La lluvia no es ¨®bice
Llovi¨® y no nos mojamos. ?Qu¨¦ maravilla!Dicen que lo dijo el sabio Salom¨®n:
"Si la plaza est¨¢ cubierta, no te mojas".
Afortunadamente siempre hay alguien que te descubre la verdad de la vida:
-?Sabe qu¨¦ es lo bueno de las plazas de toros cubiertas?
-Usted dir¨¢.
-Que si llueve no te mojas.
-?Oh, qu¨¦ sublime revelaci¨®n!
Luego la lluvia no es ¨®bice para que se celebre una corrida de toros, con todo enjuto, desde el redondel abajo hasta la afici¨®n conspicua arriba. Y, en consecuencia, pudo darse la mal llamada corrida de rejones en el flamante Palacio Vistalegre de Carabanchel (Madrid).
Se celebr¨®, y transcurri¨® seg¨²n estaba previsto: el p¨²blico aclam¨® las cabalgadas e intent¨® dar todas las orejas posibles a los caballeros.
Cobaleda / Cuatro rejoneadores Toros desmochados para rejoneo de S¨¢nchez Cobaleda, que dieron juego
Leonardo Hern¨¢ndez: pinchazo y rej¨®n ca¨ªdo (oreja). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: tres pinchazos ca¨ªdos, tres pasadas sin clavar, pinchazo y se echa el toro (silencio). Mart¨ªn Gonz¨¢lez Porras: rej¨®n trasero muy bajo (oreja). Andy Cartagena: dos pasadas sin clavar, rej¨®n ca¨ªdo, ruedas de peones y, pi¨¦ a tierra, descabello (oreja). Por colleras.Hern¨¢ndez-Cartagena: un rej¨®n, rueda de peones y, pi¨¦ a tierra, descabello (vuelta por su cuenta). Boh¨®rquez-Porras: rej¨®n bajo, largo capotear de peones -aviso- y, pie a tierra, descabello (palmas). Plaza de Vista Alegre, 15 de abril. 4? corrida de feria. Un cuarto de entrada.
Realmente no son caballeros en sentido estricto sino caballistas, pero sus revisteros ¨¢ulicos prefieren llamarlos caballeros. Mejor a¨²n caballeros en plaza pues queda m¨¢s se?orial. De donde -siguiendo la l¨®gica de la escala social- los toreros a pie ser¨ªan siervos de la gleba. Y los peones, lacayos.
Menudas broncas les pegan a sus peones algunos caballeros en plaza por un qu¨ªtame all¨¢ esas farpas. Y el p¨²blico tambi¨¦n. El p¨²blico de las mal llamadas corridas de rejones, parece como si, el que menos, tuviera un cortijo en Linares. Y les mete a los peones lacayos unas broncas tremendas cuando, retirado el caballero para cambiar el caballo, sale a la palestra y brega.
El p¨²blico terrateniente se cree que es un abuso de confianza, soterrado intento de lucirse a costa del amo o un arranque de malauva, para estropearle el toro. Pero la verdad es que el pe¨®n no tiene gana alguna de bregar sino que se lo manda el caballero, para que mantenga el celo del toro y lo tenga fijado mientras cambia montura y sale a cabalgar de nuevo.
Reaparecido, alguien se chiva y sigue entre aclamaciones la funci¨®n. C¨®mo toree, da lo mismo. El caso es que galope, evolucione, clave, salga de las reuniones agitando triunfador el sombrero.
Los cuatro rejoneadores cumplieron las reglas. Cabr¨ªa se?alar que Leonardo Hern¨¢ndez rejone¨® sobrio; Ferm¨ªn Boh¨®rquez sin demasiado brillo; Gonz¨¢lez Porras espectacular, realzando su actuaci¨®n mediante dos soberbios quiebros en el platillo; Andy Cartagena prodigando giros de la cabalgadura tras consumar las suertes, y asombrando a la concurrencia con sus banderillas de viol¨ªn.
Y, transcurridas sus actuaciones individuales, perpetraron colleras. Cierto que en esta intolerable modalidad estuvieron menos afortunados los caballistas. El espect¨¢culo de rejoneo decay¨® por sus desaciertos, principalmente en el manejo de los rejones toricidas.En ese momento m¨¢s de un conspicuo ech¨® de menos la lluvia. De no estar cubierta la plaza habr¨ªan suspendido la funci¨®n y no se hubiese producido el vidrioso asunto de las colleras. -?Sabe qu¨¦ tienen de malo las plazas cubiertas? -Usted dir¨¢. -Que si sale el sol no te enteras. Y las mal llamadas corridas de rejones no se suspenden jam¨¢s..
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