Otro hueco filme de Ivory y una delicia neoyorquina del israel¨ª Amos Kollek Se estrena en la Semana de la Cr¨ªtica el filme espa?ol 'Krampack', dirigido por Cesc Gay
Nueva jornada de cine estadounidense. La copa de oro es una nueva burbuja decimon¨®nica, esta vez inspirada en un relato de Henry James, soplada por James Ivory, exquisito adornador de celuloide hueco y cineasta adjetivo, sin sustancia. Mejor cine, menos visto y m¨¢s vivo es el que hace el israel¨ª, enrolado en la producci¨®n independiente neoyorquina, Amos Kollek, que en Fast food, fast women propone una deliciosa comedia de itinerarios cruzados, bella y elegantemente construida.
Fuera de la secci¨®n oficial, en la pantalla cin¨¦fila y perif¨¦rica de la Semana de la Cr¨ªtica, se present¨® la pel¨ªcula espa?ola Krampack. Es el segundo largometraje dirigido por el catal¨¢n Cesc Gay, que se dio a conocer hace pocos a?os con Hotel Room, una peque?a pel¨ªcula claustrof¨®bica que contrasta con el aire libre que inunda la pantalla de la pel¨ªcula presentada aqu¨ª ayer.En esta nueva obra, Cesc Gay se inspira en un texto teatral de Jordi S¨¢nchez, pero atraviesa los muros de la encerrona teatral de donde procede el relato y lo convierte en una pel¨ªcula que, aunque a veces se crispa, es abierta, de composici¨®n libre y vivamente interpretada por los j¨®venes Fernando Ramallo, Marieta Orozco (que debutaron en La buena vida y Barrio, respectivamente) y el reci¨¦n llegado, y muy singular, Jordi Vilches. El curioso tri¨¢ngulo tiene viveza, espontaneidad y logra a veces inquietar, pese a la ligereza, casi endeblez, de la direcci¨®n de actores, que no logra interrelacionar y engarzar bien una con otra las diversas actuaciones individuales, ni dar a la suma de ¨¦stas altura de conjunto. Pero la pel¨ªcula, gracias a sus rostros, se ve bien y funciona.
En la competici¨®n se suceden los t¨ªtulos, duros de roer, del filme chino Yi Yi (tres horas de intrincado embrollo familiar desarrollado con mucha solvencia por el taiwan¨¦s Edward Yang) y del brasile?o Estorvo, dirigido por Ruy Guerra con una caligraf¨ªa poco menos que indescifrable, ya que la mareante c¨¢mara no logra o no quiere traducir a un lenguaje visual inteligible lo que le ocurre, si es que le ocurre algo, al pobre Jorge Perugorr¨ªa, que se pasa la pel¨ªcula dando tumbos, al parecer hecho polvo aunque no logramos saber por qu¨¦.
En el polo opuesto, con c¨¢mara muy sosegada, La copa de oro, apoyada en el renombre de su director, James Ivory, y por las presencias de sus famosos protagonistas, Uma Thurman y Nick Nolte, se nos ha ofrecido como uno de los filmes candidatos a un lugar seguro en la lista de premios del domingo que viene. Es ¨¦sta una injusticia posible e incluso probable, pues el nuevo globo de Ivory sigue dando el pego y haciendo pasar como cine rico a lo que tan solo es cine lujoso, que con frecuencia, y este es un caso, es la peor forma de pobreza cinematogr¨¢fica.
Archisabida
La copa de oro es una pel¨ªcula sabida y archisabida. Nada aporta que no est¨¦ trillado por el propio Ivory, que comienza a entrar en la din¨¢mica de ese sumidero del ¨¦xito que es el espejo can¨ªbal del autoplagio.
Se est¨¢ haciendo ¨²ltimamente habitual, ante la frecuencia con que el cine da s¨ªntomas de alimentarse de s¨ª mismo, explicar esta degradaci¨®n can¨ªbal como una consecuencia inevitable de la avanzada edad del invento. Se dice, demasiado a la ligera, que el cine se ha hecho repentinamente viejo al cumplir un siglo y que todo cuanto la pantalla puede decirnos ya est¨¢ dicho, por lo que s¨®lo le queda plagiarse, repetirse. Pero basta ver Infiel, de Ingmar Bergman y Liv Ullmann; Enfermera Betty, de Neil LaBute; y ayer Fast food, fast women, de Amos Kollek, para que esta seudoteor¨ªa se venga abajo con el silencio de castillos de naipes. Son respectivamente una tragedia, una farsa y una comedia que literalmente reinventan y parecen sacar de la nada a sus modelos o patrones formales.
Lo que Amos Kollek organiza en Fast food, fast women es un original¨ªsimo, gozoso y, lo que es m¨¢s importante, in¨¦dito trenzado de itinerarios cruzados, de idas y venidas, de encuentros y desencuentros de personajes y personajillos en las aceras, las esquinas, los tugurios y los escondrijos amables de una Nueva York llena de crep¨²sculos, de encanto, de gracia l¨ªrica y de viejas verdades incombustibles. Es el en¨¦simo nacimiento, o el eterno renacimiento, de la comedia. El gran cine, que cada d¨ªa con m¨¢s frecuencia es el cine peque?o, sigue deslumbrando la mirada con el aire del descubrimiento, con el misterioso nuevo sabor de la antigua luz. Hay pel¨ªculas que nos hacen sentir que paladeamos por primera vez el cine y esta suave comedia es una de ellas.
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