Una guerra sin sentido
La pura y despiadada estupidez de la guerra entre Etiop¨ªa y Eritrea es abrumadora. Los combates, que se iniciaron en 1998 y volvieron a reavivarse la semana pasada, parecen totalmente carentes de objetivo. Su causa manifiesta es una disputa sobre la demarcaci¨®n de la frontera de m¨¢s de mil kil¨®metros que comparten ambos pa¨ªses. Hay quien afirma que la culpa tambi¨¦n es de las fricciones comerciales. Algunos sospechan que el Gobierno de Addis Abeba busca una salida al mar para un pa¨ªs sin costas. (...) No hay grandes riquezas en juego, ni pozos de petr¨®leo, ni minas de diamantes. De hecho, ambos pa¨ªses son pat¨¦ticamente pobres. Tampoco existe una gran brecha ideol¨®gica o pol¨ªtica. ?Qu¨¦ puede, pues, justificar una carnicer¨ªa recurrente que en los ¨²ltimos dos a?os ha costado hasta 70.000 vidas? ?Qu¨¦ posible excusa puede tener la creaci¨®n de otro ej¨¦rcito m¨¢s de refugiados en una regi¨®n en la que millones de personas sufren ya las crueles privaciones de la sequ¨ªa y el hambre?No hay excusas. Esta guerra es tan execrable como f¨²til. El Consejo de Seguridad de la ONU tiene raz¨®n al intentar imponer un embargo de armas que deber¨ªa llevar largo tiempo vigente; ahora los dos contendientes han acumulado suficientes armas para seguir dispar¨¢ndose. (...) Sin embargo, sin ning¨²n inter¨¦s externo, sea estrat¨¦gico o comercial, sin ning¨²n tercero dispuesto a intervenir f¨ªsicamente y sin ning¨²n gran principio en juego, parecen remotas las oportunidades de resolver r¨¢pidamente este conflicto sin sentido, inexplicable, insoportable y ajeno a la raz¨®n.
Londres, 18 de mayo
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