Los invasores
Los lectores de Gara, el diario sucesor de Egin, est¨¢n de suerte. Por s¨®lo 275 pesetas como suplemento del precio habitual, pueden ir adquiriendo una a una las piezas de un ajedrez que nos recuerda la actualidad del pensamiento de Sabino Arana Goiri, con su definici¨®n de Euskadi como pa¨ªs invadido por Espa?a. No hay en el ajedrez abertzale piezas blancas y negras, sino euskaldunes e invasores. De momento, est¨¢n a la venta la reina euskald¨²n, con expresi¨®n de arrobo que recuerda a Libe, la hero¨ªna sabiniana (esperemos que en el campo patri¨®tico no haya rey, sino lehendakari o, por lo menos, un Jaun Zuria), un adusto rey invasor y un primer pe¨®n euskald¨²n, armado hasta los dientes y vestido como prescriben los relatos de cart¨®n piedra del siglo XIX.Seg¨²n el anuncio del diario, "haz historia completando tu ajedrez con las piezas que te ofrecemos". ?Hay quien d¨¦ m¨¢s? El problema puede surgir si en una partida se encuentra a punto de triunfar el rey invasor. Cabe sugerir la oferta de otro suplemento de 500 pesetas, con una min¨²scula carga que haga saltar en tal caso al p¨¦rfido monarca por los aires, restaurando el orden, para que de veras la partida se ajuste a la historia.
La sorpresa es que en ese mismo d¨ªa no eran s¨®lo los vendedores de Gara quienes hablaban de invasi¨®n. En su arenga dominical, Xabier Arzalluz olvidaba emplear su inteligencia en reflexionar sobre lo que habr¨ªa de hacer su partido al consumar el brazo legal de ETA su en¨¦simo abandono de la Casa del Padre. Se ocupaba a su modo del atentado sufrido por el periodista Carlos Herrera, con un extenso art¨ªculo titulado "La burda mordaza": confieso que no le prest¨¦ atenci¨®n al hojear el peri¨®dico porque, al leer las primeras l¨ªneas, pens¨¦ que se trataba de una denuncia contra todo intento de cortar la libertad de expresi¨®n, fuera por medio del terror o de la difamaci¨®n.
Desgraciadamente, no era as¨ª. Arzalluz volv¨ªa a la carga contra las opiniones cr¨ªticas hacia su pol¨ªtica y para mostrar que es el jefe, y por ello debe superar a Anasagasti, declar¨® que los vascos (es decir, los que profesan su versi¨®n del nacionalismo vasco) se encuentran ante un nuevo 18 de julio, una "invasi¨®n medi¨¢tica y masiva". No sin antes denunciar a una serie de periodistas, nominativamente, con ep¨ªtetos descalificantes, en el mismo tono y con el mismo prop¨®sito que en los a?os 50 lo hac¨ªan los predicadores vinculados al franquismo: "V¨®mitos" de uno, "barbaridades" de otros, sin que en caso alguno pusiera sobre el tapete qu¨¦ motivaba la brutal descalificaci¨®n.
No es cuesti¨®n pol¨¦mica: el tipo de discurso empleado, en estos ¨²ltimos tiempos, por el grupo dirigente del PNV, con Arzalluz y Anasagasti a la cabeza, se sit¨²a en la l¨ªnea del que en Francia utiliza Le Pen, conjugando la hip¨¦rbole, la analog¨ªa y una inversi¨®n de los significados de ra¨ªz totalitaria. Tomemos el ejemplo ofrecido por el propio Arzalluz: calificar de invasores armados, equiparables a los militares golpistas del 36, a unos periodistas que precisamente arrostran el riesgo de ser v¨ªctimas de un terror irracional, constituye una inversi¨®n id¨¦ntica a la que operaban los voceros del nazismo cuando encubr¨ªan el exterminio de los jud¨ªos declarando que los jud¨ªos, es decir, las v¨ªctimas, eran quienes destru¨ªan a Alemania. Nadie le pone mordaza alguna a Arzalluz, y ello es bien visible, mientras que los terroristas s¨ª intentan aplic¨¢rsela, y definitivamente, a quienes les censuran en uso de la libertad de expresi¨®n. En suma, recurrir a la combinatoria de analog¨ªa e hip¨¦rbole para designar a quienes sostienen una opini¨®n cr¨ªtica, asign¨¢ndoles a los s¨ªmbolos utilizados una connotaci¨®n de militarismo y violencia, es en las circunstancias actuales un acto consciente de encubrimiento de aqu¨¦llos que ejercen la violencia real. ?Qu¨¦ van a hacer los pobres vascos (l¨¦ase nacionalistas de Lizarra) si se les caen encima la Brunete y el 18 de julio en forma de art¨ªculos de opini¨®n?
La cuesti¨®n es que, detr¨¢s de tales denuncias, deleznables en su inconsistencia, se encuentra la muerte. Arzalluz y Anasagasti lo saben, pero no se inmutan por ello. La disociaci¨®n de las reglas de juego habituales en las democracias es cada vez mayor, como tambi¨¦n ocurre con la pretensi¨®n de Ibarretxe de seguir gobernando a pesar de haber quedado en minor¨ªa. Cosas de la "democracia vasca". Claro que, para Arzalluz e Ibarretxe, Euskadi va muy bien.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.