Lamento por ?frica
Sierra Leona, Eritrea contra Etiop¨ªa, de nuevo Congo y sus vecinos, y otros focos: la lista de la violencia y miseria sigue alarg¨¢ndose para este continente postrado. A las enfermedades que diezman su poblaci¨®n, como la malaria o el sida, se vuelve a sumar un c¨²mulo de guerras, muchas de ellas entrelazadas, frente a las cuales ese proclamado "nuevo intervencionismo" occidental brilla por su ausencia, pese a que la mitad de los cinco o seis millones de personas que han muerto en el mundo en la ¨²ltima d¨¦cada en conflictos armados son africanas.Estos d¨ªas ha hecho quiebra en Sierra Leona una tendencia preponderante en la comunidad internacional, que recib¨ªa un cierto apoyo de la propia ONU, de atribuir a los africanos la responsabilidad casi exclusiva de la resoluci¨®n de sus propios problemas. Esta misma pol¨ªtica puede llevar a Congo a una guerra m¨¢s y a un nuevo r¨ªo de sangre. En Sierra Leona, los se?ores de la guerra y sus grupos de bandidos luchan contra un Gobierno corrupto, con asesinatos masivos e indiscriminados, ante los que unos cascos azules de la ONU impotentes se arriesgan a caer como rehenes del Frente Revolucionario Unido, como les ha sucedido ya a algunos centenares de ellos. El secuestro es una tragedia doble: para los secuestrados y para los planes de Kofi Annan de reforzar la presencia de cascos azules, 8.700 en la actualidad, carentes del armamento adecuado y de reglas de confrontaci¨®n suficientemente en¨¦rgicas y precisas.
La cr¨ªtica situaci¨®n de Sierra Leona gravita adem¨¢s sobre los planes de la ONU para desplegar unos 5.000 soldados en la Rep¨²blica Popular de Congo, pa¨ªs que vive desde hace al menos dos a?os -pese a un infructuoso acuerdo de paz- lo que se ha venido en llamar una guerra mundial africana, que involucra a seis Estados y 60.000 combatientes. En Congo hay 11.000 soldados de Zimbabue, cuyo presidente, el aut¨®crata Robert Mugabe, est¨¢ a su vez poniendo el pa¨ªs patas arriba. Y no lejos, la guerra ha vuelto a Angola.
En el otro extremo, en el Cuerno de ?frica, dos de los pa¨ªses m¨¢s pobres de la Tierra, Eritrea y Etiop¨ªa -fracasada la misi¨®n mediadora contrarreloj del Consejo de Seguridad-, se han vuelto a enzarzar en un conflicto fronterizo nunca resuelto, lo que dificultar¨¢ la ayuda alimentaria, absolutamente indispensable por la sequ¨ªa que padece la regi¨®n. Aunque otras partes de ?frica, tras duras reformas econ¨®micas y democratizadoras, empiezan a prosperar y a crecer a ritmos notables, el gigantesco continente sigue siendo un lugar cuyos habitantes esperan por lo general muy poco de la vida.
Es un espejo en el que con verg¨¹enza habr¨ªan de mirarse Occidente y la propia ONU. Y una realidad que los l¨ªderes regionales de pa¨ªses de peso y m¨¢s consolidados, como el surafricano Thabo Mbeki, deber¨ªan intentar combatir. Pero si se quiere hacer algo por esta ?frica castigada, hay que ir a la ra¨ªz de los problemas, de la miseria, de las enfermedades, del contrabando de armas o de unas sempiternas luchas ¨¦tnicas que el colonialismo occidental no s¨®lo no par¨®, sino que aliment¨®.
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