Progresismo
Reconozco que me encuentro entre los miles de espa?oles que desde el 12 de marzo tienen la boca abierta por el asombro. Con la mand¨ªbula ya irreversiblemente resentida por el pasmo, perm¨ªtanme que les conf¨ªe algunas de las reflexiones que me he hecho en las tres ¨²ltimas semanas. En este tiempo ha habido quienes han tratado de demostrar que lo del 12-M no fue para tanto. Pero es innegable que si los ocho millones de votos del PSOE no son pocos, s¨ª es asombroso el empuje del PP, que ha logrado ganar en cuatro de las ocho provincias andaluzas.Pienso que comenc¨¦ a ver la luz cuando Joaqu¨ªn Almunia present¨® su dimisi¨®n lamentando que, a pesar de ser ¨¦ste un pa¨ªs mayoritariamente "progresista", no hab¨ªa votado mayoritariamente al "progresismo". (Hace una semana, en estas p¨¢ginas, Rosa Montero publicaba un art¨ªculo sensat¨ªsimo al respecto). Pero el caso es que, sin duda, hay un sector bastante amplio de la poblaci¨®n espa?ola que ha dejado de identificar al PSOE con el "progresismo" y tiene para ello s¨®lidas razones generacionales.
Para los que superamos la barrera de la cincuentena y tenemos memoria, nos resulta casi imposible relacionar al PP con las ideas de progreso. Al fin y al cabo, es ¨¦se un partido que ha mantenido en su Gobierno a una ministra de Justicia que se siente orgullosa heredera intelectual de su padre, un magistrado de ese tribunal de represi¨®n pol¨ªtica que fue conocido por las siglas de TOP. Pero a los que tienen menos de treinta a?os, esas siglas no les suenan a nada. Por el contrario, su idea del pasado (porque el pasado es, sobre todo, la infancia) se identifica con gobiernos del PSOE.
No creo que haya habido muchos j¨®venes andaluces que, estando en su sano juicio, se hayan tomado en serio la revoluci¨®n de Te¨®fila, pero, probablemente, hay bastantes que tampoco se pueden creer que PSOE y "progresismo" sean sin¨®nimos. Y no s¨®lo por lo de la corrupci¨®n y el GAL, sino porque en este pa¨ªs resulta dif¨ªcil argumentar ya que es necesario ser de izquierdas para tener actitudes progresistas y que hay que comulgar con la derecha para portarse como un cerril conservador.
Por ejemplo: ?alguien cree que de verdad se puede considerar progresista a un Gobierno como el andaluz del que depende una televisi¨®n con contenidos tan brutalmente reaccionarios como Canal Sur? Paradojas como ¨¦sta abundan cada vez m¨¢s entre nosotros. Adivinen qui¨¦n es el progresista y qui¨¦n el conservador. ?El valiente juez Santiago Torres, de Marbella, o el brillante penalista Horacio Oliva, abogado de un tipo como Jes¨²s Gil?
Curiosamente, Torres pertenece a la Asociaci¨®n Profesional de la Magistratura que agrupa a jueces considerados como conservadores, mientras que Horacio Oliva es tenido por persona muy cercana al PSOE. Curioso, ?verdad?
Pero no es que el mundo se est¨¦ volviendo loco. Estas paradojas son consecuencia de una nueva moral que pasa por encima de las opciones pol¨ªticas y regresa a los viejos principios del "compromiso" personal. Una moral que puede definirse con ese eslogan de los neohippies que, en forma de pegatina, aparece ¨²ltimamente en carpetas escolares, guardabarros de ciclomotores y parabrisas de utilitarios: "Piensa globalmente y act¨²a localmente".
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