Herodes en Jerusal¨¦n
Como el Papa, Rem Koolhaas celebrar¨¢ el Jubileo viajando a Jerusal¨¦n. Pero su peregrinaci¨®n no tendr¨¢ como objetivo pedir perd¨®n, sino recibir el premio m¨¢s importante que otorgan los arquitectos. Al pie de los colosales sillares de piedra levantados por el rey Herodes, el pr¨®ximo 29 de mayo, Thomas J. Pritzker entregar¨¢ 100.000 d¨®lares a un holand¨¦s errabundo y err¨¢til que, a sus 56 a?os, se ha convertido en el arquitecto m¨¢s influyente, ambicioso y subversivo desde Le Corbusier. Periodista y cineasta antes de ingresar en el campo de la arquitectura, Koolhaas ha empleado su talento literario y art¨ªstico para socavar con violencia s¨¢dica todas las certezas modernas, construyendo con libros, exposiciones y edificios un manifiesto hiperreal que resulta ser tambi¨¦n hipermoderno. Ante la crisis del lenguaje ¨¢spero de las vanguardias, los a?os ochenta contemplaron el ascenso de las formas azucaradas posmodernas, una utop¨ªa amable ad usum delphini; pero en los noventa, Koolhaas emergi¨® como el ide¨®logo de una reacci¨®n radical que exacerbaba el idioma moderno hasta extremos surreales, para fabricar un universo imaginario tan fascinante como poco apto para menores. Esa arquitectura turbadora, que se extiende desde las rampas y los troncos inesperados de la Kunsthal de Rotterdam a los pliegues y dobleces parad¨®jicos del Educatorium de Utrecht, y desde la coreograf¨ªa acu¨¢tica de la Villa Dall'Ava en Par¨ªs hasta el dramatismo mec¨¢nico de la casa para un tetrapl¨¦jico en Burdeos, tuvo su expresi¨®n m¨¢s deslumbrante en dos proyectos no realizados, concursos ambos fallidos para grandes obras parisinas: el Parque de La Villette, que empleaba los cad¨¢veres exquisitos de los surrealistas para colonizar el territorio con bandas funcionales arbitrariamente yuxtapuestas, y la Gran Biblioteca, que se propon¨ªa como un cubo gigantesco de dep¨®sito de libros en el que se excavan azarosamente los bultos, rizos y burbujas de las salas diversas. Frente a ellos palidecen obras construidas como el caligr¨¢fico teatro de danza de La Haya, las ingeniosas viviendas japonesas de Fukuoka o el hiperb¨®lico Congrexpo de Euralille, y se desdibuja tambi¨¦n la ¨²ltima cosecha de proyectos escult¨®ricos: prism¨¢ticos, como los conjuntos fracturados de la torre MAB en Rotterdam y la sede de Universal en Los ?ngeles, o facetados, como las piezas dislocadas de la Casa de la M¨²sica de Oporto y la biblioteca p¨²blica de Seattle. Con todo, es posible que la obra m¨¢s importante de Koolhaas sea un libro: S,M,L,XL, un volumen enorme y confuso titulado con la expresi¨®n abreviada de las tallas -peque?a, mediana, grande, muy grande-, en el que el holand¨¦s defiende su pasi¨®n por la gran escala y por la congesti¨®n ca¨®tica de la metr¨®polis contempor¨¢nea. Esa pulsi¨®n demi¨²rgica estar¨¢ presente en su viaje a Jerusal¨¦n, un desplazamiento en el espacio y en el tiempo que le llevar¨¢ hasta las ruinas cicl¨®peas del Templo. Ante esa construcci¨®n de trazas reveladas y reyes arquitectos, es f¨¢cil suponer que Koolhaas se sentir¨¢ m¨¢s pr¨®ximo a Herodes que a Salom¨®n, y es seguro pronosticar que nadie oir¨¢ sollozar al arquitecto frente a los sillares tit¨¢nicos del Muro de las Lamentaciones.
Babelia
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