El mal, el mar
As¨ª entendi¨® ¨¦l que se titulaba la pel¨ªcula a cuyo estreno yo iba. El Mar, dije por tel¨¦fono, y lo que lleg¨® al otro lado fue una confusi¨®n de letras que podr¨ªan ser l¨ªquidas, El Mal. Una l¨ªquida confusi¨®n, parad¨®jica como el agua y la sangre y el semen y las l¨¢grimas. Una confusi¨®n afortunada, porque el mar contiene la esencia devastadora del mal como contiene el mal la ilusi¨®n redentora del mar. Se estrenaba en Madrid la pel¨ªcula de un raro, Agust¨ª Villaronga, en el cine Imperial, donde en la infancia ve¨ªamos morir, ajusticiada por el mal, a la madre de Bambi y nos sudaban las manos muy peque?as queriendo volverse un mar enorme que apagara aquel fuego.?Por qu¨¦ son raros los raros? Porque son escasos, muy pocos, singulares, excepcionales. Porque hay que atreverse. Agust¨ª Villaronga es uno de los pocos que se atreven: es raro ser valiente. Pero ¨¦l se atreve a no tener piedad y logra una pel¨ªcula m¨ªstica, hermos¨ªsima. No es El Mar una cinta bonita, sino una cinta adhesiva, esparadrapo que arranca la piel para poder curarnos, una de esas miradas que justifican el peligro de la palabra belleza, sus usos enga?osos. El Mar es una pel¨ªcula brillante. Entre v¨®mitos de sangre vemos morir a sus personajes; a manos de una sangrienta pasi¨®n, a sus protagonistas. "La piedad no existe para quien observa la belleza" es un verso de la poeta Isla Correyero. Pertenece a su libro Diario de una enfermera, cuya trama po¨¦tica transcurre entre las paredes de un hospital como transcurre el fulgor de la muerte por el espacio di¨¢fano del mundo.
Ella, claro, estaba en este estreno, Isla, poeta rara, "mostradora" de "radicales, marginales y heterodoxos en la ¨²ltima poes¨ªa espa?ola", como se subtitula esa suerte de antolog¨ªa que ella llam¨® Feroces. Va precedida de una cita de Octavio Paz: "La ferocidad es, en cierto modo, la contrapartida animal del entusiasmo espiritual y de ah¨ª que aparezca, complemento contradictorio, en las grandes pasiones religiosas, er¨®ticas y art¨ªsticas. Es una pasi¨®n que, si ha dominado a inquisidores y verdugos, tambi¨¦n ha inspirado a m¨¢rtires y amantes (...) A diferencia de la ferocidad de los tiranos y los criminales, la de los artistas se ejerce contra los fantasmas de su imaginaci¨®n, es decir: contra ellos mismos".
Agust¨ª Villaronga es un feroz. Contra s¨ª mismo, quiz¨¢, pues no hace concesiones (?cu¨¢ntos espectadores querr¨¢n ver tanta verdad?) Agust¨ª Villaronga es un artista. Contra nuestros fantasmas. Vimos una pel¨ªcula en la que, a trav¨¦s de un dominio de la t¨¦cnica inusual en nuestro cine, se nos empap¨® con la sangre de la pasi¨®n religiosa y er¨®tica, se nos incluy¨® en una inquisici¨®n sobre el tiempo, la enfermedad, la muerte, el amor, el sexo, la traici¨®n, la b¨²squeda de luz. El Mar es una pel¨ªcula que no tiene nada que ver con nuestros d¨ªas excepto todo lo anterior. No es un drama circunstancial ni una tragedia cl¨¢sica: es una pel¨ªcula sobre lo cierto, atemporal. El que se asuste de tanto dolor, de tanta sangre, ser¨¢ un hip¨®crita y no querr¨¢ ver, ser¨¢ un cobarde y no querr¨¢ verse. ?No morimos sangrando en camas de hospitales? ?No sangra nuestro cuerpo cuando estamos trist¨ªsimos? ?No hay palabras que caen en nuestra cara como el filo de un hacha? ?No nos sangran estigmas en las manos cuando no podemos tocar el cuerpo que deseamos? ?No tenemos un tiempo y ni una d¨¦cima m¨¢s de esos segundos? ?No somos al fin enfermos incurables?
Com¨ªamos palomitas, Isla Correyero, su hija id¨¦ntica, Javier Villaverde y yo, en ese estreno discreto del cine de Walt Disney. No hay estrenos as¨ª, en esta Gran V¨ªa acostumbrada a las imitaciones de Ralph Lauren. Probablemente, casi todos los asistentes pose¨ªan, con Villaronga, "el idioma universal de los extra?os, de los agitadores, de los desobedientes, de los limpios de coraz¨®n y de escritura, de los desesperados, de los del humor acre y esc¨¦ptico, de los dulces, de los ardientes, de los avasallados y de los inadvertidos", como Isla define a sus Feroces. Com¨ªamos palomitas. Y ve¨ªamos que en el amor es el mal, en la salud es el mal, en el deseo es el mal, en la amistad es el mal, en el sexo es el mal. Com¨ªamos palomitas. Y la vida era hermosa. En la vida es el mal, "insaciable, insaciable", como el mar de Cernuda, "el mar, ¨²nica criatura que pudiera asumir tu vida, posey¨¦ndote". En la muerte es El Mar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.