Premio a los buenos XAVIER BRU DE SALA
El nacionalismo espa?ol de izquierdas se ha pasado la democracia premiando a los malos y castigando a los buenos, d¨¢ndoselo todo a los "radicales" de Euskadi, a ver si aflojaban, mientras regateaban al catalanismo incluso el t¨ªtulo de moderado. Basta comparar las competencias reales ejercidas, la financiaci¨®n de ambas comunidades, el d¨¦ficit fiscal de Catalu?a y el super¨¢vit vasco. Pues bien, una de las novedades hist¨®ricas de esta nueva Espa?a de las maravillas es el inicio de la tendencia contraria. Lo que de veras se propone Aznar forma parte de su m¨¢s estricta intimidad, pero dir¨ªa que la estrategia hacia los dos nacionalismos perif¨¦ricos mayores es doblemente opuesta a la de Gonz¨¢lez. Ahora, el catal¨¢n lleva las de ser apreciado en todo menos en la Declaraci¨®n de Barcelona -que incluso puede pasarse por alto si queda en ret¨®rica-, mientras el vasco se ha vuelto c¨®mplice de los terroristas, e incluso chivato de objetivos medi¨¢ticos. Las medicinas a aplicar son tambi¨¦n contrapuestas: integrar el nacionalismo menor de los catalanes y excluir a los vascos, por beligerantes.Queda todav¨ªa mucho camino por andar, y hasta es posible que nuevos hechos lo tuerzan. Buena parte de la sociedad catalana afirma que contin¨²a viendo al diablo en el PP. El recio esp¨ªritu espa?ol es hijo del vasco y tiene poco que ver con lo melifluo del mediterr¨¢neo. Pero el cambio de tendencia est¨¢ encima de la mesa. El ministro vasco est¨¢ condenado a encarnar las virtudes del no nacionalismo mientras empu?a la espada antiterrorista. Los dos ministros catalanes, provenientes primero de la izquierda catalanista y luego del pujolismo, cabalgan sobre la expansi¨®n hisp¨¢nica y la modernidad tecnol¨®gica. Pujol y Aznar se emplazan m¨²tuamente a explicitar hasta d¨®nde llegar en su andadura conjunta. Aznar y Arzalluz no pueden ir peor. Es m¨¢s, el PP saca tajada electoral en el norte a partir de la confrontaci¨®n, y en Catalu?a a partir de la colaboraci¨®n, el jejej¨¦ y las palmaditas en la espalda.
Se trata de una novedad asombrosa. Tanto que el nacionalismo catal¨¢n no reacciona. La percepci¨®n que tiene de s¨ª mismo ha pasado en poco tiempo de plet¨®rica a an¨¦mica, de boyante a incapaz. Las convicciones han dejado de funcionar. El problema es qu¨¦ hacer con ellas, si pueden continuar existiendo. La cristaler¨ªa del pujolismo se ha hecho a?icos. No queda un solo intelectual nacionalista que considere a Pujol como su l¨ªder. Ni siquiera entre los j¨®venes que tanto le han mimado. Dir¨ªa incluso que Maragall y el PSC se apiadan de su rival, en vez de ensa?arse contra ¨¦l ahora que est¨¢ alica¨ªdo. Tal vez es que comparten un parecido estado de perplejidad.
Desde 1993, Pujol no ha parado de equivocarse con relaci¨®n a Espa?a. Fue el primero en advertir que Espa?a iba hacia arriba y, al paso que va, ser¨¢ el ¨²ltimo que reaccione en consecuencia. Tambi¨¦n desde 1993 -ahora la fecha es aproximada- pas¨® de querer liderar a pretender perdurar a toda costa. Una vez fet el cim, tocaba retirarse y animar a otros para que iniciaran la ascensi¨®n, pero fue incapaz de este elemental gesto de grandeza. Su mayor empe?o a partir de la fat¨ªdica renovaci¨®n anunciada en Montserrat ha consistido en frenar la bajada con ambos pies. Su lema, "Cuanto m¨¢s despacio descienda m¨¢s tardar¨¦ en llegar abajo", dej¨® de aludir a una ilusi¨®n colectiva y se hizo tan personal como peregrino. No tuvo el menor reparo en empujar a sus amigos y compa?eros al abismo. Se guard¨® de incorporar a gente de peso y valor como de ahorcarse. Sus ansias pasaron de animar a la sociedad a infiltrarla tejiendo una laboriosa red clientelar, sin otro objetivo que el mencionado. La sociedad se dej¨®. Catalu?a ha vivido los a?os noventa convencida de que aton¨ªa y panacea eran sin¨®nimos. No es extra?o que ahora le cueste despertar. Como tampoco lo es que el catalanismo se encuentre anonadado.
Mi diagn¨®stico, meditado y sopesado, es que el mantenimiento de Pujol en el poder, o incluso en el liderazgo, s¨®lo puede, o bien retrasar la aparici¨®n de nuevos par¨¢metros en el catalanismo, o bien inducirlo a errores de complicada correcci¨®n. Lo digo por lo cercana que me resulta su figura y midiendo las palabras. Sabiendo que tal vez obtendr¨¢n poco eco, pero seguro de que no habr¨¢ r¨¦plica. Pujol lleva a?os sin tener quien le defienda. Ni siquiera ¨¦l mismo exhibe un argumento de fondo para seguir en el poder. Se apoya en los que caer¨ªan con ¨¦l y en una hu¨¦rfana y hueca matem¨¢tica parlamentaria. Estar¨¢ ah¨ª arriba mientras Aznar crea que no hay mejor opci¨®n para debilitar el catalanismo (incluso puede que hasta el a?o 2007, como un nuevo Cid conquistador de Barcelona). Si Converg¨¨ncia dejara de estar resignada a lo peor y trabajara para el futuro, cambiar¨ªa de l¨ªder en el pr¨®ximo congreso. Si no lo hace es porque Pujol se ha cuidado de eliminar sucesores, de cortar el paso a los que pod¨ªan crecer. Los masovers est¨¢n convencidos de que el amo se llevar¨¢ las tierras y el ganado a la tumba. Tal vez no les falte raz¨®n.
?C¨®mo deber¨ªa haber reaccionado ante el reto un l¨ªder con may¨²sculas del catalanismo? Sin duda, movi¨¦ndose, no quedando paralizado de miedo a caer. Probablemente, practicando a la vez el Espanya enfora y el Catalunya endins, integr¨¢ndose en el Gobierno del PP mientras iniciaba una pol¨ªtica de consenso y refundaci¨®n con Maragall y Carod-Rovira, situando al Parlament en primer t¨¦rmino y al Govern en la sombra (donde igualmente est¨¢). Pero no pasen cuidado, Pujol lo aguanta todo, Pujol lo tapa todo. Gracias a ¨¦l se va acercando, lenta pero inexorable, la hora del premio de Aznar a los buenos.
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