La irrupci¨®n del libro electr¨®nico obliga a los editores cl¨¢sicos a cambiar sus m¨¦todos El Congreso de Buenos Aires busca nuevas estrategias para el mercado editorial del futuro
Un fantasma electr¨®nico recorre el Congreso de Editores de Buenos Aires. Veinticinco a?os despu¨¦s de que Juan Grijalbo negociara ?por carta! los derechos de publicaci¨®n de El padrino, los tiempos han cambiado y la figura cl¨¢sica del editor parece tambalearse ante el avance globalizador de las fusiones, mientras un nuevo autor se suma a una mara?a de redes e hipertextos, y un lector capaz de recibir texto, im¨¢genes y sonidos a la vez asoma en el horizonte inmediato. Es el libro electr¨®nico, que llega inexorable para quitar el sue?o a unos editores que pierden dinero a espuertas con lo digital.
A las p¨¦rdidas por la irrupci¨®n de la tecnolog¨ªa digital se refiri¨® ayer Manfred Grebe, responsable del grupo Bertelsmann, para a?adir: "Hay que estar ah¨ª, amigos". As¨ª los editores tratan de aguzar el ingenio para no perder el tren. Lo se?al¨® tambi¨¦n Ana Mar¨ªa Cabanellas en el discurso de inauguraci¨®n del 26? Congreso de la Uni¨®n Internacional de Editores, que se cierra ma?ana en Buenos Aires: la partida editorial se est¨¢ jugando en los tableros de un nuevo ajedrez, y donde antes hab¨ªa restricciones, ahora el peligro es la excesiva facilidad de comunicar; antes hab¨ªa que luchar con la censura, ahora es necesario lidiar con el pavor que produce el incontrolado viaje de los textos, la falta de barreras, los ataques indiscriminados a la propiedad intelectual.Esta gigantesca transformaci¨®n del escenario editorial fue analizada ayer por Roger Chartier, gran especialista europeo en h¨¢bitos lectores y en la historia del libro, adem¨¢s de director de estudios de Ciencias Sociales en l'?cole des Hautes ?tudes. Su ponencia, titulada ?Muerte o transformaci¨®n del lector?, es al tiempo una advertencia muy documentada y una sugerente reflexi¨®n, que debe ayudar a los editores a ocupar ese nuevo espacio, infinito o casi, que se abre con la edici¨®n electr¨®nica.
Primero, dice Chartier, se certific¨® "la crisis de la lectura, la muerte del lector tradicional". Luego, se aire¨® el triunfo de la imagen, la pantalla, lo audiovisual. Pero todo es mentira: Internet no supone la muerte del texto; al rev¨¦s, est¨¢ lleno de letras. Malas, sin editar, sin corregir, en bruto casi siempre. Pero son letras, al fin y al cabo.
Y parece probable, comenta Chartier, que "lo manuscrito, lo impreso y lo digital siga conviviendo durante varios decenios". Hace falta, pues, que el editor pierda el miedo y se zambulla en la red, superando esa vieja incertidumbre que Cabanellas llama "la ambig¨¹edad de comerciar con la cultura", y prepar¨¢ndose para convertirse en algo nuevo, diferente, quiz¨¢ m¨¢s cercano a los manuales de instrucciones que a las novelas.
Transformaci¨®n radical
En Espa?a el 28% de la edici¨®n se lanza ya en soportes diferentes al libro, seg¨²n datos de la Federaci¨®n de Gremios. Parece un s¨ªntoma m¨¢s de lo que afirma Chartier, que el texto electr¨®nico se extender¨¢ sin remisi¨®n, para suponer un cambio radical en la producci¨®n, la comunicaci¨®n, las jerarqu¨ªas, la escritura y la lectura: "Los libros electr¨®nicos organizan de una manera nueva la informaci¨®n, la relaci¨®n entre lo que se muestra y lo que se esconde (la documentaci¨®n, las fuentes), el orden de la argumentaci¨®n, la l¨®gica del discurso, la del contexto, pero tambi¨¦n los criterios de las pruebas, de las notas a pie de p¨¢gina, de las citas...".
Es la revoluci¨®n de la escritura, que convierte a la lectura en un juego abierto, relacional, ecl¨¦ctico, que involucra al lector/vidente en un complicado viaje, para el cual se requiere, a?ade la eminencia, "transformar las t¨¦cnicas de producci¨®n y distribuci¨®n, y, por tanto, las cabezas de los editores", que probablemente se parecer¨¢n m¨¢s a un productor de cine que al amante cl¨¢sico de un objeto llamado libro y una persona llamada autor.
Ese mundo cambiante y veloz, se?ala Chartier, acabar¨¢ con el c¨®dice tal como se entiende desde el siglo IV, y destrozar¨¢ los g¨¦neros, y la vieja secuencia carta-diario-revista-libro-archivo. Todo ello, pronostica el franc¨¦s, ser¨¢ sustituido poco a poco por el libro total, "un continuum duro de bautizar y al que ser¨¢ dif¨ªcil ponerle la palabra fin, pues la comunicaci¨®n inmediata entre el autor y los lectores, por correo electr¨®nico, puede ampliar cada obra hasta el infinito", llen¨¢ndola de nuevos colectores, coautores y coeditores en sucesi¨®n imparable.
Desarrollo
?Sue?o? ?Pesadilla? ?La materializaci¨®n de la Biblioteca de Alejandr¨ªa? ?Un ¨¢gora del todo vale y la reiteraci¨®n? Para que las preguntas no sean demasiado capciosas, sugiere Chartier, hay que tomar una decisi¨®n: pedir a los editores que se atrevan a desarrollar el libro electr¨®nico de Joseph Jacobson -el guru de la tinta electr¨®nica lleg¨® ayer a Buenos Aires para ense?ar, hoy, c¨®mo avanza su invento-, que lo hagan "justo al rev¨¦s de las pr¨¢cticas actuales. Es decir, pensando, corrigiendo y editando mucho, y apoy¨¢ndose en la reflexi¨®n conjunta de la filosof¨ªa, la historia, la sociolog¨ªa y el derecho".
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