Berlusconi, por qu¨¦.
?Es posible que los cad¨¢veres pol¨ªticos vuelvan de la tumba? La victoria de la coalici¨®n de derechas en las pasadas elecciones municipales italianas prueba que haber sido condenado por delitos econ¨®micos, si bien que a penas que no conduc¨ªan a Regina Coeli, as¨ª como tener procesos pendientes por presunta y similar desenvoltura financiera, ya no es necesariamente el punto final de ninguna carrera pol¨ªtica; tanto, que Silvio Berlusconi, el l¨ªder de Forza Italia -no el nombre de un caballo o una basca de boixos nois a la italiana, sino un partido-, es hoy la mejor apuesta para la presidencia del Consejo de Ministros en Roma, a lo sumo para cuando la coalici¨®n de centro-izquierda tenga que convocar elecciones legislativas el a?o pr¨®ximo.El polit¨®logo italiano Paolo Flores d'Arcais ya ha explicado brillantemente en EL PA?S por qu¨¦ el l¨ªder del Olivo, Massimo d'Alema, hab¨ªa perdido las elecciones, dando paso con su dimisi¨®n al socialista Giuliano Amato, que ahora trata de formar Gobierno; b¨¢sicamente, porque el jefe de los Dem¨®cratas de Izquierda (ultim¨ªsima versi¨®n) se hab¨ªa hipnotizado a s¨ª mismo con el nombre que la Prensa mundial no hab¨ªa dejado de atribuirle desde que liquid¨® el PCI: ex comunista. Y se conoce que, de tanto pedirle perd¨®n a Berlusconi por su pasado, la opini¨®n ha acabado por preferir el producto genuino; no un ex comunista, sino un anticomunista, convicto y orgullosamente confeso, que, adem¨¢s, no se hab¨ªa tragado la abjuraci¨®n del marxismo del ex que nunca hab¨ªa dejado de serlo.
Pero hay, tambi¨¦n, otras razones de tipo c¨®smico.
Desde la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el votante de Europa occidental est¨¢ mucho menos sujeto a una moral del voto; su sufragio puede aspergiar ahora, con una frivolidad que anteriormente le habr¨ªa sido m¨¢s costosa, la totalidad del espectro pol¨ªtico, precisamente porque ¨¦ste hab¨ªa sido ya depurado con el desmantelamiento del brazo armado de Mosc¨². Evidentemente, sigue habiendo partidos pol¨ªticos que son o se llaman comunistas, pero la eliminaci¨®n de su cord¨®n umbilical con un Kremlin que ya no existe, los reduce a una marginalidad desdentada, incluso al margen del porcentaje de votos que sigan recibiendo. Un 10% electoral, por ejemplo, es una cifra psicol¨®gicamente muy distinta, con o sin Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Ese nuevo votante es el que considera que no ha de tener en cuenta proceso m¨¢s o menos a la hora de establecer sus moment¨¢neas preferencias electorales.
Se ha dicho tambi¨¦n que el fin del imperio moscovita es algo as¨ª como el acto final del crep¨²sculo de las ideolog¨ªas. M¨¢s bien habr¨ªa que decir el de una ideolog¨ªa, porque la que queda se halla en inmejorable estado de salud. De igual forma, hay quien deduce de esa dimisi¨®n del comunismo como agente pensante del futuro, el virtual fin de la pol¨ªtica; y, sin embargo, hoy tenemos m¨¢s pol¨ªtica que nunca, hasta el punto de que ¨¦sta ha invadido todos los ¨¢mbitos de la realidad p¨²blica; ello explica que el ciudadano exija, reclame y pelee con las Administraciones, a todos los niveles, como jam¨¢s lo hab¨ªa hecho en el pasado; si ya no hay enemigo exterior, se goza de la plena libertad de buscar a ese enemigo entre nosotros mismos.
Mientras exist¨ªa un duopolio de ideolog¨ªas, hab¨ªa cosas que no se pod¨ªan hacer porque ambas se reg¨ªan por una cierta moral, aunque cada una fuera abominable para la otra, que limitaba su campo aparente de acci¨®n; con una sola tratando de llenar hasta el ¨²ltimo absceso de la realidad todo est¨¢ permitido. Y todo es pol¨ªtica.
No quiere, seguramente, eso decir que al ciudadano tenga que gustarle esa politizaci¨®n del cosmos; se dir¨ªa, al rev¨¦s, que cada d¨ªa le parece m¨¢s ruin; pero, al margen de que eso lleve directamente al peligroso vaciado de los partidos, sin que se haya inventado todav¨ªa nada mejor para expresar el sentir de la opini¨®n, lo que cuenta es que la imagen de marca de Berlusconi no tiene por qu¨¦ ser peor que la de d'Alema, si ya se sabe que la pol¨ªtica es como es.
El tiempo del populismo vuelve, al menos en Italia, con Silvio Berlusconi, porque es m¨¢s nuevo, da mejores programas de televisi¨®n, o, simplemente, cae mejor que la pol¨ªtica antigua, de siempre, tan I Rep¨²blica italiana, del ex l¨ªder del Olivo; si no, el fin de la historia, s¨ª parece su repetici¨®n.
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