?Ay, si lo llegan a ver por televisi¨®n...!
?Ay (al garete el negocio), si los aficionados de toda Espa?a lo llegan a ver por televisi¨®n!...Si toda Espa?a llega a ver por televisi¨®n esa estafa, esa corrida fraudulenta que montaron para presentar en sociedad a Joselito y Jos¨¦ Tom¨¢s mano a mano, se descubre el pastel.
Porque una cosa es d¨¢rselas de dignos, otra distinta obrar con dignidad. Una cosa es aprovecharse de un p¨²blico triunfalista que va a los toros porque es feria, sacando a la palestra seis suced¨¢neos de toros escogidos entre lo m¨¢s paup¨¦rrimo que sea capaz de producir la granja aviar, otra distinta col¨¢rselos de matute a los aficionados de plazas m¨¢s solventes.
Lo que soltaron por los chiqueros de Castell¨®n para el mano a mano fue la verg¨¹enza nacional. Seis birrias que no ten¨ªan media torta. Seis alfe?iques, en el mejor de los casos regord¨ªos, que seg¨²n el DNI rebasar¨ªan la edad de Matusal¨¦n, pero por su aspecto no pasaban de utreros o de erales. Seis monas moribundas (moribundas de morirse muertas) a las que Joselito y Tom¨¢s les dieron pases de una espantosa vulgaridad.
R¨ªo / Joselito, Tom¨¢s Toros de Victoriano del R¨ªo, absolutamente impresentables, indecorosos, anovillados y algunos tipo eral, inv¨¢lidos; a todos se les simul¨® la suerte de varas
4?, devuelto por inv¨¢lido. Sobrero, de Domingo Hern¨¢ndez, diminuto novillejo, boyante. Joselito: estocada tendida trasera ca¨ªda (oreja); estocada trasera ca¨ªda (silencio); bajonazo (oreja, petici¨®n de otra y dos vueltas); sali¨® a hombros por la puerta grande. Jos¨¦ Tom¨¢s: dos pinchazos y estocada (silencio); estocada corta ladeada y rueda de peones; el presidente le perdon¨® dos avisos (oreja); bajonazo, rueda de peones -aviso con cuatro minutos de retraso- y se echa el toro (palmas). Plaza de Castell¨®n, 2 de abril. 8? y ¨²ltima corrida de feria. Lleno.
Lo cual no fue obst¨¢culo para que tanto el veterano como el novel adoptaran un aire de solemnidad. Pisaban el redondel tan serios y trascendente que se dir¨ªa eran Pedro Romero y Joselito El Gallo, redivivos y convertidos en pareja de hecho.
Y todo para tirar ver¨®nicas a pasa-torito: o enjaretar unas chicuelinas que se quedaban en bruscos recortes; o acentuar la verticalidad para las gaoneras y resolverlas con enganchones; o, como hizo Joselito, florearlas mediante serpentinas, corriendo de un lado a otro.
Y en las suertes de muleta continu¨® el panorama. Eso s¨ª: se tomaban su tiempo. Entre pase y pase transcurr¨ªa una eternidad (seg¨²n se suele decir) y cada uno de ellos iba precedido de una prosopopeya quiz¨¢ bien ensayada y mejor aprendida, de manera que las expectativas de la preparaci¨®n pretend¨ªan justificar la insustancialidad de la ejecuci¨®n.
Ese Joselito despacioso y profesoral, proclamando lejos del toro su magisterio, ya cerca (tampoco demasiado), instrumentaba los derechazos y los naturales de tir¨®n y no ligaba ninguno. Ese Jos¨¦ Tom¨¢s introvertido y hier¨¢tico, abrazando a su aire la misma escuela, a la hora de la verdad deven¨ªa achuchado -lleg¨® a sufrir un revolc¨®n-, le costaba templar los muletazos, y el natural -que es su fuerte y su marca exclusiva- no le sal¨ªa.
Por supuesto que no desde?aron el oropel, las suertes para la galer¨ªa. Y as¨ª, Joselito, que incluy¨® bellas trincheras y ayudados de su firma, recurri¨® a los circulares y los rodillazos, que alborotaron el grader¨ªo, y en el quinto de la tarde tambi¨¦n al bajonazo infamante, que el p¨²blico castellonense consider¨® proeza inaudita; y arm¨® un esc¨¢ndalo terrible al presidente por no premiar el sartenazo y la faena con las dos orejas.
El segundo torucho se lesion¨® un brazuelo al tomar un ayudado por alto y Jos¨¦ Tom¨¢s hubo de cortar la faena. El cuarto fue devuelto por lisiado y al sobrero, que sac¨® cuerpo de eral, Jos¨¦ Tom¨¢s le instrument¨® interminable faena, en monocorde alternancia de derechazos y naturales, casi todos al unipase, y ya hab¨ªa rebasado ampliamente el tiempo del aviso cuando mont¨® una ceremonia propia de equilibristas (falt¨® decir aquello de "un minuto de silencio que peligra la vida del artista") para dar -?qui¨¦n imaginar¨ªa qu¨¦?- unas manoletinas. Y levali¨® la oreja.
El sexto lo habr¨ªan protestado por chico en la becerrada de los zapateros y, adem¨¢s, se mor¨ªa. Le daba un pase Tom¨¢s, se derrumbaba exang¨¹e y hab¨ªan de acudir los peones-gr¨²a a levantarlo. As¨ª varias veces. A pesar de lo cual, Tom¨¢s, no se sabr¨ªa dirimir si haciendo gala de una desfachatez o de una torpeza dif¨ªciles de creer, sigui¨® pegando pases hasta el infinito.
Esos toros (y ese toreo), no se los habr¨ªan tolerado a los del mano a mano ni en la feria de Sevilla, ni en la de San Isidro, ni en plaza seria alguna. De ah¨ª que sus ausencias y su rechazo a la televisi¨®n se empiecen a entender. Lo que no se entiende es que se haya metido ah¨ª Jos¨¦ Tom¨¢s pues parece que va de tapadera o quiz¨¢ de primo. Y, al final, quien se llevar¨¢ el gato al agua es su tocayo. Ya ha ocurrido en Castell¨®n. Para empezar.
Babelia
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