EL FUTURO DE LA IZQUIERDA Razones de una urgencia PEDRO CHAVES y JUAN CARLOS MONEDERO
Tras la derrota del 12-M, es hora, seg¨²nlos autores, de sentarse a escuchar lo que
tienen que decir los que no han hablado,
los que se han alejado de la pol¨ªtica
institucional de la izquierda y reivindican
diariamente su compromiso en otros lugares.
En la izquierda, el apremio de la derrota ha situado las cuitas personales y las de partido en una estancada vertiginosidad, corri¨¦ndose el riesgo de salir de la refriega con demasiado lastre como para remontar el vuelo. Convendr¨ªa, m¨¢s que llamar a la calma o hacer preguntas al aire, que cada cual se interrogase a s¨ª mismo y se atreviera a respuestas valientes: ?c¨®mo enfrent¨® su generaci¨®n la cultura pol¨ªtica heredada del franquismo?, ?qu¨¦ cultura democr¨¢tica desarrollaron durante la transici¨®n y en las d¨¦cadas posteriores?, ?qu¨¦ responsabilidad les corresponde por la labor pol¨ªtica que han realizado durante los ¨²ltimos 20 a?os? Las oportunidades perdidas en anteriores momentos, la torpeza a la hora de entender el nuevo lugar de la izquierda y la ruptura de la transmisi¨®n de una experiencia transformadora son los barros de los actuales lodos. Cuando las generaciones no crean puentes con las siguientes, entre ellas media s¨®lo el abismo. Y para tender esos puentes convendr¨ªa acabar, de una vez por todas, con esa historia autosatisfecha que va desde al antifranquismo a la crisis yugoslava, pasando por una inmaculada transici¨®n cuya santidad s¨®lo vino de la resignaci¨®n y cuya virginidad es un mito. El humo de las mistificaciones no permite ver m¨¢s all¨¢ de donde aturde el olor a incienso. Y el incienso basta s¨®lo a determinadas concepciones pol¨ªticas.El grueso de la izquierda de la generaci¨®n m¨¢s numerosa de Espa?a decidi¨® no ir a votar el 12 de marzo. ?Cu¨¢les han sido las razones del sector progresista de la generaci¨®n del baby-boom, esa generaci¨®n denominada con la X como inc¨®gnita? Su historia no ha sido a¨²n contada. Vinieron a la luz pol¨ªtica, tras la semana de vacaciones que supuso la muerte del dictador, con el golpe del 23-F. Se emocionaron con la victoria del PSOE en el 82, pero aquella ilusi¨®n dur¨® poco. Con el refer¨¦ndum de la OTAN se alejaron de los socialistas, aunque no terminaron de encontrar su lugar pol¨ªtico en otras fuerzas. Se manifestaron contra las leyes educativas en los 80 y no entendieron el porqu¨¦ de la contundencia de la polic¨ªa democr¨¢tica. Contemplaron desde la distancia, pero con gran desolaci¨®n, todo lo que acompa?¨® a los GAL, a la corrupci¨®n, a la prepotencia de los Gobiernos del PSOE. Participaron en la huelga general del 14-D. Supieron que la guerra del Golfo era un fraude inaceptable. Se aproximaron t¨¢ctica y t¨ªmidamente a Izquierda Unida desde finales de los 80. Nunca nadaron a gusto en la vehemencia de la teor¨ªa de las dos orillas. Son varios millones.
Toda su vida laboral ha estado marcada por la incertidumbre y la precariedad. La inseguridad y las dificultades para imaginar su futuro son su caracter¨ªstica m¨¢s rese?able. Han sufrido implacablemente el tap¨®n de la generaci¨®n del 68. En las ¨²ltimas elecciones generales no han votado probablemente porque no se ve¨ªan reflejados en los rostros de la pol¨ªtica. Tampoco en sus frases y expresiones. Y en su viaje han atra¨ªdo hacia la abstenci¨®n a los j¨®venes transformadores reci¨¦n incorporados al censo. Mientras la izquierda social hac¨ªa este viaje en busca de su sombra perdida (con las salvedades de algunas formaciones nacionalistas de izquierda remozadas), la derecha, siempre atenta a la cosm¨¦tica, se reinventaba la imagen de s¨ª misma, se denominaba de otra forma y, al fin, consegu¨ªa ser otra de tanto parecer distinta.
A¨²n no se ha respondido si los abstencionistas de izquierda ten¨ªan a su alcance razones reales para vencer su desencanto. ?Pod¨ªan encontrar razones fuertes para votar al PSOE de Almunia despu¨¦s de que ¨¦ste perdiera las primarias, tras dejarse fuera de las listas al borrellismo o a Izquierda Socialista, cuando han de recurrir a Gonz¨¢lez invariablemente como referente? ?Hab¨ªa razones fuertes para votar a la Izquierda Unida de Frutos despu¨¦s de la ausencia de renovaci¨®n de la coalici¨®n pese a los muchos errores cometidos, tras la falta de respuesta a la contundente sanci¨®n popular en las municipales y europeas del 99, despu¨¦s de una d¨¦cada de gritar que s¨®lo exist¨ªa el programa m¨¢ximo? ?Hab¨ªa quiz¨¢ un solo rostro nuevo en la izquierda? ?Hab¨ªa un solo mensaje nuevo en la izquierda? C¨®mo transformar la sociedad cuando no se es capaz de transformar la propia casa...
Es obvio que la renovaci¨®n generacional no es condici¨®n suficiente, aunque sea necesaria. Es cierto que nada garantiza el ¨¦xito, pero ?qu¨¦ novedad puede resultar de un debate de ideas entre los mismos? Ellos ya han probado su eficacia. Otros tienen, al menos, el beneficio de la duda. Las voces que alertan frente al cambio generacional, haciendo profesi¨®n de ignorancia o voceando la cat¨¢strofe, y las voces que entienden que esa renovaci¨®n consiste en colocar a j¨®venes sobre las mismas peanas de sus mayores pecan del mismo error. Puede ser incluso que mientan. Saben que una ¨¦poca se ha terminado y siguen a la defensiva. Justo es recoger lo que se haya sembrado. Pero nada m¨¢s. Las exigencias de nuestra transici¨®n situaron a buena parte de los pol¨ªticos espa?oles de la izquierda en un lugar poco transformador. Ahora habitan una fortaleza administrativa a la que se aferran incluso perdiendo los modos. Nadie debiera olvidar que la izquierda no es un negocio.
La renovaci¨®n significa que existe, con todo lo que implica, una nueva generaci¨®n, una pluralidad de opciones y alternativas que son fruto de su tambi¨¦n diferente y compartida experiencia.Que exista una nueva generaci¨®n implica que hay otras maneras de entender el mundo (un mundo sin bloques, globalizado, amenazado, m¨¢s peque?o y a la vez m¨¢s inabarcable). Nos dice que hay otra forma de entender la idea de Espa?a (no marcada por lo que signific¨® el nacionalismo en la lucha contra el franquismo; no marcada por la identificaci¨®n de Espa?a con el yugo y las flechas o el ¨¢guila imperial). Nos hace saber que se expresa en un nuevo estilo en la forma de hacer pol¨ªtica (que no separa la organizaci¨®n de la calle; que est¨¢ harta de escuchar que algunos no pueden ser amables; que propone otra mirada sobre las cosas). Una nueva generaci¨®n que incorpora su diferente experiencia cuando trabaja, cuando investiga, cuando hace periodismo, cine o literatura. Cuando ense?a y cuando aprende. Tambi¨¦n cuando se divierte. Una nueva generaci¨®n ante el mundo del trabajo, donde ha desaparecido esa ¨¦tica laboral propia de quienes, sobre todo, eran trabajadores de lo mismo y para toda la vida. Una nueva generaci¨®n que gana un salario en una tarea que en nada se parece a aquello para lo que se prepar¨®. Una generaci¨®n que tiene una voz propia cuando sabe que el futuro ya no es un lugar donde se pueden hacer muchos planes. Una generaci¨®n a la que ya le pertenece la igualdad entre los g¨¦neros y que sabe que no siempre puede usar su propia voz, pues debe impostarla para acercarla a la voz de sus mayores. Que mira atr¨¢s buscando puentes y que, si no los haya, mirar¨¢ hacia atr¨¢s con ira.
Las alternativas est¨¢n en donde nunca se ha mirado. Visto el panorama, podemos ir pensando, sin mucho riesgo a equivocarnos, en escenarios de medio plazo. Pero ser¨ªa absurdo, vieja pol¨ªtica, enrocarnos mientras llega la hora propicia en la que los errores de la derecha permitan un recambio. Sin la incorporaci¨®n de ese conjunto generacional de izquierda a la pol¨ªtica transformadora, estaremos entregando al conservadurismo (no a los conservadores) buena parte del futuro. La actual hegemon¨ªa dejar¨¢ de ser un pr¨¦stamo. La experiencia emancipadora se aprende, y para eso hace falta quien la ense?e. En la universidad espa?ola ya no hay escuelas. Seguramente porque tampoco hay ya maestros. En la pol¨ªtica espa?ola sobran los eternos imprescindibles que nada ense?an y permanecen en constante competici¨®n con sus potenciales sucesores. Es el momento de contar y tejer una diferente cultura pol¨ªtica. Es hora tambi¨¦n de sentarse a escuchar lo que tienen que decir los que no han hablado, los se han alejado de la pol¨ªtica institucional de la izquierda y reivindican diariamente su compromiso en otros lugares.
Si ese grupo generacional que ha optado por la abstenci¨®n o el voto en blanco en las elecciones de marzo no se incorpora a la pol¨ªtica activa, sabremos de un nuevo exilio. Seguir¨¢n siendo los conspicuos del 68 (o sus ¨¦mulos de cualquier edad), enquistados en sus plazas fuertes, los encargados de representar la pol¨ªtica de izquierda. Y todo un sector de una generaci¨®n se habr¨¢ perdido en el laberinto de s¨ª mismos. Una parte de estos eternos imprescindibles se ir¨¢ al testimonialismo de los que no entienden nada porque no les hace falta. Con sus pensiones aseguradas o su jubilaci¨®n anticipada quiz¨¢ se digan radicales. Otros escuchar¨¢n, desde el desbordamiento ideol¨®gico, los cantos de sirena de terceras v¨ªas o incluso del conservadurismo pol¨ªtico. Y dentro de ocho a?os (o de doce) seguiremos diciendo, con el pesimismo nacional de Larra y hastiados por el inmovilismo de unos y la desidia de otros: "Aqu¨ª yace media Espa?a". Pero que nadie se enga?e: no podremos completar el epitafio diciendo que "muri¨® de la otra media". Esta vez, para mayor gloria de nadie, se habr¨¢ enterrado a s¨ª misma.
Pedro Chaves es polit¨®logo y Juan Carlos Monedero es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Complutense de Madrid.
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