La seducci¨®n de Palau i Fabre ISABEL OLESTI
Cuenta Josep Palau i Fabre que una vez le comentaron a Juan Goytisolo que exist¨ªa un poeta catal¨¢n rebelde y revolucionario que se hab¨ªa escapado de casa y hac¨ªa sufrir a sus padres y que, adem¨¢s, escrib¨ªa versos pornogr¨¢ficos. A Goytisolo todo aquello le pareci¨® fant¨¢stico y simplemente afirm¨®: "Pues me gustar¨ªa ser como ¨¦l". Ese poeta, hace 48 a?os escandaliz¨® a la clase bienpensante con versos como "jo em donaria a qui em volgu¨¦s" o "doneu-me a beure, una per una, totes les dones d'aquest m¨®n", incluidos en Poemes de l'Alquimista. Ese poeta es el mismo que se qued¨® de piedra cuando, ahora hace un a?o, llamaron a su puerta para comunicarle la concesi¨®n del Premi d'Honor de les Lletres Catalanes. Y es que a Palau i Fabre nunca se le pas¨® por la cabeza que alg¨²n d¨ªa se rompiera ese "puritanismo catal¨¢n" que le olvid¨® durante tantos a?os. "Mi nombre no entraba en las coordenadas del premio", afirma. De todas maneras, confiesa que a nadie se le ha anunciado tan a ¨²ltima hora como a ¨¦l: en menos de 24 horas deb¨ªa presentarse en el Palau de la M¨²sica para recogerlo. "Quiz¨¢ ten¨ªan miedo a que me lo pensara dos veces y renunciara". De hecho, s¨®lo tuvo tiempo de comprarse una americana y asistir a la rueda de prensa. "?Qu¨¦ hubiera pasado si aquella noche no me encuentran en casa?".Palau vive en uno de esos pisos de la derecha del Eixample que a¨²n conservan el lavabo en las habitaciones. All¨ª se instal¨® su familia cuando ¨¦l ten¨ªa siete a?os. "Entr¨¦ de la mano de mi abuelo, y me acuerdo que en la otra llevaba la jaula con el canario". Ahora esa casa se acerca m¨¢s a un almac¨¦n que a un hogar. Como dice Palau: "Antes esto era un caos organizado, ahora ya me pierdo". Al entrar en el recibidor se respira a papel, a libros viejos. Las paredes est¨¢n llenas de pinturas, herencia de su padre, Palau i Oller, notable pintor cercano al posimpresionismo que le utiliz¨® a menudo como modelo. Entre papeles, cartas, cat¨¢logos y libros esparcidos por lugares inimaginables aparecen pinturas de Mallol, Mompou, Guasch, Labarta, Torn¨¦-Esquius... Algunas est¨¢n colgadas, otras se amontonan en el suelo, muchos grabados est¨¢n a¨²n por enmarcar. Detr¨¢s de vitrinas se ven sus viejos libros: primeras ediciones de Par¨ªs, libros de ?luard, Breton, Artaud... Los 34 vol¨²menes de Zervos sobre Picasso que contienen 16.000 obras reproducidas. Su pasi¨®n por la pintura -Picasso es menci¨®n aparte- le ha hecho acumular una importante colecci¨®n: T¨¤pies, Gargallo, Rebull, y especialmente Perejaume, a quien descubri¨® hace 20 a?os en una galer¨ªa. "Esto va en serio, me dije cuando vi sus obras". Y se qued¨® con Les vetes de l'univers, una peque?a maravilla que conserva como un tesoro. Ahora tiene m¨¢s de 12 piezas suyas y son grandes amigos.
"Mi educaci¨®n pict¨®rica es m¨¢s fuerte que la literaria gracias a mi padre", dice Palau. En casa, en sus conversaciones, casi siempre aparec¨ªa Picasso como punto de referencia. As¨ª fue creciendo ese gran interrogante que le llev¨® a viajar a Par¨ªs en 1945 para conocerle. Se march¨® con una beca del Gobierno franc¨¦s; cuando se acab¨® el dinero, le toc¨® trabajar de portero de noche, camarero, escribir mil direcciones en un tiempo r¨¦cord... Pero consigui¨® que Picasso le recibiera en su casa unas siete veces. "Fue en los ¨²ltimos 10 a?os de su vida cuando se sincer¨® conmigo". Con todo ello, Palau ha publicado 15 libros, m¨¢s el que est¨¢ preparando ahora. "En la obra de Picasso hay poes¨ªa. Veo problemas est¨¦ticos, filos¨®ficos, metaf¨ªsicos... Refleja odio, amor, envidia... como no lo ha hecho nadie".
La obra pendiente de Josep Palau i Fabre es reunir todos sus bienes en una fundaci¨®n. Como es cauto, prefiere no hablar mucho del asunto hasta tenerlo m¨¢s seguro, aunque va por buen camino. S¨ª le gusta, en cambio, hablar con sus amigos. Palau no s¨®lo seduce con sus versos, su conversaci¨®n, sino con su voz, el gesto de las manos acompa?ando a las palabras, la manera divertida de gui?ar el ojo cuando bromea, y sobre todo su mirada picassiana. Siempre le ver¨¦is con su casquette, costumbre que adquiri¨® en Par¨ªs y nunca ha dejado. Palau, el eterno seductor.
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