La desidia como excusa
Abatido por la realidad, al Bar?a no le qued¨® siquiera la ilusi¨®n de ser l¨ªder virtual, cosa extra?a en un club que pasaba por tener al mejor presidente, al mejor entrenador y al mejor equipo, y que hoy ir¨ªa primero si hubiera ganado el s¨¢bado. Llegada la hora de la verdad, y aunque todav¨ªa puede ser campe¨®n, la instituci¨®n se ha aflojado en la cancha y endurecido en el despacho, de manera que la hinchada se siente abandonada y sorprendida porque los futbolistas no saben jugar y los directivos no han aprendido a mandar en 22 a?os. La entidad parece vulnerable y mal defendida, porque quienes gobiernan despachan m¨¢s que atienden, como si cada jornada, tras cada decisi¨®n, se perdiera un pu?ado de seguidores, y el rechazo superara a la seducci¨®n.Ya sea por fatiga, previsibilidad o desencanto, a N¨²?ez le cuesta generar ilusi¨®n, aunque no crear sorpresa, sobre todo con decisiones como la de no disputar la Copa, acto populista y recriminable por quienes exigen al presidente la soluci¨®n de los conflictos administrativos sin utilizar a los jugadores. Al igual que el equipo, la junta se ha estancado, de manera que se reproducen los gestos, se repiten los discursos, se alternan las mismas caras y se turnan los opositores de siempre.
El Bar?a se ha quedado parado en el conflicto de Les Corts y de la ciudad deportiva, y N¨²?ez ha recuperado tics de sus primeros a?os de mandato: anta?o hablaba mal de los periodistas, y en estos tiempos se mete con los grupos medi¨¢ticos; antes se peleaba con el f¨²tbol por la televisi¨®n y hoy por unos comit¨¦s federativos previamente avalados; en sus inicios se blind¨® con los morenos y en la actualidad dispone de los boixos nois como guardia de corps; y, como punto coincidente y en virtud de una mal entendida independencia del club, ha abortado el debate y est¨¢ peleado con los organismos pol¨ªticos y tambi¨¦n con la sociedad civil, aunque no con las pe?as, en las que ha encontrado comprensi¨®n y calor.
Por muchas maldades que pudiera cometer, Cruyff dulcific¨® la imagen de N¨²?ez de la misma manera que Van Gaal la ha endurecido hasta fomentar una crispaci¨®n in¨²til, una huida hacia no se sabe d¨®nde, un crecimiento desorbitado, utilizando t¨¦rminos que en su d¨ªa escribi¨® un periodista del calado de Ib¨¢?ez Escofet. Pero a N¨²?ez, le avala un mandato democr¨¢tico, el apoyo incondicional de 20.000 fieles y una forma de hacer que satisface a la mayor¨ªa de los que les sigue interesando el Bar?a. Otro asunto es la bola que le ha dado al entrenador para hacer lo que le viniera en gana. Van Gaal transmite despecho, arrogancia y malos modos. El drama del t¨¦cnico es que en el futuro puede ser m¨¢s famoso por lo que ha dicho fuera del campo que por lo que ha hecho dentro. Por sus gritos se dir¨ªa que no tiene dudas, y en realidad el equipo es un pastel. Al Bar?a le falta justamente lo que no tiene Van Gaal: comprensi¨®n, cari?o, alma y, especialmente f¨²tbol, o como se llame cuanto ata?e a valores intransferibles desde una libreta y que sirve para ganar campeonatos como el actual. A Van Gaal, cada vez cuesta m¨¢s entenderle, porque en lugar de enriquecerse, el equipo se ha empobrecido. No es extra?o, pues, que a los jugadores se les acuse de falta de inter¨¦s: est¨¢n hartos de tanta tonter¨ªa con la filosof¨ªa y el proyecto, aunque s¨®lo sea porque cuando pierden les acusan de desidia, como diciendo que si no fuera por ellos, quienes dirigen el cotarro ya habr¨ªan cantado el triplete.
Han sido el entrenador y el presidente quienes justificaron la transformaci¨®n del club y organizaron tal equipo sin sentimentalismos, apelando a la necesidad de ganar unos t¨ªtulos que ahora resulta que igual no se ganan. A buen seguro que el aficionado ser¨ªa m¨¢s condescendiente si no le hubieran enga?ado. Obsesionado con vencer, el Bar?a ha dejado de ser ejemplo jugando y mandando, ha descuidado lo que le eximir¨ªa del resultado, y es incapaz de someterse al azar, como el Manchester, que asumi¨® la eliminaci¨®n con el Madrid como un ejercicio deportivo natural al que est¨¢ expuesto incluso un buen equipo.
A diferencia de lo ocurrido en Old Trafford, el partido del mi¨¦rcoles no tiene vuelta. Seg¨²n Van Gaal y N¨²?ez, el encuentro con el Valencia tiene un car¨¢cter reversible, porque es capaz de convertir lo malo en bueno, y a partir de ah¨ª optar al doblete, dado que la Liga se ha convertido en un duelo de miserias. Y no deber¨ªa ser el caso. Ni para pedir que se vayan, como pas¨® el s¨¢bado, ni para rogarles que se queden. Al igual que la hinchada ayudar¨¢ al equipo, sin atender al palco y al banquillo, la junta y el t¨¦cnico deber¨ªan ejercer en el d¨ªa a d¨ªa con un mayor sentido de club y no en los partidos como el del mi¨¦rcoles, cuando no hace falta, pues entonces s¨®lo cuentan los futbolistas y los hinchas.
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