Llamarada filipina
La llamarada de secuestros y acciones violentas en el sur de Filipinas ha puesto al Gobierno del presidente Estrada contra las cuerdas. Los injustificables actos perpetrados por los separatistas islamistas -secuestros de escolares y turistas, detenciones en masa en carreteras y bombas contra un aeropuerto y un puerto- se han cobrado ya varias muertes y han puesto en vilo las islas Basilan y Jolo, mientras la calma reinaba en la lejana capital, Manila.Estas ¨²ltimas acciones terroristas son obra de dos grupos separatistas violentos que pretenden la independencia para sus islas, pobladas por musulmanes, en unas Filipinas mayoritariamente cristianas. Por una parte, el grupo de Abu Sayyaf (Padre de la Espada), que ya el pasado 20 de marzo se llev¨® a decenas de ni?os y adultos de una escuela, y que el 23 de abril hab¨ªa secuestrado a 10 malayos, otros tantos turistas extranjeros y una filipina en Malasia y los traslad¨® a Jolo. Abu Sayyaf reclama tambi¨¦n la puesta en libertad de tres terroristas islamistas detenidos en Estados Unidos, uno de ellos acusado de colocar las bombas contra las torres gemelas de Nueva York en 1993. El otro grupo que se ha alzado en armas, tras considerar recientemente que el Ej¨¦rcito hab¨ªa roto la tregua pactada, es el Frente Moro de Liberaci¨®n Isl¨¢mica (FMLI).
?sta es la peor ola de violencia vivida en el sur de Filipinas desde la paz sellada entre el Gobierno y otros movimientos separatistas islamistas en 1996. La descentralizaci¨®n territorial en curso en la vecina Indonesia, junto con un cierto abandono de sus responsabilidades en estas islas por parte del Estado filipino, crean tambi¨¦n un caldo de cultivo para estos movimientos violentos y basados en la diferencia religiosa.
Ante los casos concretos que han estallado estas semanas, la soluci¨®n no puede estar en asaltar las posiciones de los rebeldes, causando bajas entre los rehenes, como ha ocurrido con el intento de liberar a los escolares, sino en propiciar salidas negociadas. Es lo que se intenta, al menos en Basilan: la mediaci¨®n de Nur Misuari, un antiguo guerrillero que ahora act¨²a como emisario del Ejecutivo frente al FMLI. Pero, frente a Abu Sayyaf, Estrada no deber¨ªa despreciar la oferta de mediaci¨®n lanzada por Berl¨ªn y Par¨ªs (hay tres alemanes y dos franceses entre los turistas secuestrados) antes de lanzarse a desesperadas acciones de rescate.
Esta violencia llega en el peor momento para Estrada, con una popularidad en ca¨ªda libre tras los esc¨¢ndalos financieros en los que se est¨¢ viendo implicado. Sin embargo, las acciones violentas plantean, ante todo, un reto a la incipiente y a¨²n fr¨¢gil democracia filipina, que, como otros pa¨ªses-archipi¨¦lagos de la zona, debe aprender a gestionar mejor la diversidad y atender como se debe sus extremos geogr¨¢ficos.
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