Descenso de conciencia
Tan s¨®lo ocho equipos han sido capaces de ganar alguna vez la Liga. Ocho de 54, que son los que han pisado ya la m¨¢xima categor¨ªa en 69 a?os de historia. Y de esos ocho, de ese reducido grupo de escogidos, tres caminan decididos hacia la Segunda Divisi¨®n. Nunca el campeonato hab¨ªa recibido un golpe de semejante envergadura.El descenso de uno, el Sevilla, es oficial, seguro, irremediable. La desgracia de los otros dos es evitable a¨²n desde la aritm¨¦tica, pero la realidad cuenta que tampoco tiene mucha vuelta de hoja. El Atl¨¦tico gast¨® el s¨¢bado, ante el Barcelona, su ¨²ltima bala. Se dispar¨® a s¨ª mismo, como lleva haciendo todo el curso. Y el Betis se suicid¨® igualmente, aplastado el domingo por un Mallorca debidamente estimulado. Pero adem¨¢s lo remataron a traici¨®n desde otro escenario: el S¨¢nchez Pizju¨¢n, la casa del vecino, de un mal vecino. Y tal vez no habr¨ªa hecho falta.
Probablemente el conjunto andaluz se habr¨ªa ido a Segunda de todas todas, como justo castigo a una temporada deplorable; seguramente el Oviedo habr¨ªa ganado tambi¨¦n al Sevilla en condiciones de igualdad. Pero all¨ª, en el S¨¢nchez Pizju¨¢n, fue el Sevilla el que decidi¨® que fuera precisamente el Betis uno de sus compa?eros de viaje. Se abri¨® de par en par ante el Oviedo para concederle un triunfo que aseguraba su propio descenso, pero que, sobre todo, pon¨ªa contra las cuerdas a su m¨¢ximo rival. Era una especie de consuelo -el c¨¦lebre mal de muchos- y de venganza por un episodio similar -en la temporada 1996-97, cuando el Betis autoriz¨® un triunfo del Sporting en la ¨²ltima jornada para ayudar al descenso del Sevilla-. Era un gesto para sentir verg¨¹enza, en suma. No tanto por el entusiasmo con el que lo celebraron los seguidores hispalenses -de alguna forma comprensible- como por la pasividad indigna de los futbolistas. Los jugadores no deber¨ªan entrar jam¨¢s en cuestiones s¨®lo tolerables en la barra de un caf¨¦.
Pero los del Sevilla entraron. Tal vez no fue una actitud un¨¢nime, pero s¨ª mayoritaria. Y la imagen de esta plantilla, da?ada ya por su recorrido deportivo en la temporada, quedar¨¢ ensuciada de por vida. De por vida, por mucho que el suceso pase de puntillas e impune por el campeonato. Ensuciada de por vida, por mucho que este disparatado mundo del f¨²tbol incluso le ponga cara de complicidad y comprensi¨®n.
Seguro que las concesiones del Sevilla acceder¨¢n al anecdotario de la Liga, no a su historial delictivo -de hecho, la Federaci¨®n ya ha avanzado que son comportamientos dif¨ªciles de demostrar y, por tanto, de sancionar- Da lo mismo. Los jugadores del Sevilla saben lo que han hecho.
El Betis se ir¨¢ a Segunda -para evitarlo tiene que sumar seis puntos m¨¢s que Oviedo o Numancia en tres jornadas-. Y como Atl¨¦tico y Sevilla, por m¨¦ritos propios. En un a?o, todos estar¨¢n obligados a recuperar su sitio en Primera. Pero los jugadores del Sevilla deben, adem¨¢s, lavar su conciencia. Algo mucho m¨¢s dif¨ªcil de arreglar que un descenso.
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