Marruecos: el cambio de Mohamed VI
ENVIADO ESPECIAL "El joven rey no parece mala persona, pero tampoco es el mago Merl¨ªn", tercia entre bromas y veras Nadia Yassin, portavoz del movimiento Justicia y Espiritualidad e hija del jeque Abdesal¨¢n Yassin, l¨ªder hist¨®rico del islamismo en Marruecos, bajo detenci¨®n domiciliaria desde hace 10 a?os por orden del padre de Mohamed VI. Los marroqu¨ªes parecen haber pasado ya la p¨¢gina negra de las desapariciones de disidentes y de los enterrados en vida en las mazmorras de Tazmamart. La alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, acaba de acudir a Rabat para certificarlo, mientras la Administraci¨®n destinaba 700 millones de pesetas a indemnizar a las v¨ªctimas. Pero las esperanzas de cambio que se abrieron hace nueve meses tras la muerte de Hassan II -casi cuatro d¨¦cadas de reinado conocidas ya como los a?os de plomo- y la entronizaci¨®n de un joven de 36 a?os, con estudios en Europa y preocupado por la situaci¨®n de los m¨¢s desfavorecidos, siguen sin plasmarse, al menos por ahora, en un proyecto expl¨ªcito de cambio.
El nuevo monarca se ha comprometido a "consolidar las bases de un r¨¦gimen fundado sobre la separaci¨®n de poderes y la supremac¨ªa de la ley", pero desde las ¨¦lites occidentalizadas y modernistas de Casablanca hasta los campesinos analfabetos del bled, agobiados por una de las peores sequ¨ªas del siglo, todos esperan en Marruecos signos del palacio real, alg¨²n gesto que indique por d¨®nde van los tiros. De buen grado o forzado por el aparato del poder, Mohamed VI parece haber mantenido el misterio de la monarqu¨ªa alau¨ª: exorbitantes poderes ejecutivos que se fusionan con el liderazgo religioso de todo un pueblo.
Perder el miedo a hablar
Los marroqu¨ªes, mientras tanto, est¨¢n perdiendo el miedo a hablar. Lo que no impide que el consejero de un ministro interrumpa su conversaci¨®n cr¨ªtica con el sistema que rodea al palacio real cada vez que los camareros de un restaurante de Rabat se acercan a la mesa que comparte con los enviados de EL PA?S. "Cuando muri¨® el rey Hassan II nos quedamos como en estado de choque; cuando se larg¨® Basri , ya pudimos celebrarlo", confiesa la profesora Amal Jaabak, de 40 a?os. La fulminante destituci¨®n de Basri, el fiel servidor que control¨® la estructura semifeudal del majz¨¦n durante la ¨²ltima mitad del reinado de su padre, culmin¨® el pasado mes de noviembre la aut¨¦ntica sucesi¨®n.
Desde lo alto de Tetu¨¢n, capital del antiguo Protectorado espa?ol, la feminista Amal reconoce que mantener una actitud independiente en una sociedad tan conservadora como la marroqu¨ª equivale a cargar con el estigma acusador de nasrani (cristiana), como le ocurre a su amiga la abogada Zineb Kaderi, de 33 a?os, una de las pocas letradas que se han atrevido a abrir un bufete en solitario en el reino jerifiano. Ambas viajaron el pasado 12 de marzo a Rabat para participar en la manifestaci¨®n en defensa del plan gubernamental de reformas legales sobre el estatuto de la mujer.
Hasta 40.000 personas se agruparon ese d¨ªa en torno al movimiento modernista en la capital marroqu¨ª, frente a los cientos de miles (850.000, seg¨²n una fuente de la Administraci¨®n) de islamistas que reclamaban la inmutabilidad de la mudawana (estatuto personal) en la mayor manifestaci¨®n en la reciente historia del pa¨ªs magreb¨ª.
Cada vez es m¨¢s patente la presencia de las mujeres marroqu¨ªes en el mercado laboral, pero el vigente sistema legal las condena a ser tratadas como eternas menores de edad, bajo la permanente tutela de un padre o un marido, a quienes deben pedir autorizaci¨®n incluso para solicitar un pasaporte. Los malos tratos o el abandono puro simple de la esposa (repudio) siguen sin poder ser denunciados. El proyecto de reformas legales contin¨²a bloqueado en el seno del Gobierno desde hace m¨¢s de un a?o, y la formidable demostraci¨®n de fuerza de los islamistas amenaza con darle carpetazo.
Quienes escrutan los signos sobre el cielo de Rabat intuyen, sin embargo, buenos augurios. El rey acaba de nombrar por primera vez a una mujer para ocupar uno de los puestos de consejero real: Zulija Nasri, ex secretaria de Estado para Asuntos Sociales.
Aunque las cifras oficiales reconocen que el 46% de los marroqu¨ªes es analfabeto, entre las mujeres de las zonas rurales la tasa de quienes no saben leer ni escribir se eleva hasta el 90%.
La sociedad urbana est¨¢ cambiando en Marruecos y las antenas parab¨®licas y los tel¨¦fonos m¨®viles proliferan hasta en los poblados de chabolas, pero el antiguo aparato del poder feudal sigue en pie. Toda una red de informantes o mensajeros al servicio de los mkadim o jefes de barrio, que a su vez est¨¢n a las ¨®rdenes del caid o jefe de distrito, registra pr¨¢cticamente todos los movimientos de los ciudadanos: a qu¨¦ hora vuelven a casa, si reciben la visita de extranjeros... "No puedes hacer nada sin que te sientas observado. Adem¨¢s, necesitas su autorizaci¨®n para cualquier tr¨¢mite", explica Amal. "Dan ganas de marcharse a otro pa¨ªs. Mi hija Safa, de 15 a?os, me dice: 'Si me voy a estudiar a Espa?a, no s¨¦ si volver¨¦ a Marruecos".
Ir¨®nico y desenvuelto, Muatassim Belghazi, presidente de una fundaci¨®n para el desarrollo del medio rural mediante un programa de microcr¨¦ditos, a¨²n no ha cumplido los 40. Podr¨ªa instalarse en Canad¨¢, donde estudi¨®. "Prefiero vivir en mi pa¨ªs, me gusta demasiado el cusc¨²s", explica entre risas, mientras recapitula sobre los primeros meses de reinado de Mohamed VI. Asesor del Ministerio de Agricultura, Belghazi, como tantos otros j¨®venes altos cargos, vive el dilema de apoyar sin reservas al Gobierno del socialista Abderram¨¢n Yussufi o arrojar la toalla ante el bloqueo de las iniciativas de cambio.
Da la impresi¨®n de que el nuevo poder central desconf¨ªa de la vieja Administraci¨®n local caciquil, puenteada por organizaciones no gubernamentales como la de Belgahzi. "Invertir en las mujeres del campo marroqu¨ª es invertir en que sus hijos no se vayan de all¨ª. Un pr¨¦stamo de 10.000 dirhams (unas 170.000 pesetas) permite comprar una m¨¢quina de coser o una tricotosa y poner en marcha un negocio textil. Pero el acceso al capital en el medio rural est¨¢ controlado por usureros", advierte. "La reforma de la mudawana, no obstante, ha dividido a la sociedad marroqu¨ª, tal vez de forma innecesaria, y ha propiciado una demostraci¨®n de fuerza del movimiento islamista. El integrismo s¨®lo se cura con trabajo de proximidad, con m¨¦dicos, escuelas, agua y electricidad", explica este experto en el medio rural marroqu¨ª, un territorio azotado por devastadoras sequ¨ªas cada tres a?os, como se confirma en esta primavera de 2000.
La agricultura apenas representa el 20% del PIB, aunque ocupa a m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n activa marroqu¨ª. El Gobierno intenta fijar a la poblaci¨®n rural y frenar un nuevo ¨¦xodo con un programa de inversiones de 6.500 millones de dirhams (unos 105.000 millones de pesetas). Pero la escasez de lluvias ya ha agostado el crecimiento econ¨®mico. El Ejecutivo ha rebajado sus previsiones de incremento del PIB del 6% al 3%.
Marruecos puede aproximarse a un periodo de recesi¨®n mientras un 15% de sus cerca de 30 millones de habitantes se sit¨²a por debajo del umbral de la pobreza.
"Antes se emigraba en busca de Eldorado, de un sue?o de riqueza en el extranjero. Ahora los habitantes del campo se marchan a las ciudades o al extranjero por una pura cuesti¨®n de supervivencia, en busca de un m¨ªnimo vital", critica Belghazi. "En cuanto los campesinos tienen una placa solar para alimentar las bater¨ªas se pueden conectar a la televisi¨®n por sat¨¦lite, si no, todo sigue como en los tiempos de Basri, controlado por el majz¨¦n local".
Menos del 20% de los hogares situados en zonas rurales tiene suministro de agua potable y electricidad. Tres cuartas partes de las aldeas est¨¢n aisladas, sin comunicaciones por carretera. Y la mitad de los ni?os del campo no van a la escuela.
A pasar de la crisis econ¨®mica, la libertad de expresi¨®n est¨¢ avanzando en Marruecos a grandes pasos, aunque no sin tropiezos. El ¨²ltimo ha sido la prohibici¨®n de la difusi¨®n de los semanarios independientes Le Journal, en franc¨¦s, y Assahifa, en ¨¢rabe, que publicaban una entrevista con el l¨ªder del Frente Polisario, Mohamed Abdelaziz. En el Marruecos de 2000 la libertad de expresi¨®n sigue limitada por tres tab¨²es: la monarqu¨ªa, la religi¨®n (el islamismo) y la integridad territorial (S¨¢hara Occidental).
En la redacci¨®n del semanario Demain, en Casablanca, tambi¨¦n saben lo que es la amenaza de la censura. Una veintena de personas, entre periodistas y personal administrativo, se afanan en sacar adelante la revista, que se imprime en Espa?a por razones tecnol¨®gicas y econ¨®micas. Su director, Al¨ª Lmrabet, se queja de no poder dedicarse m¨¢s a su trabajo period¨ªstico mientras dure la pugna un accionista que, supuestamente por ¨®rdenes del poder, intent¨® suspender la salida de su publicaci¨®n.
"Las presiones no han terminado a¨²n. Por ejemplo, Meditel nos ha excluido de su campa?a de publicidad en toda la prensa porque, seg¨²n dicen, nos consideran un medio escandaloso", asegura Lmrabet. "Despu¨¦s de casi 40 a?os de opresi¨®n, la gente est¨¢ empezando a perder el miedo a hablar, pero el sistema represivo sigue estando all¨ª, aunque Basri se haya retirado a jugar al golf. No soy optimista ni pesimista. A¨²n es pronto, pero seguimos sin saber qu¨¦ proyecto tiene el nuevo rey. ?Vamos hacia un nuevo majz¨¦n o hacia un cambio constitucional?", se interroga el director de Demain.
La reforma de la Constituci¨®n, para limitar el poder real y fijar las reglas del juego democr¨¢tico, la desaparici¨®n de los llamados "ministerios de soberan¨ªa", como Exteriores, Interior y Asuntos Religiosos, designados directamente por el monarca, y la celebraci¨®n de elecciones libres, frente a los comicios ama?ados por Basri en 1997, son cuestiones clave para la modernizaci¨®n pol¨ªtica de Marruecos.
Las cosas, mucho peor
Abdelmalek Uardghi, militante socialista y consejero de la secretar¨ªa de Estado de Medio Ambiente, reconoce que no ha habido una "verdadera alternancia en el poder". Al bloque democr¨¢tico o Kutla, formado por socialistas, nacionalistas del Istiqlal y ex comunistas, se han sumado en la coalici¨®n de Gobierno fuerzas procedentes del antiguo aparato de la Administraci¨®n. "Desde dentro hemos visto que las cosas est¨¢n mucho peor de lo que cre¨ªamos cuando est¨¢bamos en la oposici¨®n. Hay que hacerlo todo de nuevo, dotarse de levantar un arsenal jur¨ªdico para desmantelar el sistema de Basri, una Administraci¨®n que lo bloquea todo", argumenta Uardghi desde una posici¨®n posibilista.
A Mohamed Sassi, pofesor de Derecho en la Universidad de Rabat, la polic¨ªa le abri¨® una brecha en la cabeza hace ocho a?os cuando prostestaba por el encarcelamiento del secretario general del sindicato socialista Confederaci¨®n Democr¨¢tica del Trabajo (CDT), Nubir Amaui, detenido a ra¨ªz de sus declaraciones a EL PA?S. Sassi, miembro del comit¨¦ central de la Uni¨®n Socialista de Fuerzas Populares (USFP), el partido del primer ministro, Yussufi, no duda en lanzar un diagn¨®stico mucho m¨¢s radical: "El hecho de que estemos en el Gobierno no significa que tengamos el poder".
"El nuevo rey parece un hombre democr¨¢tico y moderado, pero el Gobierno se ha adaptado a la rutina de los ¨²ltimos cuarenta a?os. A Marruecos le hace faltan l¨ªderes reformistas, como ocurri¨® con Adolfo Su¨¢rez en Espa?a", advierte este dirigente del sector cr¨ªtico del socialismo marroqu¨ª.
Y a?ade: "Lo que hay ahora es oscurantismo: basrismo sin Basri. Si no hay voluntad de transici¨®n pol¨ªtica, los islamistas ocupar¨¢n el vac¨ªo que dejemos".
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