M¨¢s y mejor Europa
En gran medida ocultas para la opini¨®n p¨²blica, escondidas tras los meandros de la terminolog¨ªa comunitaria y, de hecho, s¨®lo publicadas con regularidad en los boletines internos que circulan entre las instituciones de Bruselas, est¨¢n funcionando desde hace alg¨²n tiempo dos instancias encargadas de preparar importantes reformas de la hasta hoy Europa de los Quince: la Conferencia Intergubernamental (IG), que debe modificar el Tratado de Amsterdam para preparar la ampliaci¨®n al Este, y la Convenci¨®n, que tiene como tarea elaborar una Carta de Derechos Fundamentales de la Uni¨®n Europea. Los que apostamos decididamente por m¨¢s Europa para m¨¢s europeos, los que no tenemos ninguna duda de que los retos de la globalizaci¨®n s¨®lo pueden encararse con garant¨ªas de ¨¦xito para nuestros pa¨ªses e influyendo en su democratizaci¨®n desde un reforzamiento constante de la UE, tenemos en primer lugar que levantar el tel¨®n para que la ciudadan¨ªa conozca lo que se discute en esa Conferencia y en esa Convenci¨®n, haciendo bueno el principio b¨¢sico de la transparencia.Claro est¨¢ que a pesar de casi todos los Gobiernos, empe?ados como de costumbre en intentar que los europeos no tengan informaci¨®n en tiempo real sobre lo que se discute en torno a su futuro o, en el mejor de los casos, en transmitirlo de forma incomprensible. As¨ª podr¨ªan continuar haciendo de su capa un sayo y proponiendo reformas insuficientes que, de salir adelante, constituir¨ªan un nuevo fracaso en la construcci¨®n europea. Aunque esta vez sus consecuencias se har¨ªan notar con especial fuerza negativa.
Para evitarlo es preciso movilizar a la ciudadan¨ªa europea: no basta con levantar el tel¨®n para que la gente se limite a ser p¨²blico frente a un escenario, aplaudiendo o silbando al final de la funci¨®n. Al contrario, necesitamos una obra interactiva, pues s¨®lo as¨ª los que en el seno del Parlamento de Estrasburgo, de la Comisi¨®n Europea, incluso de los Gobiernos, y en la sociedad civil -desde la Confederaci¨®n Europea de Sindicatos a las ONG-, demandamos pasos decididos hacia una Europa federal a la altura de los tiempos tendremos posibilidades de influir en las decisiones.
?Para alcanzar qu¨¦ objetivos?
En primer lugar, que la ampliaci¨®n de la UE al Este -que apoyamos- vaya indisolublemente ligada a una profundizaci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y social del proceso de construcci¨®n europea. Eso significar¨ªa que la Conferencia Intergubernamental que deber¨¢ concluir en diciembre en Niza bajo Presidencia francesa no se limitara a abordar, con ser importantes, los asuntos institucionales pendientes desde Amsterdam, como la nueva composici¨®n de la Comisi¨®n o la reponderaci¨®n de votos en el Consejo.
Hay que conseguir ampliar la agenda de la CIG, como acaba de demandar por tercera vez en esta legislatura el Parlamento Europeo y como propone la propia Presidencia semestral portuguesa de la Uni¨®n (con evidentes resistencias de otros socios, por cierto). Esencialmente, con el fin de dotar de un sentido global a la reforma de las instituciones, por un lado, y de extender el campo de las pol¨ªticas de la Uni¨®n, por otro. Por supuesto que algunos apostamos por que haya una Comisi¨®n fuerte que no sea una mera suma de representantes nacionales de los Estados miembros, con un presidente elegido, que no designado, y por que en el Consejo los acuerdos -excepto contados casos- se adopten por una doble mayor¨ªa de Estados y poblaciones, en un procedimiento de codecisi¨®n generalizada con el PE. O sea, tenemos alternativas concretas a los denominados "flecos" de Amsterdam. Pero nada de eso tendr¨ªa una coherencia suficiente si no fu¨¦ramos capaces de dar al conjunto un car¨¢cter constitucional y federal del que hoy por hoy carece la construcci¨®n europea.
Constitucionalizar la UE no significa ni m¨¢s ni menos que acercar su estructura pol¨ªtica a la divisi¨®n de poderes caracter¨ªstica de las democracias, poniendo t¨¦rmino a un d¨¦ficit que dura tanto como su vida y que, a pesar de los esfuerzos realizados en su d¨ªa a instancias de hombres como Altiero Spinelli, lastra todav¨ªa su desarrollo y se plasma en Tratados Frankenstein como los actualmente en vigor.
La Conferencia Intergubernamental ha de abordar tambi¨¦n las pol¨ªticas comunitarias. No es cuesti¨®n de sumar competencias por sumarlas, sino de responder de forma inteligente a las exigencias de la mundializaci¨®n y la "nueva econom¨ªa". Se tratar¨ªa de abordar campos esenciales, empezando por acabar con la asimetr¨ªa existente entre la positiva realidad del euro y la inexistencia de un Gobierno econ¨®mico de la Uni¨®n. Lo que pasa por coordinar las pol¨ªticas econ¨®micas de los miembros, reformar la pol¨ªtica presupuestaria y de recursos propios en sentido progresivo y edificar una verdadera Europa social y del empleo.
De lo contrario, las decisiones escritas de la Cumbre de Lisboa servir¨¢n de poco y el mensaje que pasar¨¢ terminar¨¢ siendo el de competir con los Estados Unidos acerc¨¢ndonos a su modelo y debilitando el nuestro: liberalismo y mercado contra cohesi¨®n econ¨®mica y social, como desear¨ªa la derecha europea. Seguramente la laguna m¨¢s amplia de las conclusiones de esa Cumbre resida en que el crecimiento y el empleo exigen no s¨®lo pol¨ªticas de reforma estructural de oferta, sino tambi¨¦n pol¨ªticas macroecon¨®micas de sostenimiento de la demanda, especialmente de la interna, representada por consumidores e inversores, para lo que es fundamental lograr una armonizaci¨®n fiscal, que sigue siendo uno de los retos fundamentales de la UE.
En ese mismo marco de reforzamiento de pol¨ªticas entrar¨ªa de lleno la necesidad de institucionalizar en los Tratados los fuertes pasos hacia adelante que se est¨¢n dando desde la Cumbre de Helsinki del pasado diciembre en el ¨¢mbito de la seguridad y la defensa, si se quiere que sean plenamente efectivos. Si todos somos conscientes de que lo contemplado en Maastricht y Amsterdam est¨¢ quedando obsoleto por los avances realizados d¨ªa a d¨ªa por la propia UE, ?c¨®mo es posible que haya Gobiernos que no quieran ni o¨ªr hablar de que la Conferencia Intergubernamental se ocupe de estas cuestiones?
Y, adem¨¢s, deber¨ªa configurarse en la Uni¨®n un espacio de seguridad, libertad y justicia en el que el Tribunal de Justicia tuviera plenas competencias, empezando sobre la libre circulaci¨®n de personas (visados, asilo e inmigraci¨®n), toda medida se adoptara en codecisi¨®n con el Parlamento de Estrasburgo y Schengen fuera norma general para todos los Estados miembros.
En la constitucionalizaci¨®n de la Uni¨®n, las conclusiones de la Convenci¨®n cuatripartita (Consejo, Comisi¨®n, PE y legislativos nacionales) que redacta la Carta de Derechos Fundamentales ser¨¢n determinantes. Si se nos propone al final del trayecto proclamar un texto pol¨ªtico bienintencionado sin m¨¢s, habremos perdido una magn¨ªfica oportunidad, entre otras cosas, de aproximar a la ciudadan¨ªa a la construcci¨®n europea.
Por ello hay que proponer, como tambi¨¦n hemos hecho con claridad desde el Parlamento Europeo, que la futura Carta de Derechos se incluya como primera parte del nuevo Tratado reformado, que tenga por tanto car¨¢cter vinculante y justiciable, que en ella est¨¦n presentes tanto los derechos pol¨ªticos como los sociales, que incluya los denominados de nueva generaci¨®n (a la paridad hombre-mujer o a un medio ambiente sostenible) y que sea aplicable a todos los que viven en la Uni¨®n, sean o no ciudadanos de uno de sus Estados miembros.
Tanto en lo que se refiere a la CIG como a la Carta el PE deber¨ªa tener poder de ratificaci¨®n. ?Es aceptable que precisamente esa competencia le est¨¦ hoy vedada en cuanto a la reforma de los Tratados? En ese marco, deber¨ªa saberse que el Gobierno espa?ol, con Aznar al frente, no se caracteriza por ser uno de los m¨¢s entusiastas en el Consejo Europeo a la hora de ampliar la agenda de la Conferencia Intergubernamental o de dar a la Carta de Derechos un perfil fuerte. Es l¨®gico, porque su orientaci¨®n le lleva a recelar de una Europa m¨¢s pol¨ªtica y m¨¢s social, como ponen de manifiesto los debates habidos hasta hoy en los temas citados. En la nueva legislatura, la oposici¨®n de la izquierda europe¨ªsta tiene que apretar las tuercas al Gobierno espa?ol en el terreno europeo, ofreciendo continuamente alternativas.
Pero, m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, la mayor¨ªa socialista y socialdem¨®crata que hoy gobierna en Europa deber¨ªa ser capaz de liderar con decisi¨®n el proceso hacia una Uni¨®n Europea con una dimensi¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y social cualitativa y cuantitativamente superior a la que hoy conocemos. Primero, porque ¨¦sa es la v¨ªa para evitar que la ampliaci¨®n sin profundizaci¨®n nos convierta tarde o temprano en una mera zona de libre cambio; segundo, porque los procesos econ¨®micos mundiales se afrontar¨¢n adecuadamente fortaleciendo el mejor instrumento con el que contamos para ello: la UE y su modelo social frente a la primac¨ªa de la sociedad de mercado; tercero, porque las lecciones de Kosovo nos indican que nuestra seguridad depende de nuestra propia capacidad para prevenir conflictos y gestionar crisis, y cuarto, porque el fantasma de Austria s¨®lo se conjura con m¨¢s democracia y m¨¢s valores de progreso.
Diego L¨®pez Garrido y Carlos Carnero son diputados al Congreso y al Parlamento Europeo de Nueva Izquierda en el Grupo Socialista.
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