Lou Reed escapa de sus cl¨¢sicos en el primer concierto de su gira espa?ola El m¨²sico, que inici¨® su periplo en Barcelona, act¨²a hoy en Zaragoza
Dos horas de concierto que hicieron justicia a su cara de malas pulgas. S¨®lo al final, y con cierta desgana, aparecieron esas canciones que todo el mundo ha tarareado alguna vez sinti¨¦ndose en el lado peligroso de la vida. Dos horas de un Lou Reed s¨®lo apto para muy fans fueron las que abrieron la gira europea de este m¨²sico que llen¨® el mi¨¦rcoles el Zeleste de Barcelona. Un Lou Reed nada complaciente logr¨® imponerse en el primer concierto de su gira por Espa?a, que seguir¨¢ en Zaragoza (hoy), Jerez (Festival Esp¨¢rrago, 16), Madrid (17) y San Sebasti¨¢n (18). Que nadie espere las canciones de siempre. Lou viene sosegado.
Lo ¨²nico previsible en el concierto de Lou Reed fue que buena parte del mismo se centr¨® en Ecstasy, el disco que tocaba promocionar, el que quiere recuperar la imagen que el artista ofreci¨® en su trilog¨ªa m¨¢gica -New York (1989), Songs For Drella (1990) y Magic and Loss (1992)-. Porque Ecstasy ten¨ªa que airearse entre los fans, el concierto comenz¨® con Paranoia key of E, un aperitivo de lo que despu¨¦s ir¨ªa desgran¨¢ndose. All¨ª, en medio, centrado y con suficiente luz para que se note que a¨²n se le puede desear, Lou Reed se mostraba con la pinta de canalla de sus a?os m¨¢s traviesos. Camiseta negra y pantal¨®n de cuero de id¨¦ntico color. Tras ¨¦l, el bater¨ªa, Tony Thunder Smith; a su derecha, el guitarra, Mike Rathke, y a su izquierda, el bajista, un soberbio Fernando Saunders, que m¨¢s que ritmos trenzaba melod¨ªas.
Poco a poco, la voz iba surgiendo de la p¨¦trea cara de Lou Reed, que apenas forz¨® un "gracias" para decir que esa noche no estaba m¨¢s fastidiado que de costumbre y que quiz¨¢s por ello no iba a tirar por el lado m¨¢s f¨¢cil. El p¨²blico se dividi¨® r¨¢pidamente en dos bandos. De un lado, estaban los que ven¨ªan dispuestos a disfrutar con aquello que el artista quisiera deparar. Por otro, estaban los que relacionan a Lou Reed con canciones llenas de vicio y ritmo.
Hab¨ªa cruces de miradas literalmente asesinas, choques que parec¨ªan significar: "?Pero, no te he dicho ya m¨¢s de 100 veces que te calles y me dejes escuchar al monstruo?". A todo esto, el monstruo, a lo suyo y, casi sin considerar a quienes le escuchaban, iba haciendo un concierto que, como alguien dijo, parec¨ªa estar tocado s¨®lo para ¨¦l, para su personal disfrute.
Y, as¨ª, fueron sonando canciones como Ecstasy, Rock minuet, Future farmers of America, Turning time around y Modern dance, amplio cat¨¢logo de lo que ofrece su ¨²ltimo disco.
No hab¨ªa prisa, no sonaban ritmos trotones, no asomaban las concesiones, y Lou Reed hac¨ªa lo que resultaba imaginable a estas alturas de su vida: mirarse un ombligo maduro y decir a su p¨²blico que la virtud reside en lo sencillo, que ¨¦l ya no es un jovencito para ir correteando por un escenario mientras de su guitarra salen chispas. De vez en cuando, entre el regocijo generalizado, emerg¨ªa una canci¨®n no s¨®lo al alcance de sus ultrafans, caso de Romeo and Juliette, Riptide y Set the twilight reeling, que llenaron la sala de sonrisas, pronto convertidas en rictus circunspectos con Small town, composici¨®n de Songs for Drella.
El caso es que as¨ª nos pase¨® Lou Reed su madurez por delante de nuestras narices. Lo hizo de manera tan ostensible que incluso doli¨® escuchar Vicious y Sweet Jane en los bises.
Babelia
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