La UE sigue dividida sobre c¨®mo gravar el rendimiento de capital
Londres dio la impresi¨®n el s¨¢bado, en el Ecofin informal de Lisboa, de que ha dado un paso en la direcci¨®n de buscar un acuerdo para armonizar la fiscalidad del ahorro en la Uni¨®n Europea. Pero no est¨¢ claro a¨²n si es una posici¨®n t¨¢ctica o una oferta destinada a acabar con un litigio que dura a?os. El acuerdo es ya una urgencia desde la consolidaci¨®n del mercado interior y el nacimiento del euro en un mundo en el que los rendimientos del capital se han convertido en una gran fuente de beneficios.
Pero se trata de una materia delicad¨ªsima que afecta a intereses vitales de algunos Estados miembros. Hace m¨¢s de un decenio, Alemania decidi¨® aplicar una retenci¨®n en la fuente a los rendimientos del capital, pero la fuga de divisas fue tan sangrante que la medida apenas dur¨® un par de semanas.En diciembre pasado parec¨ªa posible un consenso, pero el Reino Unido bloque¨® cualquier acuerdo exigiendo que el mercado londinense de eurobonos quedara excluido de la obligaci¨®n de informar sobre sus inversores; nunca qued¨® claro si ese era el motivo o la excusa del Gobierno de Tony Blair para rechazar el acuerdo. Para Luxemburgo es, desde siempre, un asunto de vida o muerte porque levantar el secreto bancario podr¨ªa llevar a la ruina a los ciudadanos m¨¢s ricos de Europa.
Tantos intereses vitales ponen en duda que haya una verdadera voluntad pol¨ªtica de alcanzar un acuerdo, pese a que en diciembre de 1997 se sentaron las bases pol¨ªticas para lograrlo. Entonces se acord¨® negociar un gran paquete fiscal con tres patas: un c¨®digo de buena conducta para evitar la competencia fiscal en el interior de la Uni¨®n Europea en materia de sociedades, una directiva sobre intereses y c¨¢nones y un acuerdo sobre la fiscalidad del ahorro que se basara en el principio de la coexistencia. La coexistencia significa que cada Estado puede elegir entre poner una retenci¨®n en la fuente o acatar el principio de que debe informar al resto de socios sobre qui¨¦nes tienen capitales invertidos en su pa¨ªs. Eso permite que pa¨ªses como Alemania puedan imponer una retenci¨®n en origen sabiendo que podr¨¢n perseguir la fuga de capitales y al mismo tiempo mantener su secreto bancario.
Es, tambi¨¦n, el mayor sacrificio al que puede acceder un pa¨ªs como Luxemburgo, que vive del secreto bancario y que s¨®lo aceptar¨ªa la imposici¨®n de una retenci¨®n en la fuente si eso no le obliga a informar a las dem¨¢s sobre los clientes de su para¨ªso fiscal. La propuesta brit¨¢nica consiste en que, a largo plazo, el ¨²nico sistema a mantener es el de la obligaci¨®n de informar. Es una oferta que tiene la habilidad pol¨ªtica de pasar la patata caliente de la responsabilidad ante la opini¨®n p¨²blica a quien se niegue a asumirla.
Es decir, a los pa¨ªses que defienden el secreto bancario. Luxemburgo ya ha dicho que no puede aceptarlo. Otros, como Alemania y Austria, han preferido insinuar que pretenden levantar el secreto bancario pero s¨®lo a los no residentes porque sus nacionales tienen el derecho constitucional a disfrutarlo.
Pero est¨¢ por ver que una decisi¨®n como esa cumpla las leyes europeas de no discriminaci¨®n por raz¨®n de nacionalidad o las directivas sobre el mercado interior. M¨¢s parece una buena coartada para no asumir una negativa al acuerdo fiscal que una iniciativa para decir que s¨ª. Aunque fuera legal, es una f¨®rmula que nunca podr¨ªa aceptar Luxemburgo porque informar sobre los no nacionales hundir¨ªa su plaza financiera.
La posici¨®n del Gobierno espa?ol en este asunto es coherente. Espa?a cree, como el Reino Unido, que el mejor sistema para evitar la evasi¨®n fiscal es que cada administraci¨®n informe a las dem¨¢s.
Pero no quiere imponer esa soluci¨®n a quien no la comparta, por lo que se alinea plenamente con el esp¨ªritu de la coexistencia: que cada Estado retenga o informe. Lo que m¨¢s le convenga.
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