Madrugada negra
He o¨ªdo lo que pas¨® en Sevilla en la madrugada del Viernes Santo, ese instante de p¨¢nico en las calles estrechas: 500.000 personas asustadas, dicen, en la calle, como en un teatro cerrado en el que avisan de que hay una bomba con la mecha corta y encendida. Lo o¨ª, y lo sigo oyendo, muy repetido, y ahora siento la tranquilidad de que no pasara nada fatal: la alegr¨ªa de pensar que muchas veces, durante a?os, nos reunimos en masa y casi nunca chocamos unos contra otros.Pero el clima de Semana Santa es denso, caldeado con m¨²sica militar y cerveza y horas y horas sin dormir. El peligro en com¨²n y el miedo en com¨²n, repentinos e inexplicables, pueden enloquecer en un segundo a las masas semison¨¢mbulas y devotas de las procesiones: una alcantarilla que revienta o algo que parece un tiro, o s¨®lo el rumor de que alguien ha o¨ªdo un disparo o ha visto a un hombre con una navaja. He o¨ªdo a testigos de la mala madrugada en Sevilla: uno habl¨® de pistolas, y otro, con una pierna lastimada en la avalancha, de cierto hombre vestido de blanco y armado con un navaj¨®n. ?l no hab¨ªa visto a nadie, pero hab¨ªa hablado con un polic¨ªa. A otro, otro polic¨ªa le mencion¨® a un t¨ªo suelto con una pistola. Yo record¨¦ una novela, Un ciego con una pistola, en la que Chester Himes dice:
-Toda violencia desorganizada es un ciego con una pistola.
El¨ªas Canetti formul¨® una especie de ley de la masa espantada: cuanto m¨¢s unidos est¨¢n los espectadores para la representaci¨®n y m¨¢s estrecho es el teatro, m¨¢s violenta ser¨¢ la desintegraci¨®n de la masa. Entonces la reuni¨®n se convierte en combate, lucha a muerte contra los otros, convertidos en obst¨¢culos que te tratan como si t¨² fueras el obst¨¢culo. La multitud aterrorizada es un monstruo de muchas cabezas que se alimenta de su propio miedo. As¨ª es la naturaleza de las masas, es decir, nuestra naturaleza, con esa parte bestial que se desenmascara en los teatros en llamas, donde, en el momento m¨¢s peligroso y terror¨ªfico, el que ced¨ªa el paso a se?oras y se?ores pisotea fren¨¦ticamente a todos.
As¨ª somos, y por eso mismo resulta consolador buscar un culpable m¨¢s manejable y sensacional que un ciego con una pistola o un hombre de blanco con un cuchillo o nuestro simple y puro miedo. El culpable de la madrugada negra sevillana ser¨ªa una banda juvenil de jugadores de rol, bajo la mala influencia de la literatura y el cine. La prueba esencial de esta tesis es que alguien vio a gente con tel¨¦fonos m¨®viles en la calle, prueba incontrovertible, pues es notorio que en nuestros d¨ªas nadie usa tel¨¦fono m¨®vil, salvo los jugadores de rol. La Banda del Juego de Rol habr¨ªa aplicado un plan estricto, es decir, algo razonable que puede ser combatido razonablemente.
Creo que esta teor¨ªa es mucho m¨¢s consoladora que vislumbrar la posible y terrible irracionalidad de la que somos capaces cuando nos unimos en multitud.
Y estoy casi seguro de que pronto surgir¨¢ alg¨²n presunto culpable voluntario:
-Yo fui el organizador de la Madrugada Negra.
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