'Hitler' Hhunzvi
PEDRO UGARTE
El lenguaje pol¨ªticamente correcto es lo que tiene: que la realidad se dedica a desmontar un d¨ªa tras otro sus prejuicios y cuestionar ese di¨¢fano universo de buenos y malos que siempre hubi¨¦ramos querido para nuestros argumentos. La situaci¨®n en Zimbaue, la antigua Rodesia de los colonos brit¨¢nicos, empeora por momentos. El presidente Robert Mugabe lamina a la oposici¨®n, mantiene de paso un discurso vejatorio hacia los homosexuales y ampara a una guerrilla fan¨¢tica (la ZNLWA, Asociaci¨®n de Veteranos de Guerra de Zimbaue) que se dedica a apalear a los granjeros blancos (cuando no a matarlos), ocupar sus propiedades y arrasar las plantaciones de tabaco.
El l¨ªder de la patri¨®tica guerrilla se hace llamar Hitler Hunzvi, sin duda para facilitar las cosas a los analistas internacionales y darles hecho todo el trabajo a la hora de calificar su movimiento. El tipo en cuesti¨®n ha ofrecido a los medios de comunicaci¨®n perlas como las siguientes: "?Los blancos son extranjeros, son ingleses! ?Todos fuera!", o "Las revoluciones requieren violencia. Yo soy como Napole¨®n Bonaparte, Che Guevara o como el mismo Adolf Hitler". Algo huele mal en los procesos de gesti¨®n que los antiguos guerrilleros de Zimbaue quieren poner en marcha en las granjas de los blancos. Cuando se le hace notar que en las invasiones participan mayoritariamente adolescentes o analfabetos que nada saben de agricultura, Hitler responde que todo eso es secundario, que lo primero es recuperar la tierra; y si se le comenta que en los procesos de expropiaci¨®n pac¨ªfica llevados a cabo hasta el momento las granjas de los blancos han ido a parar a las manos privadas de ministros y allegados de Mugabe, Hitler no se arredra: "?Los ministros tambi¨¦n tienen derecho a la tierra!
Una de dos: o estamos ante una campa?a internacional orquestada por la prensa para desprestigiar a esta buena gente o nos encontramos ante un genocidio en toda regla, por m¨¢s que afecte a acomodados granjeros anglosajones y no a depauperadas masas tercermundistas. Lo cierto es que las ¨²ltimas declaraciones de Robert Mugabe y de validos o valedores como Hunzvi son estrictamente racistas, y en ellas brilla con luz propia la idea de que los-blancos-son-blancos-y-adem¨¢s-tienen-la-culpa-de-todo. Hay algo profundamente esencialista en negar la condici¨®n de naturales del pa¨ªs (por muchas generaciones que lleven en Zimbaue) a los descendientes de brit¨¢nicos, algo que, si emparenta a Hitler Hunzvi con alguien, es con sujetos como aquel del que toma el sobrenombre.
Esto de encontrarnos un racismo desprovisto de piel p¨¢lida nos incomoda, pero hay que empezar a acostumbrarse. Despu¨¦s de todo, muchas p¨¢ginas perversas de la historia las hemos escrito los europeos no tanto por blancos como por meros seres humanos. No hay que descartar la posibilidad de ver en otros los comportamientos que siempre hab¨ªamos adscrito a una civilizaci¨®n occidental invasora y prepotente. Y adem¨¢s el fen¨®meno no es nuevo: la lucha contra el racismo en Am¨¦rica alumbr¨® sujetos como Farrakhan o el primer Malcolm X, persuadidos de la supremac¨ªa negra sobre la raza blanca.
La historia, por suerte o por desgracia, nunca resulta di¨¢fana y exacta. Si el pueblo jud¨ªo fue v¨ªctima del mayor holocausto de la historia no parece, en opini¨®n de los palestinos, que eso los haya hecho m¨¢s sabios y generosos. Por su parte, los afrik¨¢ners, que han mantenido un r¨¦gimen racista en Sur¨¢frica hasta hace muy pocos a?os, hab¨ªan sido tras la Guerra de los B¨®er las primeras v¨ªctimas de los campos de concentraci¨®n, l¨²gubre invento que no corresponde a Hitler, sino al muy constitucional Imperio Brit¨¢nico.
La historia y el presente resultan tan complicados que hay que pens¨¢rselo dos veces antes de identificar a los nuestros, porque los nuestros sin duda est¨¢n en todas partes, confundidos con el correspondiente porcentaje de racistas y fan¨¢ticos y violentos que hablan su misma lengua y comparten su cultura.
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