La revuelta que China ocult¨®
M¨¢s de 20.000 trabajadores y sus familias se enfrentaron durante tres d¨ªas a finales de febrero a la polic¨ªa y el Ej¨¦rcito en la ciudad minera de Yangjiazhangzi, en el noreste de China, en uno de los m¨¢s graves incidentes conocidos de agitaci¨®n obrera de los ¨²ltimos a?os, seg¨²n han revelado ahora testigos. Los mineros se rebelaron ante la p¨¦rdida de sus trabajos y por la supuesta corrupci¨®n de los funcionarios que controlan esta accidentada regi¨®n de China, a 400 kil¨®metros al noreste de Pek¨ªn. Incendiaron coches, levantaron barricadas en las calles, rompieron escaparates y quemaron bidones de gasolina en sus protestas, que fueron finalmente sofocadas por un destacamento del Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n, seg¨²n los testigos.El estallido de Yangjiazhangzi puso de relieve el desaf¨ªo al que se enfrenta el Gobierno chino en su intento de cerrar las empresas propiedad del Estado, dejando a millones de obreros sin trabajo. Este desaf¨ªo se torna todav¨ªa m¨¢s decisivo en un momento en el que China se prepara para entrar en la Organizaci¨®n Mundial de Comercio, un paso que aumentar¨¢ la competencia cuando sus mercados se abr¨¢n m¨¢s a las empresas extranjeras.
Los disturbios tambi¨¦n han servido para ilustrar el papel de la corrupci¨®n como fuente de protestas en China. Muchos de los trabajadores preguntados el pasado martes afirmaron que no hubieran tomado las calles si pensaran que las reformas de las empresas p¨²blicas se estaban realizando de manera limpia. "Es obvio que los l¨ªderes nos est¨¢n enga?ando", dice Wang Jian, de 56 a?os, que ha trabajado en la mina desde que ten¨ªa 19. "Han vendido parte de la mina a sus amigos. Tambi¨¦n han vendido todos los camiones de la mina. Pero nosotros no hemos visto ese dinero. No hay una contabilidad abierta. Se lo han comido y bebido".
Las protestas no fueron recogidas por los medios de comunicaci¨®n, controlados por el Gobierno chino. Sin embargo, informaciones sobre los conflictos llegaron recientemente a Pek¨ªn y lo sucedido pudo ser reconstruido el martes mediante entrevistas a una docena de personas que residen en la ciudad. Un recorrido por Yangjiazhangzi revelaba un desolado paisaje de peque?os comercios cerrados. En el centro de la localidad, de unos 30.000 habitantes, las ventanas del principal garage de la mina hab¨ªan sido destrozadas. Un bloque de edificios m¨¢s all¨¢ yac¨ªa carbonizado el esqueleto de un coche. En un mercado, hombres y mujeres vend¨ªan productos que nadie parec¨ªa querer. Un hombre pregonaba su mercanc¨ªa junto a una pila de zapatos. Una mujer que vest¨ªa un viejo jersey vend¨ªa revistas de principios de los ochenta.
El conflicto se ha estado incubando en la mina de Yangjiazhangzi durante meses. La mayor parte de la instalaci¨®n, que produc¨ªa molibdeno y era la mayor mina no f¨¦rrica del continente, cerr¨® en noviembre. El molibdeno es un metal usado en la fabricaci¨®n de cohetes, aviones y m¨¢quinas de rayos X, por su resistencia a las altas temperaturas.
Muchos trabajadores como Wang afirman que no han sido pagados desde principios del a?o pasado. "Hubo momentos de hambre en mi edificio", dice uno de ellos, que dice llamarse Cui aunque reconoce que no quiere dar su verdadero nombre. "El Gobierno proporcion¨® algo de arroz y aceite a los hambrientos, pero no mucho".
En febrero, la mina anunci¨® un paquete de indemnizaciones. Pagar¨ªa a cada trabajador 68 d¨®lares (11.700 pesetas) por cada a?o trabajado, pero los mineros tendr¨ªan que contribuir a la seguridad social y a los seguros m¨¦dicos con esa cantidad. Sesenta y ocho d¨®lares es una cantidad ¨ªnfima, incluso para una regi¨®n devastada por la pobreza como el sureste de China. Una familia de tres miembros puede vivir con ese dinero durante un mes, pero escasamente.
Zhang Jianguo, de 53 a?os, dice que ¨¦l y su mujer han trabajado 35 a?os en la mina. Les dieron 2.380 d¨®lares (410.000 pesetas), pero cuando descontaron los gastos de la seguridad social y el seguro, se quedaron con unos 500 (86.000 pesetas). "Eso durar¨¢ 10 meses", se lamenta Zhang. "Despu¨¦s... ?qu¨¦ voy a hacer? ?qu¨¦ vamos a comer?".
Un chiste local dice que los mineros que se casaron con hijas de granjeros son ahora los m¨¢s felices del lugar: pueden irse a casa y plantar verduras.
Seg¨²n los testimonios de los habitantes de la ciudad, miles de trabajadores se congregaron ante la sede de los dirigentes de la mina y pidieron ver a los funcionarios. ?stos no aparecieron. S¨ª lo hizo el alcalde pero su discurso s¨®lo sirvi¨® para enfurecer a la multitud, que bloque¨® las puertas de acceso al edificio. Algunos trabajadores comenzaron a volcar coches y a prenderlos fuego.
Una de las principales quejas es que partes de la mina han sido transferidas a supuestos amigos y familiares de autoridades locales. Durante una visita a las instalaciones el pasado martes, los trabajadores afirmaron que una parte de la mina funciona todav¨ªa pero es ahora propiedad de particulares que la compraron o a quienes les fueron concedidos derechos sobre la misma.
"El proceso fue totalmente opaco", dice He Binghan, de 42 a?os, un conductor que todav¨ªa trabaja en uno de los pozos. "Nosotros los mineros hemos trabajado aqu¨ª por China, por el Partido Comunista, desde la revoluci¨®n. Y ahora, de pronto, mi parte de la mina es privada y nadie me ha explicado c¨®mo".
La polic¨ªa respondi¨® desde dos peque?as ciudades cercanas, pero los manifestantes rodearon sus coches y camiones, seg¨²n los testimonios. Efectivos policiales fueron llevados en autob¨²s al lugar y dispararon gases lacrim¨®genos a la multitud. Las protestas continuaban y los funcionarios del Gobierno expresaron su temor a que los mineros usaran la dinamita empleada en la mina para repeler a las autoridades.
Dos d¨ªas despu¨¦s, el Ej¨¦rcito entr¨® en la ciudad, hizo algunos disparos y restaur¨® el orden. Hubo heridos en ambos bandos aunque no se ha informado de ninguna v¨ªctima mortal. Los trabajadores dicen que 20 o 30 mineros fueron detenidos acusados de destrozar propiedad p¨²blica.
Un c¨¢rtel firmado por la Oficina de Seguridad P¨²blica local ha sido colgado en los muros de la ciudad advirtiendo a sus habitantes sobre la extensi¨®n de rumores, el destrozo de coches, el apedreamiento de edificios p¨²blicos y la quema de bidones de gasolina.
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