F¨¢bula
Manuel Vicent tiene la culpa de que se vea a la Virgen de F¨¢tima con otros ojos, y los gui?oles de Canal + han hecho de Van Gaal m¨¢s su mu?eco que la realidad. La vida es as¨ª: se distorsiona con un gramo de imaginaci¨®n, pero una vez lanzada la sal sobre la superficie de lo que pasa ya s¨®lo se recuerda lo que se inventa y no precisamente lo sucedido. Por ejemplo, Vicent ha contado (lo cont¨® ayer mismo, cuando presentaba su libro Espectros) que la Virgen de F¨¢tima era en realidad una inglesa pelirroja que estaba de hippy en Cova de Iria; unos pastorcillos quisieron creer que ella era la Virgen, porque se parec¨ªa a la estampa que ten¨ªan en la parroquia, y desde entonces, como no les sac¨® del error, hasta ella misma se hizo devota de la Virgen de F¨¢tima. Vicent dice que la conoci¨® en el curso de un viaje a Lisboa, cuando ella (Mar¨ªa Wilkins, ¨¦se era su nombre) paseaba por el Chiado su antigua belleza anglosajona y ten¨ªa ya tantos a?os como el siglo, en 1986. Ahora que el Papa ha desvelado un secreto m¨¢s de los revelados por la Virgen a esos pastorcillos, los que hemos le¨ªdo el reportaje que escribi¨® Vicent despu¨¦s de ese (?supuesto?) encuentro con la se?ora Wilkins no podemos reprimir una sonrisa ¨ªntima de conmiseraci¨®n con el Papa de Roma, que evidentemente no se sabe la (?verdadera?) historia del objeto virginal de su ingenua pero apasionada devoci¨®n. ?Y Van Gaal? Ahora me cuesta cre¨¦rmelo en serio cuando le veo en persona, porque siempre me lo imagino, aun en la realidad, con su rostro enladrillado, como aparece en los mu?ecos de Canal +. Interpretan de tal manera el alma de Van Gaal los autores de ese gui?ol que han conseguido que todo lo que dice ahora el propio entrenador mueva a la sonrisa de los incr¨¦dulos. Creemos m¨¢s lo inventado que lo tangible; pero a veces ocurren noticias que antes hubieran sido f¨¢bulas y que de pronto adquieren la dimensi¨®n fantasmag¨®rica de la realidad; en esa nebulosa verdadera, vimos envuelto ayer a Jon Juaristi tomar posesi¨®n de la direcci¨®n de la Biblioteca Nacional. No era f¨¢bula, el poeta nervioso y unamuniano, y feliz, estaba all¨ª, al frente del mayor tesoro del mundo, el m¨¢s fabuloso: la paz vieja y perdurable de los libros. Una f¨¢bula.
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