resultaba casi clandestina.
Han pasado muchos a?os desde entonces. Metr¨°nom se acabar¨ªa trasladando a su actual emplazamiento, un local con atm¨®sfera propia que fuera en su origen una gran tienda de especias y, durante los cinco a?os previos a convertirse en sala de exposiciones, almac¨¦n de jamones. Mientras tanto, Rafael Tous sigui¨® almacenando obras de arte y fotograf¨ªa, y creando la que es seguramente una de las mejores bibliotecas de este pa¨ªs. En la actualidad, este coleccionista insomne dedica las noches a leer y las tardes a gestionar su inmenso patrimonio art¨ªstico y a buscar a alguien que le subvencione un edificio donde poder mostrarlo. A la espera de ello, organiza muestras espor¨¢dicas como la que se exhibe en la actualidad en el Museo de Granollers, de j¨®venes fot¨®grafas espa?olas. Ser¨ªa una l¨¢stima que, por no saber encontrar el dinero para ese edificio, Barcelona dejara escapar esta colecci¨®n nacida de una magn¨ªfica locura.
La conversaci¨®n se iba distendiendo en el despacho de Metr¨°nom. Rafael Tous me confes¨® que tambi¨¦n coleccionaba men¨²s dedicados por los chefs, postales estereosc¨®picas, ex libris... y cajas de cerillas. Record¨® una tarde en la que paseaba por una calle de Nueva York. Una galer¨ªa de arte hab¨ªa cerrado sus puertas y estaban llenando de trastos un contenedor de basura. A un empleado cargado con un gran saco se le cay¨® algo al suelo. Era un cat¨¢logo de Mir¨® de 1932. Rafael Tous recuper¨® aquel saco del contenedor y estuvo sentado sobre ¨¦l hasta que pudo parar un taxi.
Mientras ¨¦l sonre¨ªa rememorando aquel momento, a m¨ª me asalt¨® una duda angustiosa. Siempre me he preguntado d¨®nde acab¨® La Rosa Blanca tras la muerte tr¨¢gica y desordenada de Capote. Mir¨¦ a Rafael Tous sin poder ocultar mi repentina sospecha. ?Era posible que aquel hombre de la cazadora de cuero negro, aquel implacable viajero y coleccionista...?
No me atrev¨ª a pregunt¨¢rselo.
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