"Democracia vasca" y seguridad personal
"La seguridad personal", definida como "la previsi¨®n de la propia preservaci¨®n" es "la finalidad del Estado", dir¨ªa Hobbes en El Leviathan. Y casi un siglo despu¨¦s Montesquieu a?adir¨ªa en Del Esp¨ªritu de las Leyes que "la libertad pol¨ªtica" consiste en "la tranquilidad de esp¨ªritu que proviene de la opini¨®n que cada uno tiene de su propia seguridad". Desde entonces, que yo sepa, no ha habido nadie en su sano juicio que haya puesto en duda esta conexi¨®n entre la seguridad personal y la libertad pol¨ªtica.La seguridad personal es el presupuesto de la libertad individual y no a la inversa. Justamente por eso, porque es un presupuesto, la seguridad no figura entre los derechos fundamentales reconocidos en la Constituci¨®n (la menci¨®n a la seguridad en el art¨ªculo 17 est¨¢ pensada exclusivamente desde las garant¨ªas frente a la detenci¨®n preventiva). La seguridad no es un derecho porque es el presupuesto para el ejercicio de todos los derechos sin excepci¨®n. Sin seguridad, los derechos pueden estar reconocidos en la Constituci¨®n, pero su ejercicio puede convertirse en imposible o azaroso.
La ausencia de seguridad personal es, por tanto, la mayor quiebra que puede producirse en la convivencia humana. La ausencia de seguridad tiende a hacer que el ser humano deje de comportarse como un animal pol¨ªtico para comportarse como un simple animal. Porque la pol¨ªtica no es m¨¢s que el sustituto de la animalidad, es lo que nos diferencia de los dem¨¢s individuos del reino animal.
La ausencia de seguridad puede tener su origen en un vac¨ªo de poder, en la insuficiencia del Estado para garantizar el ejercicio de los derechos por parte de los ciudadanos en general. Pero puede tener su origen tambi¨¦n en una forma determinada de ejercicio del poder democr¨¢ticamente constituido, es decir, la inseguridad puede llegar a ser una inseguridad selectiva, una inseguridad que no afecta al conjunto de la sociedad, sino ¨²nicamente a una parte de la ciudadan¨ªa, que, en lugar de sentirse protegida por el Gobierno, se siente amenazada por ¨¦l.
Esto ¨²ltimo es lo que viene ocurriendo en el Pa¨ªs Vasco desde la firma del Pacto de Lizarra. La inseguridad para los ciudadanos no nacionalistas deja de ser una consecuencia exclusivamente de la acci¨®n terrorista de ETA para convertirse en el resultado de una estrategia pol¨ªtica del nacionalismo vasco y su Gobierno. Esto es as¨ª independientemente de cu¨¢l haya sido o contin¨²e siendo la voluntad del PNV y de EA al suscribir dicho pacto. El Estatuto de Autonom¨ªa, en cuanto norma que se inserta en el ordenamiento jur¨ªdico del Estado espa?ol, es la garant¨ªa para los ciudadanos no nacionalistas de que van a seguir siendo ciudadanos, es decir, individuos que conviven con los dem¨¢s individuos en pie de igualdad.
El rechazo del Estatuto de Autonom¨ªa por el nacionalismo vasco es mucho m¨¢s amenazador de la seguridad personal que el terrorismo de ETA. Con el terrorismo de ETA la democracia vasca ha podido operar de manera manifiestamente mejorable, pero razonablemente satisfactoria. Ha permitido que el nacionalismo haya dirigido el Gobierno y que los ciudadanos no nacionalistas no se sintieran amenazados globalmente en su condici¨®n de ciudadanos de un Estado democr¨¢tico.
Esto ¨²ltimo es lo que dejar¨ªa de ocurrir en el momento en que la estrategia de Lizarra se hiciera real y efectiva. La "democracia vasca", de la que habla Arnaldo Otegi y a cuya construcci¨®n llama al PNV y EA, tiene necesariamente que generar una inseguridad terrible en los ciudadanos no nacionalistas. Para una parte muy importante de la ciudadan¨ªa vasca, una "democracia vasca" construida al margen de la "democracia espa?ola" supondr¨ªa la culminaci¨®n de una de las peores pesadillas imaginables. Y en esas condiciones no es posible la convivencia. La pertenencia al Estado espa?ol es la premisa indispensable para la aceptaci¨®n del autogobierno vasco por una parte muy considerable de la poblaci¨®n vasca. Es lo que se acord¨® en la Constituci¨®n de 1978. Sigue siendo as¨ª 20 a?os despu¨¦s. Me atrever¨ªa a decir que todav¨ªa m¨¢s.
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